Violencia política de la izquierda

Violencia política de la izquierda

La frase «no hay mejor defensa que un buen ataque», que tanto se usa en el deporte, se dice que está tomada de la obra El arte de la guerra, escrita en el siglo V antes de Cristo por el general, estratega militar y filósofo chino, Sun Tzu. En realidad en ese libro no aparece esa frase literal, sino que lo que dice es que «la invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad es una cuestión de ataque» y «la defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia». Lo que explica Sun Tzu es que primero debes construir una defensa que te haga invencible y que sólo cuando detectes debilidades en las defensas de tu enemigo debes pasar al ataque, si es que valoras que tienes medios suficientes para lograr el éxito. En el deporte todo el mundo entiende que si te lanzas como un loco al ataque, sin haber construido antes una buena defensa, te van a dar la del pulpo.

Esto es exactamente lo que le ha pasado a Irene Montero. Como sólo tiene una cultura de barniz, de buena apariencia pero completamente superficial, se quedó en la frase manida creyendo que podría defenderse sólo atacando, sin saber lo que de verdad significa ese concepto, y ahora le está cayendo una somanta de palos absolutamente merecida. Indignada y ofendida al ver cómo gracias a su ley del sólo sí es sí están reduciéndose las penas de los violadores, que ya han empezado a salir a la calle gracias a ella; decidió primero hacerse la víctima llorona para, una vez victimizada y habiendo recibido el respaldo de los suyos, lanzar un furibundo y desesperado ataque contra todos los que la critican.

Dice Irene Montero que asegurar que ocupa su cargo por ser la madre de los hijos de Pablo Iglesias es violencia política contra ella y contra todas las mujeres de extrema izquierda «feministas» y «demócratas» y, después de llorar, se lanza al ataque señalando como fascistas a toda la bancada de Vox. Y como ese ataque desesperado no ha sido suficiente para tapar la diaria excarcelación de violadores, unos días después ha arremetido contra el PP acusándolo de «promover la cultura de la violación”. Son las dentelladas desesperadas del lobo herido que, sin mucho cerebro, en vez de huir a sanar sus heridas, intenta salvarse atacando al cazador.

Resulta ridículo ver quejarse ahora a una representante del partido de extrema izquierda que importó del kirchnerismo argentino una violencia política que en España no conocíamos. Antes de Podemos, aquí no existían los escraches que ellos calificaron de «jarabe democrático». Fueron ellos los que ejercieron violencia política contra Rosa Díez en el salón de actos de la Facultad de Políticas de la Complutense, cuando Iglesias y Errejón no quisieron dejarla dar una conferencia llegando incluso a llamarla «asesina». A Cristina Cifuentes le escupieron, empujaron, insultaron y amenazaron de muerte cuando iba andando por la calle, teniendo que refugiarse en un restaurante. A la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría le montaron el escrache en la puerta de su casa, donde estaba su hijo recién nacido. Rita Maestre asaltó violentamente la capilla de la Complutense donde se desnudó entre gritos de «arderéis como en el 36» y «vamos a quemar la conferencia episcopal».

Isa Serra ha sido condenada por atacar violentamente a una mujer policía en un desahucio. Los seguidores de Vox fueron apedreados para intentar impedir su mitin en Vallecas. En el desfile del orgullo gay lanzaron orines, lejía y compresas mojadas a los simpatizantes de CiudadanosBegoña Villacís fue acosada e insultada dos días antes de dar a luz. A Isabel Díaz Ayuso lo más suave que le dicen es IDA y asesina. Son sólo algunos ejemplos, si pretendiéramos hacer un listado completo de todas las veces que el partido de Irene Montero ha ejercido la violencia política la lista sería aún más larga que la de los violadores que se han beneficiado ya de su reforma legal.

Pero siendo graves todos estos hechos de violencia política protagonizados por Podemos, ninguno es comparable con la violencia contra las víctimas de ETA ejercida por Pedro Sánchez, que ha blanqueado a los herederos de ETA sentándose a negociar con el partido político que lleva en sus filas a condenados por terrorismo, se sigue negando a criticar sus asesinatos y organiza homenajes a los etarras. Para asegurarse su apoyo, el presidente del Gobierno ha concedido lo que ETA exigió para no asesinar a Miguel Ángel Blanco, transfiriendo al Gobierno vasco las competencias de prisiones y trasladando allí a todos sus presos para que el PNV les aplique beneficios penitenciarios, en lo que ya ha sido bautizado como un indulto enmascarado. Cuando se habla de violencia política la izquierda tiene el puño de hierro y la mandíbula de cristal.

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