Sarkozy, juzgado por pedir dinero a Gadafi

La corrupción está destruyendo a Europa. En el Parlamento Europeo, se descubren tramas de sobornos montadas por gobiernos de regímenes despóticos como el marroquí y el catarí, y por multinacionales extranjeras, como la china Huawei. Parte del rechazo popular al plan de rearme militar que quiere desplegar la Comisión se debe al recuerdo de las sospechas de cohecho en las compras multimillonarias de las vacunas del Covid, nunca aclaradas; y, también que quienes ahora piden sacrificios a los ciudadanos se enriquecieron siendo empleados de la empresa rusa Gazprom. Y si cada europeo mira dentro de su nación, encontrará otros muchos casos.
La conclusión que sacan los enemigos de la Unión Europea es que ésta se puede comprar mediante el soborno a políticos y funcionarios. Y la conclusión de los ciudadanos es la desconfianza y el desapego respecto a la UE y a sus propios Gobiernos.
Los franceses están asistiendo desde enero pasado al juicio a Nicolás Sarkozy, que fue presidente de la república entre 2007 y 2012 y antes cuatro veces ministro en gobiernos de centro-derecha entre 1993 y 2007. Los fiscales le acusan de haber acudido al dictador libio Muamar Gadafi para pedirle dinero.
Las humillaciones para Sarkozy comenzaron en diciembre de 2024, cuando el tribunal de casación le condenó con sentencia definitiva a una pena de prisión de tres años, reducida a uno solo de arresto domiciliario, por otro caso, referido corrupción y tráfico de influencias para eliminar unas escuchas telefónicas de una investigación contra él. En febrero, se le colocó una pulsera electrónica en un tobillo para asegurar ese arresto. Y ahora, después de las sesiones, ha tenido que escuchar a la fiscalía pedir a los magistrados que le condenen a siete años de cárcel por los delitos de “corrupción”, “encubrimiento de malversación de fondos públicos”, “financiación ilegal de campaña” y “asociación ilícita”.
Según el relato de los fiscales, en 2005, Sarkozy, cuando era ministro del Interior, y sus íntimos Claude Guéant y Brice Hortefeux se dedicaron a una “búsqueda frenética” de financiación para satisfacer las “ambiciones políticas devoradoras” del político. Para “acceder al más alto cargo” de la república, hizo “un pacto fáustico de corrupción con uno de los dictadores más infames de los últimos treinta años”. A cambio de varias docenas de millones de dólares, Sarkozy, presentado como “el verdadero artífice” del trato, se comprometió con Gadafi por medio de Hortefeux y Guéant (ya condenados en otros juicios), a diversas contrapartidas diplomáticas, económicas y políticas. El ex presidente despreció su “deber de dar ejemplo” y “desatendió” las normas que rigen la política francesa.
El sumario, instruido durante los diez últimos años, ocupa 73 tomos, que se han resumido en un escrito de acusación de 557 páginas. El 8 de abril, el último día del juicio, la defensa de Sarkozy presentará su alegato. La sospecha del tráfico de dinero entre Sarkozy y Gadafi ha sido constante en Francia, desde que lo desvelase Saif al-Islam, hijo del dictador, en 2011. Entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales de 2012, que ganó François Hollande, el periódico Mediapart publicó que en 2007 Gadafi había entregado 50 millones de euros a Sarkozy. Por ello, se explicó la insistencia de Sarkozy de que la OTAN interviniera en la guerra civil libia contra su antiguo financiador por su deseo de ocultar las pruebas del soborno bajo ruinas y sangre.
La de Sarkozy con Gadafi, muerto en octubre de 2011 por los rebeldes, fue la misma conducta vil de Jacques Chirac con el rey Hassán II de Marruecos. El marroquí no sólo ejerció de anfitrión habitual del francés en su reino, sino que además le regaló en varias ocasiones maletas y bolsas llenas de billetes para financiar sus campañas y su tren de vida. En concreto, cinco millones de euros para la campaña presidencial de 1995. Y nadie da mucho dinero a cambio de nada. Cuando en julio de 2002, el hijo de Hassán, Mohamed VI, envió un puñado de gendarmes a ocupar el islote español de Perejil, Chirac, presidente entre 1995 y 2007, defendió a su pupilo marroquí en la UE. José María Aznar le reprochó que ejerciera como embajador de Marruecos más que como presidente de Francia.
En 2011, el Tribunal Correccional de París condenó a Chirac a dos años de prisión por malversación de fondos públicos por la contratación ficticia de funcionarios en el ayuntamiento de París entre 1990 y 1995, aunque no cumplió la pena. Años antes, el socialista François Mitterrand, presidente entre 1981 y 1995, empleó los servicios secretos del Estado para investigar a docenas de periodistas que rondaban en torno a los episodios oscuros de su vida privada y también para cometer atentados.
Al menos, los franceses saben que varios de sus presidentes han sido corruptos y que se les ha juzgado por sus delitos. En España, por el contrario, la corrupción es negada por el “equipo de opinión sincronizada” y, además, los corruptos han sido capaces de infectar el Estado y ponerlo a defender su impunidad.
De esa impunidad típicamente española da idea el mantenimiento por Sarkozy de su condición de caballero del Toisón de Oro, que le concedió en 2011 el rey Juan Carlos, como gran maestre. Los estatutos de la Orden establecen la expulsión del miembro que haya sido condenado por los tribunales. ¿Retirará de una vez la Casa Real española el collar de la Orden a Sarkozy si, dentro de unos meses, vuelve a ser condenado? ¿Qué tiene que pasar en España para que a un político se le apliquen las leyes?