Disponer de los mejores medicamentos, una inversión eficiente que genera ahorros sanitarios y sociales
El ahorro en costes que propician las innovaciones supera al gasto adicional que suponen, aportando ahorros netos al sistema sanitario y a la sociedad
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La lucha contra la pandemia de coronavirus ha respondido con hechos a la cuestión de si disponer de los mejores medicamentos es un gasto o una inversión. La lucha contra la Covid-19 ha mostrado al conjunto de la sociedad hasta qué punto la innovación farmacoterapéutica es esencial para el bienestar, la prosperidad y el futuro de cualquier sociedad moderna, más allá del gasto puntual que implica la compra de los tratamientos, y que invertir en los mejores fármacos disponibles no sólo es necesario, sino especialmente rentable.
Esta realidad, que la pandemia ha puesto de manifiesto, hace tiempo que está constatada por la evidencia científica, como recoge el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021, realizado por la Fundación Weber, especialista en Economía de la Salud, con el apoyo de Farmaindustria. Este estudio es el resultado de una exhaustiva revisión de la literatura científica que fundamenta la certeza de que el medicamento es uno de los bienes más valiosos que tienen las sociedades modernas.
Como apunta el informe, la utilización de nuevos medicamentos y vacunas es esencial para la salud y la calidad de vida de las personas, ya que curan enfermedades, las controlan o reducen los síntomas y mejoran las condiciones de vida de los pacientes. Pero los beneficios de la innovación biomédica se extienden más allá de la salud de los pacientes a los que se dirigen: los medicamentos benefician a la sociedad en su conjunto, porque potencian la eficacia y eficiencia del sistema sanitario, permiten una mayor productividad laboral y generan una importante contribución a la economía nacional. «No hay mejor ejemplo que el coronavirus para poner de manifiesto el valor social de encontrar una cura para el causante de la mayor pandemia global de los últimos cien años, que está teniendo y tendrá un impacto económico y social sin precedentes», asegura Álvaro Hidalgo, presidente de la Fundación Weber y responsable del informe.
Ahorro de costes
Los autores del análisis concluyen que la utilización de medicamentos innovadores más eficaces que los anteriores puede redundar en un ahorro de costes, públicos y privados, sanitarios y no sanitarios y directos e indirectos, lo que permite liberar recursos para otros usos, mejorando la eficiencia del sistema sanitario, impulsando el crecimiento económico y redundando en múltiples beneficios desde una perspectiva social.
Entre los ahorros en costes directos, el informe destaca el llamado efecto compensación de los nuevos fármacos sobre el gasto sanitario. Es decir, los medicamentos prescritos son un bien sustitutivo (parcial o total, según el caso) del consumo de servicios médicos (como visitas médicas u hospitalizaciones). El informe recoge diferentes estudios que demuestran cómo el ahorro en costes (directos y/o indirectos) que generan las innovaciones farmacéuticas es superior al gasto adicional que supone su adquisición, generando así ahorros netos al sistema sanitario y a la sociedad.
El profesor de la Universidad de Columbia Frank R. Lichtenberg es uno de los autores pioneros en este campo. Muchos de sus estudios se centran en estimar qué habría pasado si los medicamentos más nuevos no se hubieran comercializado. El informe recoge varios estudios de Lichtenberg que concluyen que administrar fármacos comercializados más recientemente se asocia a un menor riesgo de sufrir hospitalizaciones, reduciéndose así tanto el gasto hospitalario como el gasto sanitario neto. En uno de esos estudios llegó a la conclusión de que, si un medicamento de 15 años de antigüedad fuera reemplazado por uno de 5,5 años, el coste farmacéutico total per cápita se incrementaría en promedio en 18 dólares anuales, mientras que el gasto no farmacéutico (gasto hospitalario y pérdida de productividad) per cápita se reduciría en unos 72 dólares, lo que supone un coste cuatro veces menor.
Posteriormente, Lichtenberg concluyó que el efecto compensación de los nuevos medicamentos sobre el coste no farmacéutico se ha incrementado en el tiempo, al pasar de una ratio de 4,0 veces a una de 7,2 veces para la población general y de 8,3 veces para la población mayor de 65 años. Este ahorro se generaría gracias a los ahorros en hospitalizaciones (un 62% del ahorro), visitas médicas (27%) y asistencia domiciliaria (9%) y, en menor medida, visitas a urgencias (2%).
Más recientemente, el mismo autor también estimó el efecto compensación de los medicamentos comercializados después de 1981 en 15 países de la OCDE (entre ellos, España) para 67 patologías distintas, y concluyó que, en su ausencia, el gasto hospitalario del año 2015 habría sido un 163% superior de lo que fue en la realidad.
Resultados obtenidos en salud
Otra corriente de trabajos que recoge este informe cuantifica el retorno obtenido por la inversión en medicamentos en términos de salud. Por ejemplo, un estudio de Richard D. Miller realizado para varios países de la OCDE desarrolló un modelo econométrico para estimar los efectos del consumo farmacéutico sobre la función de producción de salud. Concluyó que el gasto farmacéutico se asociaba de manera positiva y estadísticamente significativa con la esperanza de vida, tanto en edades intermedias (a los 40 años) como avanzadas (a los 60 años).
Así, según sus estimaciones, por cada dólar adicional invertido en fármacos, la esperanza de vida de un varón de 40 años se incrementaría un promedio de 1,2 días, y la de un varón de 60 años, en 1,5 días. Posteriormente, James W. Shaw realizó un análisis similar para 29 países de la OCDE, y halló que incrementos en el gasto en medicamentos per cápita aumentarían la esperanza de vida de la población.
Además de en la esperanza de vida, el informe recoge el impacto de los nuevos medicamentos en diversas enfermedades, como el cáncer, la enfermedad cardiovascular, la depresión, el asma, la esclerosis múltiple, la hepatitis C y el VIH/Sida. En todas ellas, los nuevos tratamientos se han traducido en importantes ahorros en costes hospitalarios que compensan el incremento en los costes farmacológicos. Así, por ejemplo, el consumo de medicamentos cardiovasculares, que puede llegar a ahorrar en hospitalizaciones 3,7 veces más que lo invertido en fármacos. En cáncer, los tratamientos oncológicos comercializados entre 1989 y 2005 se asocian a una reducción del 13,3% en el número de días de hospitalización y a una disminución de los costes hospitalarios de 4.800 millones de dólares. Y en VIH/Sida, los antirretrovirales aprobados entre 1993 y 2000 redujeron a la mitad el gasto hospitalario en esos pacientes y aumentaron la esperanza de vida en 13,4 años.
Ahorros no sanitarios y mayor productividad
Junto a los ahorros en los costes directos sanitarios, a menudo los medicamentos, al reducir las limitaciones para realizar las actividades cotidianas, redundan en beneficios en términos de costes directos no sanitarios, como por ejemplo los resultantes de los cuidados personales, formales o informales, que requieren los pacientes, gracias al mejor estado de salud que consiguen estos fármacos innovadores. Los beneficios pueden ser especialmente relevantes en patologías relacionadas con la edad avanzada, como la demencia, la enfermedad de Alzheimer o el Parkinson. «Se ha estimado que, si estas partidas se incluyeran en las evaluaciones económicas, el 85% de las ratios de coste-efectividad obtenidos tenderían a ser más favorables o pasarían incluso a demostrar ahorros netos de costes», asegura el informe.
Los efectos también llegan a otros costes sociales, como las pérdidas por bajas laborales. Así, un estudio estadounidense concluye que el uso de nuevos medicamentos entre 1997-2000 y 2006-2010 redujo en un 6,3% la proporción de enfermedades que causan pérdidas laborales y el número de días de trabajo perdidos. Se estima que el valor de la mayor capacidad de trabajar atribuible a los nuevos medicamentos se sitúa entre 2,3 y 8,1 veces por encima del gasto en nuevos medicamentos.
La eficiencia de la vacunas
El informe hace especial mención a la gran eficiencia de las vacunas, consideradas una de las intervenciones de salud pública más coste-efectivas, gracias a que sus beneficios normalmente superan con creces a sus costes. Por ejemplo, en España, por cada euro invertido en vacunación infantil se ahorran 22 euros en gastos directos e indirectos. En un ámbito global, los programas de vacunación generan ahorros cinco veces superiores a otras medidas preventivas como la cloración del agua, según diversos estudios.
Igualmente, se estima que la vacunación contra 10 enfermedades en 73 países de ingresos bajos y medios realizada en el periodo comprendido entre 2001 y 2020 evitará 20 millones de muertes, y ahorrará 350.000 millones de euros en costes de las enfermedades, lo que representa un valor social y económico de 850.000 millones de euros, como resultado de una mayor esperanza de vida con mejor calidad de vida.