Opinión

¡Ay, la ‘envidiable’ tiranía…!

¡Maldita hemeroteca! ¡Y malditos demócratas de pacotilla! La sangrienta y opresiva evolución de los acontecimientos en Venezuela día tras día no hace sino aumentar el bochorno y la indignidad que cualquier españolito de infantería debería sentir al rebobinar la nauseabunda película del chavismo y escuchar frescas aquellas palabras preñadas de ignominia e impunidad de Pablo Iglesias en la tele bolivariana. ¡Se le saltaban las lágrimas de emoción de ver en imágenes al glorioso ‘comandante’! ¡Le abordaba un incontenible sentimiento de envidia al contemplar lo cuajado del Estado de derecho en Caracas y alrededores! ¡Y cómo hemos terminado!

¡Qué vergüenza! Aquellos discursos deberían ser rememorados cada hora, porque son una losa sobre la credibilidad y la estatura ética del líder de la coleta, porque invalidan sus engoladas y palabreras propuestas de regenerar la vida pública, y porque le retratan en su antipatriotismo de libro y visceral. Sí. Porque en aquellas intervenciones babeantes («no muerdas la mano que te da de comer») despotricaba contra unos medios de comunicación —los nuestros— dominados por multimillonarios sátrapas que ejercían la censura; porque las instituciones —las nuestras— estaban tomadas por unas elites que mantenían al pueblo llano atenazado y amordazado con camisa de fuerza; porque la crisis social y económica verdadera —la nuestra— era la de neoliberales que promovían la desigualad y la pobreza para mantener privilegios de copa y puro.

¡¿Y ahora qué?! ¿Qué pasa con ese dictador de bigote que agrede a periodistas en la «envidiable Venezuela»? ¿Qué con ése que entra con tanques, botas y uniforme verde oliva en la Fiscalía General de la «envidiable Venezuela»? ¿Qué con ése que castiga a sus humillados, perseguidos y encarcelados compatriotas sin pan, sin leche, sin papel higiénico, sin pasta de dientes? ¿En qué inmundo rincón ha quedado arrumbada la retórica hueca y chillona del supercomisario de Podemos? ¿Ahora no se ejerce en dirección opuesta para denostar y vapulear al gamberro que desde el poder hiere, amenaza, tortura y mata a la disidencia? ¿Provocaba más emoción Chávez que la que hoy provocan Leopoldo López o Antonio Ledezma revolviéndose insólitamente como héroes frente a uno de los modelos más asquerosos de comunismo militar que se ha instaurado en lo que va de siglo XXI?

No, señores. Lejos de retractarse en sus hagiográficos sermones laudatorios de los personajes y los principios más abyectos del movimiento bolivariano, el jeque de los morados antisistema ha enarbolado la teoría del mejunje. No exige que se libere ‘ipso facto’ a los mártires de la tiranía sino que llama a que se alcance alguna componenda o pastiche entre quienes encañonan o aplastan con las orugas y quienes gritan libertad o claman por el respeto a los derechos humanos más fundamentales. Se puede caer más bajo, claro. Se puede izar a más altura la bandera de la infamia, por supuesto. Pero para eso, por desgracia, tendrán que pasar las horas y multiplicarse las víctimas de este matonismo caribeño de nuevo cuño que con tantas y tan cobardes complicidades cuenta todavía en nuestra querida España.