«La verdad y la realidad: el progresismo soy yo»
Nunca en España, con Gobiernos de uno y otro color -desde Adolfo Suárez hasta Mariano Rajoy, pasando por Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero- habíamos experimentado una situación como la actual, con un personaje como presidente del Gobierno que es oportuno recordar y no olvidar que llegó al Ejecutivo tras recibir las dos mayores derrotas obtenidas por el PSOE desde 1977, con la exigua cifra de 84 diputados, y que lo hizo mediante una moción de censura invocando la «corrupción del PP» y la necesidad de «preservar la calidad de nuestra democracia». Calidad que sin duda comprobamos con su uso y abuso del Real Decreto Ley y la Proposición de Ley, en perjuicio del Proyecto de Ley, que tiene un procedimiento tasado más riguroso y sometido a preceptivos controles jurídicos por el CGPJ y el Consejo de Estado, entre otros.
Por si fuera poco, carece además de límites para ceder a cuantas exigencias le plantean a fin de conseguir un Gobierno «progresista», porque el «progresismo es su persona en el Gobierno». Para ello, no duda en «buscar votos hasta debajo de las piedras», expresión que denota a las claras la carencia de todo tipo de límite ético, de valores y compromisos previos para pactar con quien sea. Porque para su persona todo voto, venga de donde venga, es válido: el comunista, el separatista catalán y vasco, el de los sucesores políticos de ETA… Todo vale, con tal de seguir en el poder.
En una entrevista «a la carta» ha tenido que emplearse a fondo para intentar aclarar algo que, según él, ya estaba muy claro en el pacto alcanzado con el «progresista» Puigdemont en materia de inmigración, para permitirle convalidar al menos dos de los tres Reales Decretos Ley por 172 votos contra 171. Su aclaración es para decirle que de lo pactado por escrito, nada de nada, pues sus «progresistas» socios, secesionistas identitarios y supremacistas, ya han expresado su voluntad de expulsar a los inmigrantes irregulares llegados a Cataluña que sean delincuentes reincidentes; y otros socios suyos, los también progresistas comunistas de Yolanda y de Podemos, han comentado sus reservas al respecto. No es extraño que Puigdemont, conociendo a su persona, exija para seguir apoyándole durante la legislatura un verificador internacional experto en negociaciones con las FARC que realice un seguimiento de lo acordado con su emisario, el docto Cerdán.
En sus declaraciones, Sánchez también ha dejado auténticas perlas cultivadas para la posteridad: «Los independentistas ahora discuten sobre el IVA del aceite o el transporte». Quizás habría que comenzar por recordarle que su «señorito» va a ser autoamnistiado de un golpe de Estado contra el orden constitucional con delitos de sedición, malversación, prevaricación… por los que lleva casi siete años huido de la Justicia. Y que en cuanto al transporte, le ha exigido la transferencia de las competencias de cercanías ferroviarias que sus ministras habían afirmado «eran intransferibles por tratarse de una competencia estatal». Y del IVA del aceite, de momento, no hablamos.
Otra joya para la historia del sanchismo es su afirmación de que «es imposible gobernar España si no se asume la pluralidad política y territorial», lo que nos remite a sus predecesores en La Moncloa, que consiguieron gobernar sin pactar con sus progresistas socios.
Pero la declaración más relevante es acerca de qué es para él «la verdad», con la que tiene una acreditada trayectoria de difícil coexistencia pacífica. Ya es conocido que él nunca miente, sino que «cambia de opinión», y ahora nos enseña que «la única verdad es la realidad». Sin duda, su multitud de asesores han hecho una auténtica filigrana filosófica, digna de Descartes o de Kant. Lo que nos remite a otra inquietante pregunta: Y, ¿qué es la realidad?
Es una realidad que hay pobreza, guerra y miseria en el mundo. Y, ¿no es una realidad que él había afirmado «veinte veces, si hiciera falta», que no pactaría nada con Bildu?
También es una triste realidad que España se encuentra en estas incalificables manos.
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