Tancredito Sánchez


En sólo un año en La Moncloa, el líder socialista ha desarrollado un síndrome de Estocolmo asombroso con la figura del Presidente Rajoy. Como si el aura marianista siguiera presente en el complejo de gobierno de Puerta de Hierro y Pedro Sánchez procurara no enfadarla. Y es que si el pontevedrés fue catedrático en imperturbabilidad, seña de identidad de sus mandatos, la resiliencia del Doctor Fraude está mutando hacia un “dontrancredismo” galopante.
Como el novato Tancredo López que hizo la estatua ante el toro y salió victorioso, el Obama de Pozuelo ya no tiene nada que perder tras los resultados de las últimas elecciones. Sabe que el tiempo ha dejado de jugar en su contra y que el viento sopla también favorable en caso de repetición de las generales. Porque ya se encargará de activar toda la maquinaria monclovita y del PSOE para recalcar que si no hay investidura, los culpables serán quienes han bloqueado su camino. De ahí, que en la segunda ronda de contactos anunciada —la primera que hizo anticipándose al Rey fue un calco de la que acuñó Rajoy en 2015— haya apostado por verse también con Casado y Rivera, descargando sobre ellos la responsabilidad de tener que aceptar la abstención de los separatistas y Bildu para que haya legislatura. Ello, si no prospera la vía navarra, que populares y naranjas ya han admitido su incapacidad para frenarla.
Así, Sánchez ya camina con una impasibilidad plagiada a Rajoy, rehuyendo adversidades antes incluso de que se presenten. De hecho, con este ánimo ultrasereno ha afrontado la que será su segunda investidura tras la fallida del Pacto de Abrazo en 2015. Como hiciera su predecesor por primera vez en Democracia, no se ha asegurado los apoyos necesarios para ser presidente antes de aceptar el encargo del monarca. Es más, ni siquiera le preocupa, a diferencia de Rajoy, que dijo sí a Felipe VI en 2016, pero no garantizó que se sometiera a la investidura si no contaba con garantías de superarla. Sánchez está más que dispuesto, con el as de los pactos autonómicos y municipales bajo la manga, y en la Carrera de San Jerónimo se habla de la segunda mitad de julio para el primer intento.
El problema está en las consecuencias de pisar el freno demasiado. A Don Estafermo le funcionó el punto muerto y supo manejarse con un sentido arácnido envidiable hasta la moción de censura, sin que ello repercutiera en los intereses del país, sobre todo, en la economía, que fue creciendo a un ritmo plausible. En cambio, con la llegada del PSOE al poder el último año, la recuperación se ha resentido y la incertidumbre ha asomado de nuevo. Si no hay gobierno, Presupuestos y reformas de manera urgente y Tancredito Sánchez se acomoda, lo pagaremos los españoles. Las copias no siempre son buenas.