Santos Cerdán, limpiabotas del vasallo

Santos Cerdán, limpiabotas del vasallo

No tengo el gusto de conocer personalmente al edecán principal político de Pedro Sánchez. Los corolarios al respecto del navarro llegan desde Pamplona y a su tenor no puede afirmarse que se trate precisamente de un chico salido de la Universidad de Cambrigde. Sus estudios de Formación Profesional pudieran ofrecer alguna clave para entender sus procederes.

Su carrera política dentro del PSOE tiene un maestro, Pedro Sánchez, sin el cual es imposible entender que sea el jefe del aparato del partido que gobierna España. Opino sobre lo visto y leído. El pasado jueves pude verle perorando sin apenas poder articular palabra y razonamiento coherente alguno a propósito del pacto alcanzado con Puigdemont y, francamente, esa comparecencia no resiste un mínimo análisis y, ni mucho menos, comparación alguna con otros dirigentes políticos en países democráticos y serios.

Se aferró a las «líneas de la Constitución» y demostró que no se ha leído ni el preámbulo de la Carta Magna. Su dicción lo expresaba todo. A él y a su mandarín les da igual. El encargo de su jefe, convertido en mero vasallo del prófugo, era no abandonar Bruselas, ¿quién paga los gastos?, hasta que el nuevo comandante en jefe, es decir, el prófugo, no firmara el documento de la rendición. Punto. Y se presentó ante los medios para hacer un histórico ridículo.

Al fin y al cabo, bien mirado, Cerdán no es otra cosa que el limpiabotas de su jefe, esto es, el vasallo de Puigdemont. Y a partir de ahí puede colegir cada uno lo que le venga en gana. El día que caiga Sánchez, que caerá, habrá que pedir al solícito navarro que explique todos los desprecios, ninguneos y feos que ha recibido por parte del jefe de Junts. No porque el sujeto tenga en sí mismo la menor importancia política, sino para meterle de hoz y coz en los anales más negros y espurios de la reciente historia de España. Quizá para entonces ni exista España.

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