Terribas, al rescate de Junts

Carles Puigdemont, Junts, Cataluña
Xavier Rius
  • Xavier Rius
  • Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

La Vanguardia publicaba el pasado domingo una encuesta que ponía los pelos de punta. Incluso a este cronista. Cosa francamente difícil en este caso. Aliança Catalana, el partido de la alcaldesa de Ripoll, pasaba de dos escaños a 19. Y se situaba solo a dos de Junts y de Esquerra.

El partido de Puigdemont, en efecto, sufría un batacazo notable: de 34 a 21. Perdía 14 diputados de golpe. De 34 a 21. Como Illa, que también bajaba. De 42 a 36. Seis menos. Mientras que ERC, en cambio, subía uno: de 20 a 21. En las últimas elecciones —las convocadas por Pere Aragonès— ya tocaron fondo: perdieron trece. De 33 a 20.

Desde luego, es sólo una encuesta. Yo no me fío de los sondeos. Hace años, el entonces portavoz del PSC, Miquel Iceta, dijo en un corrillo con periodistas tras una rueda de prensa en la sede histórica de la calle Nicaragua que solo sirven «para crear opinión, no para detectarla». A mí, como pueden ver, la frase me quedó grabada.

Pero no hay que ser un experto en demoscopia para intuir que Aliança sube. El pasado día 15, El Mundo publicaba otra encuesta en la que se llevaba votos de Junts (17,4%), Esquerra (9,9%) o la CUP (4,4%). También de partidos contrarios a la independencia como Vox (6,6%), Comunes (4,3%), el PSC (3,7%) o el PP (2%).

La Vanguardia edulcoró la realidad en su primera página. Podía haber titulado: «Aliança se queda a dos escaños de Aliança». O incluso, en plan más sensacionalista, «Aliança se come a Junts». Pero eso ya habría hecho tambalear definitivamente los cimientos de la política catalana.

Hay otra opción, solo para malpensados, de que la encuesta fuera en realidad un grito de alarma. O incluso una manera de alentar el voto del miedo. Al fin y al cabo, los de Orriols siempre se han mostrado partidarios de cortar en seco las subvenciones a medios de comunicación.

Quizá por eso el diario del Grupo Godó prefirió titular que se auguraba una «Cataluña ingobernable». Entre otras razones, porque aquí siempre ha primado el llamado ‘eje nacionalista’ en vez del eje ‘derecha- izquierda’.

Es impensable, incluso, aunque pudiera, que el PSC pactase con el PP. Ya no digo con Vox. El propio Salvador Illa no ha tenido ningún inconveniente de gobernar, a la hora de la verdad, con ERC.

A pesar de que fue uno de los asistentes, en representación del PSC, a la manifestación constitucionalista del 8 de octubre del 2017. Aunque, en esa ocasión, fue eclipsado por Josep Borrell, que fue una de las estrellas.

Al crecimiento de Aliança, creo que él mismo ha contribuido. Además del cordón sanitario de TV3. Desde la época en que los romanos perseguían a los cristianos, el perseguido sale reforzado.

Las sesiones de control, por ejemplo, se han convertido en un toma y daca entre el presidente de la Generalitat y Sílvia Orriols. Tiene la manía, por otra parte, de señalarla con el dedo. Como si fuera una clase escolar.

En una ocasión, le dijo que la posición contraria a acoger menas «dice mucho de la opción que es usted». Y, en otra, suscribió enteramente la afirmación de Pere Aragonès, en una visita a la comunidad musulmana de Martorell, de que «sois Cataluña, no hace falta que os integréis».

Quizá por todo esto, Mònica Terribas tuvo que salir al rescate de Junts este lunes. Fue en la tertulia de Rac1. No deja de ser curioso que la que fuera directora de TV3 durante el proceso la hayan acogido ahora en la empresa de la competencia.

Tuvo que emplearse a fondo. No en vano la relación viene de lejos. Mas ya intentó hacerla consejera de Cultura en su primer gobierno tras ganar las elecciones del 2010. La periodista no vio claro entonces su paso a la política.

Al final, el líder de CiU optó por Ferran Mascarell como segundo plato. Mascarell había sido ya titular de Cultura en el último gobierno de Pasqual Maragall entre abril y noviembre del 2006. Debió saberle a poco.

Mònica Terribas también presentó el libro de memorias de Mas del período.  «Cap fed, cor calent» (2020). Desconozco si hay versión en castellano, pero, si la hubiera, sería «Cabeza fría, corazón caliente».

La relación viene de lejos porque su padre ya fue uno de los fundadores de Convergencia en Montserrat (1974) en las postrimerías del franquismo.

En cambio, la vi presentar las memorias de Duran sobre el período —el 25 de marzo del 2019— y su cara era un poema. Hasta yo me pregunté: ¿qué hace aquí?

Puso, por tanto, toda la carne en el asador durante la entrevista a Orriols. Tanto que se ha ganado, entre los fans de la alcaldesa de Ripoll, el apodo de «la Terribles». Fue, de largo, la más beligerante de todos los que intervinieron.

Empezó hablando del nacimiento de Ciudadanos y cómo, al final, «ha desaparecido». Una manera sutil de establecer comparaciones entre uno y otro partido.

En cuanto la tuvo a tiro, le preguntó cómo iba a materializar la independencia de Cataluña, pero antes pasó por Gaza. Le recordó, en un par de ocasiones, los «66.000 muertos”, de los cuales «20.000 eran criaturas», siempre según fuentes de Hamás.

Total para acabar pidiendo si sería necesario un «ejército catalán» en condición de tener una confrontación militar con España. Lo he dicho siempre. Querían muertos. La violencia, cómo se consiguen las independencias, era el sueño húmedo del proceso. Lo que pasa es que era un quiero y no puedo.

Saltaron chispas. Sílvia Orriols no se anduvo con chiquitas. «Parece mentira que todavía haya personas que compren el relato de Hamás», le espetó. Acusó a la ex de TV3 de «dar cobertura a este grupo terrorista» y afirmó que los rehenes que todavía tiene en su poder «no importan a nadie».

Mònica Terribas la interrumpió y Orriols la cortó en seco. «Respete el tono de palabra. No tengo necesidad de salir en RAC1. Son ustedes los que me han llamado». Hasta Jordi Basté intercedió: «Diga, diga, solo faltaría. ¿Mónica, quieres decir alguna cosa más?». «No —respondió—, pero que conteste». Sonó a retirada.

En fin, el problema es que Junts se ha dejado la credibilidad en el proceso. Aquel 10 de octubre del 2017, Carles Puigdemont proclamó la República de los ocho segundos porque, aseguró, había «contactos para una mediación internacional».

Era mentira, claro. Si hubiera habido alguno, lo sabríamos. Solo el lehendakari Iñigo Urkullu se ofreció y eso no es una intermediación internacional. El propio Rajoy lo dejó claro en el Supremo. No hay mediación si dos no quieren. Trump, cuando se fue a ver al líder norcoreano Kim Jong-un en el 2019, no llevaba ningún mediador.

Todavía es menos creíble en materia de inmigración, por mucho que ahora vayan pidiendo competencias. En el 2021, en pleno covid, se manifestaron delante del CIE de la Zona Franca para pedir su cierre. Como si fueran de la CUP. Iban con mascarillas, pero se reconoce a dirigentes del partido como la presidenta Laura Borràs, Elsa Aradi, Jaume Alonso- Cuevillas, Josep Rius, Auroda Madaula y Francesc de Dalmases.

El pasado 5 de abril asistí a un acto de Aliança en Platja d’Aro. Quería ver, in situ, cómo iban de implantación territorial. El secretario de formación, Jordi Aragonès —primo, por cierto, del expresidente de la Generalitat— terminó su discurso con un llamamiento al «seny y ordre». Sentido común y orden. Era lo que había defendido siempre Convergencia. Por eso ahora le están comiendo el terreno.

Lo último en Opinión

Últimas noticias