Vuelve el ‘coletas’, vuelve el macho

Si algo le debe la humanidad a Isabel Díaz Ayuso es haber mandado a Pablo Iglesias al estercolero de la política. El que iba a salvar a la clase obrera, y que cambió su condición de redentor por un casoplón en Galapagar, cosechó un gran ridículo en política al intentar frenar a la presidenta madrileña en unos comicios autonómicos y quedar a la cola de los resultados electorales. De ahí pasó a refugiarse en un sinfín de operaciones mediáticas con una audiencia similar a la del telediario de Las Hurdes TV.
De su ejecutoria como hostelero en una tarea de mucha proyección mediática, pero con un éxito de público más que cuestionable, mejor no hablar. De ahí que el coletas se esté dedicando a lo que nunca ha dejado de hacer y en lo que es un artista: la conspiración y la agitación. Como su tirón electoral es lo más parecido a mi capacidad de correr la maratón, ha escogido – porque en Podemos quien manda es él, por mucho que presuman de mujeres empoderadas – a la mamá de sus hijos como candidata al Congreso, mientras Ione Belarra le lleva el botijo. Aunque le voy a decir un secreto: Pablo, Irene tiene aún menos tirón electoral que tú. Con suerte, dos escaños, uno por Madrid y otro por Barcelona, y eso si invitas a medio barrio de Lavapiés a cuenta de la Taberna Garibaldi a chupitos de absenta y van a votar sin conocimiento.
Me gustaría decir que el nivel de los discursos de Iglesias es similar a las películas de Pajares y Esteso, pero eso sería ofender a dos de los mejores cómicos de la historia del cine español. Porque Andrés Pajares y Fernando Esteso, a diferencia del coletas fueron, y siguen siendo, muy populares, y tienen algo que jamás disfrutará el ex vicepresidente: el cariño de la gente. Lo único que tiene Iglesias de Esteso es la pose que el mítico humorista mostró en Pepito Piscinas, un ligón del tres al cuarto que presume de lo que carece. Pero en Esteso era trabajo actoral con vis cómica, mientras que el ex líder de Podemos es que es así, más chulo que un ocho. Y no me imagino al cómico aragonés diciendo a una chica que iba al lavabo «a refrescarse». Eso es Iglesias puro.
De ahí que descalifique con argumentos de barra de taberna a sus adversarios políticos, o actúe como un macho ibérico de tres al cuarto. Si se le ocurriera apuntarse a uno de esos talleres de nuevas masculinidades que montó Ada Colau con el dinero de todos los barceloneses los monitores acabarían metiéndose a monjes y monjas de clausura al ver como el machirulometro que deben tener en el cursillo salta por los aires al conseguir el nuevo récord del aparato.
Su última vacilada al personal ha sido sacar un ajuste de cuentas en forma de libro que acabarán comprando los de Sumar para ver los insultos recibidos, en Moncloa para poder decir que se lo han leído cuando le mendiguen sus cuatro votos en el Congreso y en Cataluña la cohorte de radicales separatistas que le consideran una aliade allende el Ebro. Igual es un éxito de ventas dado que, si Pilar Rahola vende un montón de novelas, Iglesias puede colocar sus declaraciones en forma de ensayo entre el público. A fin de cuentas, Podemos tiene su peso en TVE, y con una buena promoción se vende cualquier cosa.