Sánchez tiene que ser Felipe y no el Pablo Iglesias malo

Sánchez tiene que ser Felipe y no el Pablo Iglesias malo

Si Pedro Sánchez quiere hacer de su Presidencia del Gobierno algo más que una mera interinidad, debe aspirar a ser Felipe González y no el Pablo Iglesias malo. Tiene que actuar, por lo tanto, como un hombre de Estado y olvidarse de la tentación populista que representa Podemos. Será la única forma de que puedan encajar el mayor número de piezas posibles en el dificilísimo puzle político que tiene entre las manos. Sánchez es un socialdemócrata puro y un pacto con los independentistas es lo último que deseaba, tal y como demuestra su apoyo al 155 en Cataluña. No obstante, para que prosperara su moción ha tenido que encabezar un Frente Popular que nos retrotrae de manera muy peligrosa al espíritu revanchista y veleidoso de 1936: populistas, comunistas e independentistas, amén de los herederos de ETA personalizados en Bildu. Estos últimos han acudido al aquelarre radical para tratar de dinamitar el centroderecha español.

No obstante, el líder socialista no cuenta con ellos, ya que son corrientes políticas que poseen claras pulsiones destinadas a sepultar el pensamiento discordante, a imponer las verdades como conceptos unívocos y, en general, bastante proclives a decir una cosa y hacer justo la contraria, que es uno de los principales defectos que puede albergar el desempeño político. Una dinámica perniciosa para la democracia donde el discurso de cartón piedra lo inunda todo y que representan como nadie los ínclitos Irene Montero y Pablo Iglesias. Ambos líderes de Podemos son muy dados a denunciar todo tipo de «emergencias», pero después se compran un casoplón por 600.000 euros en una finca que para sí quisiera el fundador, sea quien sea, de lo que ellos llaman «casta».

Por lo tanto, Pedro Sánchez tiene la obligación de alejarse de ese tipo de comportamientos y asentarse en los principios constitucionales, españolistas y socialdemócratas si es que quiere que tanto él como su partido sigan teniendo vida política tras este periplo. En definitiva, su PSOE tiene que optar por la centralidad y seguir lo mejor del legado de aquel PSOE de Felipe González que fue una máquina de ganar elecciones, que llegó a la cifra récord de 202 diputados y que a día de hoy sigue siendo el partido que más años ha gobernado España desde la Transición hasta nuestros días. Sólo así podrá prevalecer entre una amalgama de partidos cuyos intereses son contrarios, en gran parte, a los intereses de España.

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