Vox y el odio separatista

“Al fascismo, a los nazis, se les combate con un puñetazo en la boca. No hay medias tintas”. Estas ‘cariñosas’ palabras para Vox fueron pronunciadas, en el programa de más audiencia de la radio pública catalana, por una de las ‘estrellas’ de los medios públicos catalanes, Jair Domínguez. Este ‘humorista’ analizó dos días después de las elecciones autonómicas del 14 de febrero los resultados en dos poblaciones en las que la formación de Ignacio Garriga había conseguido buenos resultados, superando el 20% de los sufragios: La Pobla de Mafumet (Tarragona) y Vilamalla (Gerona). Por supuesto, Domínguez calificó a ambas villas de “neonazis” según recoge un auto de la Audiencia de Barcelona, que ha reabierto la causa que emprendió VOX contra este personaje al que acusa, merecidamente en mi opinión, de “delito de odio”.
Casi medio millón de personas escucharon a uno de los referentes de la comunicación en catalán pidiendo que se golpee a los que él calificó de “fascistas”. No hablamos de un cualquiera: Jair Domínguez presenta un programa diario justo antes del telediario nocturno de TV3 (‘Està passant’), tiene otro programa diario en horario nocturno en la radio de la Generalitat (‘El búnquer’) y además cuenta con un espacio semanal en la televisión interactiva de TV3 (‘Bricohéroes’). Por supuesto, sus insultos a VOX no le han supuesto su despido, más bien al contrario, los presupuestos de sus programas han recibido un aumento. Claro está que entre sus ‘méritos’ para el independentismo, aparte de atacar a los de Abascal, está el decir habitualmente “Puta España” y desarrollar guiones en los que sueña con felaciones de la Reina Letizia.
El separatismo catalán siempre ha tratado con rencor y violencia al que considera su ‘enemigo’. Lo han sufrido muchos dirigentes del Partido Popular como Alejandro Fernández o Xavier García Albiol -este último especialmente-; alguno del PSC como Miquel Iceta y, sobre todo, los de Ciudadanos con Inés Arrimadas o Albert Rivera a la cabeza. Recordemos cómo el comercio de la madre de este último ha sido vandalizado al menos en una docena de ocasiones. Pero desde que han centrado su objetivo en VOX, la virulencia secesionista ha alcanzado cotas increíbles.
Durante la campaña electoral de las últimas autonómicas catalanas Vox sufrió la violencia de los radicales separatistas de una manera extrema. A menudo jaleada por referentes del secesionismo. Pilar Rahola llegó a escribir en su perfil de Twitter, tras el salvaje ataque que Ignacio Garriga y Javier Ortega Smith sufrieron en la localidad barcelonesa de Vic, lo siguiente: “La huida de Vox de Vic de esta tarde. Orgullo de un pueblo que no quiere a la extrema derecha”. Luego lo borró ante el revuelo generado, pero su opinión quedó más que clara. Algo tienen los de Abascal que saca lo peor que el independentismo lleva dentro. Y en cantidades industriales. El hostigamiento que sufren sus militantes en toda Cataluña cada vez que ponen una carpa para facilitar información a los vecinos de un barrio es sistemático: se monta una mesa con folletos de VOX y aparecen, de manera organizada, docenas de personas con pancartas insultantes, gritos de “fuera fascistas” y lanzan objetos. Que sea la cuarta fuerza del Parlament y que representen a más de doscientos mil catalanes a estos radicales les importa bien poco.
Por supuesto, los medios de la Generalitat hablan poco de Vox, y no precisamente de manera neutral y objetiva. Hartos, los diputados autonómicos de la formación han recurrido al Consejo del Audiovisual de Cataluña para denunciar que TV3 y Catalunya Ràdio “vulneran la neutralidad informativa, el pluralismo en la comunicación y existe una dejación ante la obligación de difusión de la actividad de nuestro Grupo Parlamentario”. No valdrá de mucho, pero bueno es alzar la voz. Si la televisión autonómica catalana aumenta los honorarios del que grita “¡puta España!” en antena, dudamos mucho que vayan a cambiar su actitud para tratar con equidad a un partido que combate el separatismo. No lo han hecho hasta ahora, y no van a modificar su línea propagandística mientras el independentismo domine la Generalitat.
Vox tiene futuro en Cataluña. No creo que consiga ganar unas elecciones autonómicas, como consiguió Ciudadanos en el 2017, pero si puede mantener durante años un grupo entre diez y veinte diputados que representen a los catalanes que no solo están hartos del independentismo, sino que quieren un discurso sin complejos y sin ningún tipo de componendas con el secesionismo. Siempre que no cometan el mismo error que en el pasado han cometido en Cataluña todos los otros partidos no nacionalistas: anteponer la agenda política del Congreso de los Diputados, el día a día de la política nacional, al combate ideológico a largo plazo contra el separatismo.