Sánchez reivindica la memoria de Franco

Sánchez Franco
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Sánchez y sus cuatreros paniaguados no han imaginado el efecto boomerang  que la estúpida resurrección de Franco está teniendo ya en muy buena parte de la comunidad española de 2025. A espera del motín revolucionario (que tiene más de eso que de mitin) que este psicópata narcisista presida el miércoles venidero en el Reina Sofía (ya tiene bemoles el lugar escogido) están saliendo a la palestra sin ambages, ni disimulos, algunos de los pocos, poquísimos, intelectuales que merecen llamarse tales en este país ahora tan desgraciado: Antonio Elorza, Fernando Savater, Santiago Muñoz Machado) advirtiendo con prestancia de esta realidad: que la descomunal campaña que Sánchez y sus costaleros han montado con nuestro dinero, porque ellos no ponen un euro de sus buchacas, se volverá -anticipan- contra sus ideadores, sus promotores, y ello por tres razones básicas: la primera, porque a nuestra sociedad, a la altura de su historia y bien corrido el siglo XXI, le importa una higa el franquismo que casi todos habíamos dado por olvidado; la segunda, porque este aluvión de actos agotadores que ha programado Sánchez no se dirige contra la memoria, fantástica para unos, demoledora para otros, sino contra la oposición democrática de este momento a la que tildan, sin la menor apoyatura, de ser heredera directa del General; la tercera, porque los cuatreros de La Moncloa ya han revelado con sus desmanes que su intento no es derribar la herencia de Franco de la que ya nadie se acordaba, sino destronar nuestra Monarquía Parlamentaria, la gran Institución que aún mantiene en pie el sistema democrático del 78, de los groseros ataques de Sánchez.

Son tan miserables los propósitos que envuelven la decisión de esta caterva que en su despiadada persecución a la Corona han invitado a su representante, el Rey Felipe, a presenciar el primer episodio del Cartagena 2 (recuerdo de la expatriación de Alfonso XIII) que está urdiendo a toda prisa el Gobierno leninista que nos asfixia.

A Sánchez se le ve el plumero y ya está desparramando millones de euros sobre la caja de los medios afectos (denominación propia del franquismo) empezando por la repulsiva televisión oficial que dirige un converso embustero al que han encargado tapar o disimular la enorme corrupción que rodea a Sánchez, a su familia, a su Gobierno, a su partido y a todos los que han tenido en estos años una comprometida relación con el César de la Moncloa.

Este mes, en el que ya ha empezado la vorágine de exaltaciones por la mentirosa libertad contra un caudillo al que teníamos olvidado, nace también el porvenir de la Nueva España que deberemos construir tras el asalto al poder de este ególatra. Mientras, se cierne ya mayoritariamente sobre los juzgados y sus profesionales el encargo decisivo de resistir heroicamente el abordaje, las intromisiones, los insultos del sanchismo, todo en una proporción que, con certeza, es mucho mayor que la se sufrieron durante los años por parte de la dictablanda. Lo reconocen así incluso historiadores tan del puño y la rosa como Paul Preston.

Los desenterradores del momento, sectarios y analfabetos funcionales, sienten grima cuando se les recuerda que muchos de sus padres o sus abuelos se constituyeron en honrados servidores de aquel Régimen. ¿Ejemplo? Aquel harinero jienense que fue el jefe de los empresarios franquistas, y que dio al socialismo una hija que fue ministra de Felipe González. ¿Otro? Aquel gobernador civil de Asturias, represor cruel de decenas de huelgas, que, pasado el tiempo, tuvo un sucesor secretario de Estado de Empleo o presidente del Consejo Económico Social. ¿El más significado? Pues el abuelo capitán de Zapatero al que éste presentó siempre como un esforzado masón al servicio de la República cuando fue realidad un agente doble al que lo mismo pudieron ejecutar los nacionales (los que lo hicieron) o sus presuntos colegas, los llamados rojos en el argot popular. ¿Uno final? El padre de una ex vicepresidenta del Gobierno, ex presidenta cercana del Consejo de Estado, fiel escudero de la legislación laboral franquista, la que, dicho sea de paso, es mencionada hoy como mucho más progresista que el bodrio de la desdichada Yolanda Díaz.

¿Bastan estas citas? El cronista piensa que sí pero, por si acaso, recuerden aquel libro impagable de César Alonso de los Ríos -comunista que fue a la fuga- en el que se repasaba en un ajustado manual, «Tal y cómo éramos», la trayectoria de significados franquistas que, al pasar de los años, se transformaron en sus peores denunciantes. Y todo esto por hacer la gracia de no rebuscar en las cercanías de Sánchez, donde nos podemos encontrar, sauna a sauna, con prolijos beneficiados de aquel Régimen sobre el que Sánchez se toma una extemporánea e infame revancha.

Ahora los antifranquistas, el PSOE, cuyos padres o abuelos no movieron un solo dedo para terminar con aquel abuelito que murió no en una cama, sino en una camilla de hospital público de los muchos que él construyó, se disponen a intoxicar masivamente a la población con propaganda arbitraria que, naturalmente ignorará o manipulará, cualquiera de las buenas actuaciones del franquismo. ¿Van a reconocer que la desfasticización del Régimen se cumplió cuando en 1945 se abolió el saludo imperial? No. ¿Se acordarán de que a partir de 1958 la Falange fundacional dejó de existir prácticamente en España. No ¿Admitirán que, tras la liberalización económica de 1959, aquello fue más una dictablanda que una rigurosa dictadura? No ¿Sabrá Alegría, la inefable ministra, que en los Presupuestos de 1970 la educación superó con mucho a los gastos militares? No. ¿Tendrá la decencia Sánchez de aceptar que ETA, sus socios que le mantienen en el poder, mataron mucho más en la democracia, desde 1976, que anteriormente durante la extinción del General? No. ¿Querrán por ventura todos esos antifranquistas de pitiminí, revisar las imágenes multitudinarias ante el féretro del denominado Caudillo? ¿A que no? Y una postrer repaso: en 1936, cuando Franco dio su golpe de Estado, que lo fue, existían en el mundo los mismos regímenes autoritarios que democráticos y comunistas. Se lo escribo para acopio de este reivindicador de Franco: Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Su mejor apóstol. Sánchez reivindica a Franco. ¡Vaya cagada!

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