Alvise e Iván, los nuevos tontos útiles de Sánchez

El belga Victor D’Hondt no debía tener nada mejor que hacer en 1878 cuando se puso a darle al coco y parió la norma que 147 años después dirime la suerte electoral en España y en no menos de 30 países, entre ellos, varios socios comunitarios: Austria, Finlandia, Países Bajos, Polonia, Bélgica y Portugal. Lo curioso es que no era matemático, y eso que la fórmula D’Hondt es matemática pura, sino profesor de Derecho Civil y Fiscal en la Universidad de Gante. Sea como fuere, la palabra de don Victor ha sido ley en todos los comicios que se han celebrado en España desde la reinstauración de la democracia. Es un sistema de representación proporcional cuasipura que prima a los grandes partidos a la vez que alzaprima a los nacionalistas en circunscripciones pequeñas.
Este método se concibió con la mente puesta en asentar un sistema bipartidista que protegiera especialmente a las minorías nacionalistas. Una más de un proceso constituyente que firmó su sentencia de muerte el mismo día de su consagración al mimar a los independentistas no sólo con la Ley D’Hondt sino también con la cesión de las competencias en Sanidad y Educación. Estas últimas fueron claves para balcanizar España sin posibilidad de vuelta atrás toda vez que quien controla la Educación, controla el futuro. Si a los ciudadanos les lavas el cerebro desde niños construirás la sociedad que a ti, pequeño gran dictador, te dé la realísima gana. Los Pujol, Arzalluz y cía estaban encantados de la vida con unos ucedistas que, por muy catedráticos, notarios y abogados del Estado que fueran, eran unos pardillos de tomo y lomo. O unos acomplejados, quién sabe.
Durante 35 años la Ley D’Hondt garantizó la alternancia entre un gran partido de centroizquierda, el PSOE, y otro de centroderecha, primero la UCD, más tarde el Partido Popular de José María Aznar. Todo saltó por los aires con la mayor crisis económica desde la Guerra Civil, la provocada por Rodríguez Zapatero que arrasó nuestra economía durante seis años (2008-2014) que se nos hicieron eternos. La consecuencia del desastre fue la irrupción de varios outsiders: a la izquierda, Podemos, comandado por el delincuente de Pablo Iglesias, y en la derecha Ciudadanos con Albert Rivera a los mandos y Vox con Santiago Abascal como cabeza de cartel.
Para que nos hagamos una idea de la mala salud del bipartidismo basta recordar que los 137 escaños del PP están a 39 de la mayoría absoluta
Nada volvería a ser igual. El sueño de las mayorías absolutas se desvaneció para mucho tiempo, tal vez para siempre. El mejor resultado que ha obtenido uno de los dos grandes partidos en estos 11 años son los 137 escaños de Alberto Núñez Feijóo, el hombre que ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado. Para que nos hagamos idea del mal estado de salud del bipartidismo basta recordar que esas 137 actas están a 39 de la mayoría absoluta. Los grandes partidos de antes son los grandes bloques ideológicos de ahora. La gente no se sale de su espacio ideológico, como mucho alterna entre las diferentes siglas a su alcance. Y a ello hay que unir el nada irrelevante hecho de cada vez menos votantes pasan del PSOE al PP y viceversa. Se suelen llevar el gato al agua aquéllos que más movilizan, a sensu contrario, quienes menos de los suyos se dejan en casa.
La moraleja de este cambio histórico es que ahora la Ley D’Hondt se resume en tres palabras: menos es más. Cuantos menos partidos luchen por el voto de su bloque ideológico, más posibilidades tendrá esa mitad de España de gobernar. A los hechos me remito: cuando en la derecha concurrían tres partidos (PP, Ciudadanos y Vox) y en la izquierda dos (PSOE y Podemos) las posibilidades de los primeros oscilaron entre cero y ninguna. Pablo Casado se estrelló dos veces anotándose, de paso, los peores resultados de la historia del PP.
El envite se equilibró considerablemente con la desaparición de Ciudadanos y la consiguiente consolidación del bipartidismo en la derecha. Fue un 2-2 (PSOE y Sumar por un lado y PP y Vox por otro). Las últimas generales son perfecto reflejo de ello. Los de Génova 13 vencieron de largo y Pedro Sánchez tuvo que pactar con lo peor de cada casa, incluida esa ETA que asesinó a 12 socialistas, para seguir volando en esa obsesión que es para él el Falcon. Si el PP no gobernó fue sencillamente por la pésima campaña que implementó y por los contradictorios mensajes que lanzó, que mandaron a la playa a decenas de miles de votantes.
El PSOE continúa encantado de la vida con un Alvise al que ya detestan por delincuente hasta sus propios compañeros de candidatura europea
Ante la cada vez más probable convocatoria de elecciones anticipadas, el 24 de julio de 2023 vaticiné que esta legislatura sería clónica de la 93-96 y no me estoy equivocando, Moncloa y Ferraz están desplegando sus más maquiavélicas armas, arte en el que dan sopas con honda a sus rivales. Y no hablo precisamente de esa fontanería del partido que es más torpe que las grandes estrellas de la TIA, Mortadelo y Filemón. El sanchismo no es ajeno al surgimiento de ese mangante que es Luis Pérez, más conocido por su alias, Alvise Pérez. Conviene no olvidar cómo el mismísimo presidente le citaba en sus mítines de las europeas de hace un año. Se me corregirá que lo hacía despectivamente pero a nadie se le escapa que el autócrata es un maestro de esa propaganda goebbelsiana entre cuyos principales preceptos figura el infalible divide et impera latino (divide y vencerás). Y lo que hacía implícitamente era dirigir el voto antisanchista a Se Acabó la Fiesta, un montaje financiado por el turbio mundo de las criptomonedas, los clubes de alterne y empresarios colombianos.
Consecuencia: el margen entre PP y PSOE fue exiguo hace un año menos un día, 22 asientos en el Europarlamento para el partido azul y 20 para los del puño y la rosa. Casi terminan en tablas. No fue más amplio porque la irrupción del faker a sueldo dividió el voto en la derecha. Ahora Ferraz continúa encantado de la vida con un Alvise al que ya detestan por delincuente hasta sus propios compañeros de candidatura europea y es igualmente la mano que mece la cuna del partido que lleva meses preparando Iván Espinosa de los Monteros de la mano de varios antiguos diputados de Vox, con Víctor González Coello de Portugal de gran lugarteniente. Vivir para verlo: dos posh de manual al servicio del sanchismo.
Espinosa de los Monteros coqueteó durante meses con el faker a sueldo, ahí está la imagen de ambos con el constructor Mariano Schoendorff, uno de los financiadores de Se Acabó la Fiesta, pero finalmente decidió emprender su propio camino. Y no será porque el eurodiputado que cobra en dinero negro no le haya pedido por activa y por pasiva aunar fuerzas. El marido de Rocío Monasterio ha llegado, incluso, a tocar la puerta del admirable Alejo Vidal-Quadras, que de momento ha declinado amablemente la oferta. Y tanto Iván como Víctor están pasando el cepillo ante empresarios que históricamente colaboraron con Vox. El más conocido de ellos es Ricardo Garrudo, un riquísimo emprendedor que presidió la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) y la formación verde en su tierra, Cantabria.
Si Alvise y Espinosa de los Monteros se presentan en las generales, las opciones del constitucionalismo disminuirán exponencialmente
Ahora mismo las encuestas conceden a la suma PP-Vox el 48,5% de los votos, un holgadísimo colchón que en todos los escenarios contemplados por la Ley D’Hondt representaría mayoría absoluta. El margen para alcanzar ese número mágico que son los 176 diputados es el 46% o el 46,5%, por debajo de ese umbral hay que cruzar los dedos para echar al mafioso y gobernar. Los insobornables datos no mienten: el 45,44% que obtuvieron PP y Vox el 23 de julio de 2023 resultó insuficiente para largar a Sánchez y a sus socios terroristas, comunistas, bolivarianos y sediciosos.
Conclusión: si el delincuente de Alvise y el niño bonito que es Iván Espinosa de los Monteros se presentan, las opciones del constitucionalismo disminuirán exponencialmente. Basta con que cada uno de ellos saque un 1,5% para que las posibilidades de acabar con la pesadilla sanchista se reduzcan a la minimérrima expresión. Constituiría una jugada genial del sanchismo: mantendrían al autócrata en la poltrona y a esos peligros públicos que son Alvise y su cuate Espinosa de los Monteros fuera del Parlamento. Con un 1,5% un partido nacional no tiene nada que hacer en la Carrera de San Jerónimo.
No son cuentos, son cuentas. Pedro Sánchez ya ha dado cuerda al faker a sueldo y a Espinosa de los Monteros, hijo por cierto del primer presidente de Iberia —entonces compañía pública— en época socialista. Ellos y nada más que ellos son el único obstáculo para que Feijóo sea presidente del Gobierno y para frenar la imparable subida de Santiago Abascal. Si hay dos contendientes en la izquierda y cuatro en la derecha —suponiendo, que es mucho suponer, que Alvise sea de derechas—, tendremos cuatro años más de Pedro y Begoña y la venezolanización de España devendrá en irreversible. Claro que siempre nos quedará el recurso de cruzar los dedos para que el otrora tonto útil del PP marianista, Pablo Iglesias, cuele una tercera papeleta en la oferta electoral de izquierdas. Visto lo visto, no nos queda otra que encomendarnos al compañero de la liberavioladores.