AZUL Y ROSA | MI SEMANA EN OKDIARIO

Yo a los palacios subí…

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  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

Nunca, jamás, se había visto a presidentes de un Gobierno socialista rodearse de tanto lujo y utilizar hasta tres palacios como hacen Pedro Sánchez y Begoña Gómez. Y, anteriormente, José Luis Rodríguez Zapatero y Sonsoles Espinosa. Ellas, dos primeras damas que no lo son (lo es Letizia como esposa del jefe del Estado) le tomaron el gusto a vivir como reinas. Como si sus vidas se hubieran desarrollado siempre entre salones palaciegos y villas reales. Primero en el palacio de Moncloa, la residencia oficial, que no está nada mal, con sus salones y jardines. Sin embargo, las familias de los dos presidentes decidieron que era mejor cambiar de aires en Navidad. Y ambas eligieron otro palacio donde pasar estas fiestas, La Mareta, en Lanzarote, o el de Las Marismillas, en el Parque Nacional de Doñana. Eso sí, acondicionando previamente estos palacios a sus gustos, gastando cientos de miles de euros de dinero público.

En palacios de todo el mundo

Esta semana, María Eugenia Yagüe, en un amplísimo reportaje a dos páginas, en El Mundo, sobre la revista de mis amores y mis dolores, escribía: «Jaime Peñafiel, reportero estrella de ¡Hola!, fue bien recibido durante años en todos los palacios reales del mundo».

Agradezco a la querida amiga y compañera que recuerde, y precisamente en el periódico del que me acaban de despedir, después de treinta años, por mis críticas a la consorte real, que, a lo largo de mi ya dilatadísima vida profesional, más de setenta años, haya sido recibido en palacios de todo el mundo.

En algunos de ellos, como el Raghadan de Amán, residencia oficial del rey Hussein de Jordania, varias veces. Incluso como invitado a compartir alguna que otra comida. ¡Y qué decir del palacio de Niavaran de Teherán del Shah y Farah, en el que me movía casi como en mi casa!

Importante visita al palacio Buckingham para una cena privada con el rey Carlos III junto con Carmen, mi mujer; el de Laeken de la Familia Real belga, por mis entrevistas en su día a Fabiola y Balduino; el de Drottningholm de Estocolmo, de los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, en tres ocasiones; el Palacio Real de Oslo de la Familia Real de Noruega con motivo de la boda de Haakon Magnus y Mette Marit, el 25 de agosto de 2001; el Amalienborg de la Familia Real de Dinamarca en dos ocasiones: la boda de Margarita y el príncipe Henry, el 10 de junio d 1967, y su proclamación como reina tras la muerte de su padre, el rey Federico, el 14 de enero de 1972 .

En el palacio Grimaldi de Mónaco en cuatro ocasiones: para una entrevista en sus jardines con la princesa Grace, en la boda de Carolina y Philipe Junot, el 29 de junio de 1978; en la muerte de Grace, el 14 de septiembre de 1982; y en la boda de Alberto y Charlene, el 2 de julio de 2011. Y en los palacios reales de Narayanhiti en Kathmandu y el de Chitralada en Bangkok, con motivos de las visitas de Estado de Juan Carlos y Sofia a los reyes Gyanendra y Rajya de Nepal, Bhumibol y Sirikit, de Tailandia, en noviembre de 1987.

También en el Palacio Imperial de Tokio del emperador de Japón, durante una visita de los reyes españoles en octubre de 1980, y el palacio real de Riad del rey de Arabia Saudita en 1977, 1982 y 1994, con motivo de las visitas oficiales de los reyes de España. El palacio real de Fez del rey de Marruecos no recuerdo en cuántas ocasiones lo visité. Y, por supuesto, el Palacio Real de Madrid y el de Zarzuela. Asi como el Palacio de El Pardo, donde se celebró la ceremonia de petición de mano de Letizia por los Reyes, el 6 de noviembre de 2003, y anteriormente la petición de mano y la boda de Carmen Martínez Bordiú con Alfonso de Borbón.

En el palacio de Marivent estuve incluso antes que el rey Juan Carlos, el 4 de agosto de 1973, cuando la Diputación de Palma de Mallorca decidió donarle el usufructo del palacio del millonario griego Juan Saridakis y cedido a la ciudad por su viuda, Ana Marconi.

Y en el palacio de… El Elíseo

Pero me faltaba uno de los más importantes de Europa, el palacio del Elíseo, que fue propiedad de madame Pompadour, amante del rey Luis XV, a quien se lo donó y donde vivieron las emperatrices Josefina y la española Eugenia de Montijo.

Mi visita al palacio del Elíseo fue por invitación de la primera dama, Aymone Sauvage de Brantes, esposa del III presidente de la V República, Valéry Giscard d´Estaing. El 8 de diciembre de 1980, yo subía la escalinata de la mansión presidencial situada en el número 55 de la aristocrática avenida parisiense de Faubourg Saint Honoré.

Después de la larga entrevista que mantuvimos en su despacho, la primera dama de la república y este periodista paseamos por los salones que ella había decorado con exquisito gusto. No sólo su despacho y su gabinete sino todos los salones de la primera planta.

Prefería su piso de antes

La gran sorpresa fue cuando, al preguntarle si el Eliseo era un verdadero hogar, me desveló: «Hasta cierto punto, solamente. Mi esposo y yo continuamos en el piso en el que vivíamos antes de que mi marido se convirtiera en presidente».

Cuando le pregunté: «Ahora que es primera dama, ¿que le gustaría?». Sin dudarlo, respondió: «Dejar de serlo». Y es que, a diferencia de las horteras Sonsoles y Begoña, casi ninguna de las primeras damas de Francia han gustado del palacio del Elíseo. La esposa de Mitterrand no quiso vivir en la mansión presidencial. Posiblemente, porque su marido instaló a su amante Anne Pingeot y a Maria Mazarine, la hija oculta de ambos, en unas dependencias gubernamentales próximas al palacio presidencial. Tampoco Bernadette, la esposa de Jacques Chirac. Y Hollande lo utilizó como dormitorio de soltero. Sarkozy, que no sintió el menor apego por la
residencia oficial, prefería el hotelito de su esposa Carla Bruni.

Bernadette Chirac sufría a causa de las infidelidades de su esposo, Jacques Chirac, con fama de mujeriego. Cuando la princesa Diana falleció en París, el 31 de agosto de 1997, no encontraron al señor presidente para informarle. Aunque parezca increíble, aquella noche se encontraba en la cama con la actriz Claudia Cardinale.

Aymone Giscard, como muchas primeras damas, no sólo francesas, fue siempre una sufridora esposa que, al igual que la reina Sofía, llevó siempre con mucha dignidad las infidelidades del señor presidente. Le bastaba sentarse a la puerta de sus sentimientos heridos y mirar para otro lado. Tal vez porque ya no conservaba frescas sus heridas y porque, también, el marido infiel no se merecía tantas molestias.

Por ello quise, sin entrar en este drama matrimonial, centrar mi entrevista en su vida familiar, me atreví incluso a preguntarle: «¿Es el presidente un esposo fácil o difícil?». No se sorprendió y se tomó un tiempo antes de responderme: «Es siempre muy amable y lleno de atenciones…».

Con la máxima delicadeza, insistí en el tema: «¿Hubiera sido mas feliz, de no haber sido su esposo presidente?». Su respuesta: «Es una pregunta a la que no puedo contestar. No tengo ni la menor idea. Aunque su cargo le impide dedicarme algún tiempo».

«Si preguntara a Aymone Giscard qué tal es como esposa…», le interrogué. «Yo le respondería que se lo pregunte al señor presidente», contestó.

En ningún momento pareció alterarse por mis preguntas sobre su vida privada, aun sabiendo que yo debía conocer –porque cuando yo visité a Aymone era del dominio público– la inclinación irreprimible de su esposo hacia las mujeres. Años después se hablaría sobre su pasión por la princesa Diana, de la que se enamoró cuando coincidieron, el 28 de noviembre de 1994, en la Ópera Real de Versalles, donde la esposa del que fuera presidente Giscard había organizado una gala benéfica.

Y volviendo a mi entrevista, observándola con su elegancia natural, sin maquillaje visible, sin apenas joyas y vistiendo un sencillo pero elegantísimo traje de Jean Louis Scherrer, me parecía estar ante una deliciosa porcelana de Sevres a la que nada sobraba ni nada faltaba.

Chsss…

La frase de la semana: «Los Borbones en escena tienen gracia, en la vida real no tanto» (Beatriz Jaén, dramaturga).

Mi amiga y compañera Pilar Eyre escribe: «Cuando Letizia viaja siempre lleva ropa de luto en la maleta». ¿Temor o deseo?, pregunto.

«Muchos andaluces lamentan que Letizia y sus hijas no se hayan enfundado nunca el traje regional mas famoso de España» (Beatriz Miranda, en El Mundo).

Si lo han hecho y en varias ocasiones la reina Máxima de Holanda y sus hijas. Incluso, en una ocasión la princesa Grace de Mónaco, el 20 de abril de 1966.

«El fichaje de Broncano por TVE es una obscena injerencia del gobierno en la televisión pública financiada con dinero de los impuestos», según Carlos Herrera.

Nada que ver la hija de un infanta viajando a Camboya para ayudar en los proyectos solidarios del misionero español Kike Figaredo con la hija tan frívola ella de la otra infanta, en la feria de Sevilla vestida de faralaes.

El polémico y presunto candidato a la presidencia de la Federación Española de Futbol, se ha puesto, antes de tomar posesión del cargo, un sueldo de 675.671 euros.

La presunta imputación de este candidato podría facilitarle el camino.

Del Trust J.R.M. el Rey Juan Carlos (sí, el Rey) no fue su beneficiario ni consta que recibiera cantidad alguna de sus cuentas.

No sólo le toco el c… sino que le introdujo los dedos en la v…, penetrándola después. Inexplicablemente, se le eximió del cargo de violación por ser… quien era.

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