Fiscalía pide más de 50 años de cárcel para la banda de las falsas citas sexuales

Una venezolana, un marroquí y un español se sentarán en el banquillo de los acusados para responder de sus tres violentos asaltos. La banda usó la imagen de la chica del grupo para concertar falsas citas sexuales que acabaron de forma violenta. Una de las víctimas acabó siendo asesinada. Ahora la fiscalía de Zaragoza los acusa.

Candy. Caramelo. Pocos nombres pueden ser más apropiados para una mujer que durante meses utilizó sus encantos para encandilar a usuarios de una conocida plataforma de contactos sexuales y concertar citas con ellos. La chica, de 34 años, nacida en Venezuela, planeó en compañía de su novio y un amigo un modus operandi que iba a reportar a la banda pingües beneficios a costa del calentón de los incautos que ante su atractivo en las fotos de la citada plataforma bajaban sus defensas y se presentaban a las citas sin sospechar que estaban a punto de caer en una violenta trampa.

El primero de los casos por los que van a juzgar a la banda data del 26 de abril de 2019. Ese día, un hombre contactó con Candy a través de la plataforma de contactos. La mujer lo citó en la localidad zaragozana de Gallur y hasta allí fue el hombre a bordo de su propio coche. Cuando el incauto llegó al pueblo ya era noche cerrada, diez y media, y llamó a Candy. Esta le dio indicaciones concretas. Los estaba esperando en un camino inhóspito a las afueras del pueblo. Donde cualquiera hubiera visto un lugar idóneo para una emboscada el hombre solo contempló un lugar apartado para pasar un buen rato con Candy. La recogió en el camino y juntos en el coche del hombre se dirigieron a una casa apartada del núcleo urbano. Apenas le dio tiempo a entrar. De repente dos hombres se abalanzaron sobre él y comenzaron a propinarle una lluvia de golpes y descargas eléctricas. Apenas pudo reaccionar antes de acabar amordazado y maniatado con bridas en el suelo. Candy contemplaba impasible la escena.

Con la víctima molida a palos e inmovilizada los dos hombres se dirigieron a él. Uno de ellos Mohammed, marroquí, novio de Candy. El otro José Antonio, español. Ambos con problemas con la Justicia previos al asalto. Ambos le quitaron a la víctima sus objetos de valor, lo subieron al coche y lo abandonaron lejos del pueblo. Y allí se quedó, solo y magullado hasta que pudo regresar al pueblo y pedir ayuda. El joven declaró que cuando lo abandonaron estaba seguro de que lo iban matar. Tuvo más suerte que otras víctimas.

Los miembros de la banda dejaron pasar dos meses hasta su siguiente asalto. En ese tiempo José Antonio acabó en prisión por otro asunto, así que Candy y Mohammed decidieron seguir por su cuenta. El 3 de septiembre Candy se hizo llamar “Bella” en la plataforma de contactos y engatusó a otro hombre. Mismo modus operandi, mismo resultado, mismo beneficio. Con este hombre Mohammed se dedicó a fondo: lo encañonó con una pistola, amenazó con cortarle el dedo, le golpeó con una llave inglesa y le rompió el peroné. Lograron quitarle más de 600 euros que portaba en metálico, pero nada obtuvieron de sus tarjetas de crédito porque resulta que la víctima tenía las cuentas vacías. Afortunadamente salvó la vida. Lo abandonaron en medio de un campo cerca de la localidad zaragozana de Luceni. Unos vecinos pudieron ayudarlo.

La banda, ahora compuesta por Candy y su novio, solo tardaron tres días en volver a actuar. Estaban a punto de cometer su mayor golpe, por el beneficio que iban a obtener, pero a costa de las peores consecuencias, la vida de su víctima.

José Antonio, única víctima de la banda con identidad conocida, tenía 54 años y vivía en Getxo. Mucho tuvo que gustarle Candy porque tras contactar con ella y confiado en que iban a pasar un buen rato no tuvo reparos en trasladarse desde Vizcaya a Zaragoza. El lugar de la cita iba a ser Luceni, otra vez, como con la víctima anterior. No lejos de allí vivían Candy y Mohammed en una nave industrial donde además escondían todo lo que robaban a sus víctimas.

A José Antonio lo asaltaron como a los dos anteriores y lo llevaron a la citada nave industrial. Lo maniataron y lo golpearon de forma repetida y con objetos muy contundentes. Tanto le golpearon que José Antonio acabó muriendo. Consiguieron quitarle todos los objetos de valor que portaba, sacaron 1.800 euros de sus cuentas y consiguieron vender el coche con el que había viajado la víctima hasta el lugar de su muerte. Le sacaron 11.000 euros al Mercedes de José Antonio.

Las pesquisas policiales se activaron tras denunciar la familia de José Antonio su desaparición: las conexiones de la víctima a la plataforma de contactos sexuales, la relación de Candy con Mohammed, que por sus antecedentes portaba una pulsera de localización GPS, el registro de la nave industrial y las cámaras de un cajero donde la banda usó las tarjetas de crédito de una de sus víctimas fueron los elementos maestros para detener a la banda.

Ahora la banda de las falsas citas sexuales se sentará en el banquillo de los acusados para responder por delitos de Robo con violencia, detención ilegal, pertenencia a grupo criminal y asesinato entre otros. Más de 50 años de penas para una banda que usó los encantos de uno de sus miembros para cazar a hombres que creían que solo iban a pasar un buen rato.