El siniestro Sánchez es un zurdo ilegítimo, es Trump

Pedro Sánchez

Su última carta sólo la puede escribir, en opinión de mi psiquiatra conocido y reconocido, un desequilibrado, mentalmente cercano a los ataques paranoicos. Mi psiquiatra de cabecera me dice: «Es, como te diría yo, es lo más parecido a Trump». Tengo para mí, para el cronista, que incluso sus simpatizantes están asombrados. Él se siente perseguido por el mundo y escribe cartas contra el mundo. Estaba callado estos días, conforme en cómo le iban a las cosas. Se había inventado, porque a los suyos les viene mejor, porque les parece menos gastado, el término zurdos, en vez de izquierdistas o casi comunistas que es lo que son. Era una proclama oral no escrita. Ellos, los fans de Sánchez, son así -aseguran- zurdos y se presentan como los epígonos, los seguidores de la nueva doctrina universal que ha parido Sánchez, el tipo de las misivas. Una doctrina que es estrategia pura y que puede definirse así: todo es correcto si vale para nuestros fines, por ejemplo, arremeter contra los que denuncian que algo ha hecho mal. Como Trump. Sánchez no es un populista al estilo de Hitler, que lo fue, o al del presidente, aún, de México, López Obrador, tan admirado por el sanchismo, pero los tres usaron el oportunismo como forma de comportarse.

Ahora, la candidata del PSOE a Europa, la señora Ribera, representante de la izquierda más verdolaga y siniestra, se hace llamar zurdo, zurda, creo, en su caso, y eso en ella tiene -lo verán- una intención más declarada que oculta: la de sentirse original, ajena o apartada del izquierdismo pactista, la socialdemocracia, de la que Sánchez y sus conmilitones abjuran. Son estos tipos/as tan analfabetos que ignoran que las zonas que alientan las actividades generales del cuerpo humano están situadas ¡en el hemisferio derecho! No es intención del cronista hacerse el erudito, por eso les cuento un episodio personal: cuando hace años sufrí una fractura del cúbito y radio del brazo derecho, tuve que acostumbrarme a servirme del izquierdo, y me interesó por cómo funcionaban los zurdos auténticos, los que vienen de serie. Pues bien, en un libro de Iván Pávlov, Actividad nerviosa superior, se explicaba que los «reflejos condicionados» (los famosos perros de Pávlov) eran más decisivos, predominaban más en las personas zocatas, y que estos «reflejos condicionados» eran, por decirlo de forma nítida, menos «intelectuales» que los espontáneos, los improvisados de la derecha.

Termino con esta acepción biológica que seguro que no gusta mucho a los zurdos de aluvión, a estos brutales sociocomunistas a los que sólo le cabe pintarles con una atribución: la siniestra. Inequívocamente siniestra, siniestro, dicho sea con los segundos adjetivos definitorios que propone la Real Academia y que no son otros que estos: avieso, maligno y perverso. Y ahora rondando la paranoia, escribiendo cartas que parecen las de un desahuciado que no se merece nada de lo que le pasa, simplemente porque los malos, los que le critican, los que enjuician a su señora, son unos desalmados que ignoran la siguiente cuestión: él ha venido a salvar a España. Incluso lo reconoce en la segunda carta. Sus reacciones son homologables a las de Donald Trump, que se aprovechó de una actriz porno, quiso comprar su silencio y ya está condenado por ello. Sánchez ha perpetrado todas las fechorías y felonías posibles, pero él se reconoce como una gloria universal que ha venido a sacarnos de la mediocridad burguesa y fascista que nos caracteriza.

Sánchez, mentiroso compulsivo que ya está inserto en los manuales de Psiquiatría, no produce embustes, no: es que él es una trola en sí mismo. Él no goza de hemisferios en sus sesos, ni izquierdo ni derecho. Está huérfano de referencias neurofisiológicas. Pongamos para explicarlo el ejemplo de la amnistía, estos días tan de moda otra vez. En Sánchez se hace real un adagio que dejó para la posteridad Leopoldo Calvo-Sotelo: «Los socialistas se caracterizan por decir una cosa y la contraria y afirmar que las dos son verdad». Eso ha ocurrido con la bochornosa amnistía. Antes era no porque así convenía, ahora sí porque conviene. Si el aún presidente tuviera un átomo de decencia política e intelectual, se hubiera marchado, tras sus inmensas bolas, a su casa o a administrar las saunas gays de su suegro.

Aquí, en España en el centro de la túrmix a la que estamos sometidos, afirmar que Sánchez, el más siniestro líder político que nunca haya tenido España, es un gobernante ilegítimo es un pecado democrático. Los cronistas que modestamente venimos escribiendo cosas como éstas somos inmediatamente tildados de fascistas, de no respetar la legalidad de las urnas o la soberanía nacional del Parlamento. Así hemos sido descritos en la penosa misiva presidencial. Pero no: está afortunadamente vivo un catedrático de Derecho que fue presidente del Tribunal Constitucional, don Pedro Cruz Villalón, (1998-2001), que, hace unos meses, se pronunció así en El País: «Las actuales Cortes carecen de legitimidad para promulgar una amnistía a espaldas del pueblo». O sea, un Congreso ilegítimo causa sólo un presidente ilegítimo. Y ahora perturbado.

¿Habrá algo más siniestro que aprobar una ley ilegítima? Sí, algo más, esto: ser los autores de esa ley. Son tan desvergonzados estos individuos de La Moncloa y aledaños con su conductor al mando, que se están ocupando estas fechas de esconder el bodrio, no vaya a ser -como así ocurriría- que influyera negativamente en las elecciones del domingo. Ninguna ley ha esperado tanto tiempo en la imprenta del BOE, ninguna, fíjense, por ejemplo, lo que ha sucedido con la malhadada sí es sí: no tardó veinticuatro horas en aparecer publicada. ¿Por qué? Pues porque estúpidamente a Sánchez y a todo su comercio exterior les pareció que era una ley progresista que le acopiaba voluntades, luego ya que ve en lo que ha quedado: violadores en las calles de España.

Ahora, los propulsores de la amnistía, Sánchez al frente, han ido más lejos: han transgredido sin piedad nuestra ley soberana, la Constitución, porque el farsante del jefe necesitaba y necesita siete votos para sobrevivir. Tienen tanta jeta estos supuestos zurdos que confunden el hemisferio de la creación con el de la movilización, y se están empleando a fondo en la tarea de presentar la bazofia como el bálsamo de Fierabrás que va a pacificar Cataluña para los restos. Ellos -presumen- terminaron con ETA, con esos asesinos que están poniendo en libertad (los últimos, los criminales que mataron a Giménez Abad y al fiscal Portero) y con los que se entienden, chupicanela. Por cierto: en un Zutabe (el periódico clandestino de ETA) se cantaba en los ochenta la plena puntería de un zurdo, no recuerdo bien su apellido o alias, que donde ponía el brazo izquierdo y la pistola, ponía la bala de la muerte. Aquél y estos de ahora no son zurdos, son siniestros. Y Sánchez parangonable a su revés político, a Trump. La España, la que se ha espantado más que reído de su segunda carta, espera que él, el descuadrado presidente, no se vaya indemne de este destrozo constitucional y que, más pronto que tarde, les ponga a buen recaudo judicial el Tribunal de Justicia Europeo del que fue miembro principal el jurista citado: don Pedro Cruz Villalón, el que mantiene que Sánchez es un gobernante ilegítimo. Si ilegítimas son estas Cortes, ilegítimo es el presidente que salió de ellas.

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