Sánchez no se va a detener, si alguien no lo detiene

Sánchez detiene

Más vale que nos vayamos acostumbrando a lo que viene para que la sorpresa no sea luego mayor. Caminamos de forma inevitable hacia una dictadura silenciosa, controlada, e incluso aplaudida por gran parte del país, que admite cada decisión del Gobierno y cada homilía de Sánchez como algo necesario y bueno para España y la democracia, porque saben y asumen que España y la democracia son Sánchez y el PSOE. Así mueren las naciones y empiezan las tiranías, cuando aceptamos esa sinécdoque en la que un político se traviste de caudillo y dice que la democracia es él, se mira al espejo y sonríe mientras observa los efectos de su desahogo en la población.

El debatido reglamento sobre transparencia en los medios de comunicación que la Europa burócrata y no ciudadana sugiere implantar al conjunto de los estados de la Unión es el enésimo capítulo que aprovecha Sánchez para avanzar en su agenda totalitaria, con apoyo de la internacional liberticida que dirige junto a los peores sátrapas del mundo, los grupos terroristas más sanguinarios y las organizaciones más violentas y antidemocráticas del planeta. Todas, sin excepción, agradecen, aplauden y están con el líder socialista español.

Anuncia en su No-Do predilecto que en julio modificará la ley de medios para acabar con el fango, la «impunidad de la ultraderecha» y los bulos, porque busca transparencia en la propiedad de quienes dirigen esos medios y así velar por la libertad informativa y de expresión. En su lenguaje orwelliano, cuando la izquierda afirma algo, hay que entenderlo en sentido contrario a dicha afirmación: si habla de regenerar la democracia, lo que quiere decir es que pretende degenerar la democracia. Cuando explica que desea mayor independencia judicial, lo que busca es acabar con la separación de poderes. Cuando predica que sus medidas fiscales buscan el progreso, lo que persigue en realidad es la miseria y eliminación de toda prosperidad. A Sánchez hay que leerlo siempre a la inversa.

Sucede que el ataque a los medios que no le bailan el agua ni riegan el ego no es el único que el autócrata mayestático realiza con esa fruición que acompaña a todo sátrapa sediento de poder. Empezó con las empresas e instituciones del Estado, que ha asaltado sin piedad hasta que sus peones de partido han sido colocados. Luego le tocó al Poder Judicial y ahí tenemos al cándido y servicial Conde-Pumpido anulando la Constitución que debería proteger. La última acometida es contra la prensa libre, como ya hizo el PSOE en su idílica república, donde Largo Caballero afirmaba con orgullo que el socialismo era incompatible con la democracia, mientras Azaña defendía la Ley de Defensa con la que censuró y encarceló a periodistas. La historia no se repite caprichosamente si no hay detrás medios cómplices y una masa sociológica ignorante que actúa como feligresía acrítica y no como ciudadanía libre.

En suma, el Gobierno ataca todo lo que es bueno para la persona y para una sociedad libre. Odia la vida y por eso promueve el aborto y la eutanasia, sin observar contextos y supuestos. Reniega de la libertad individual, consustancial con su historia de control y mantenimiento de la población, subsidiada, esclavizada y silenciada y su amor por la tribu. Abomina de las leyes, salvo que sean las suyas, y por eso intenta controlar hasta el último de los jueces y fiscales, en la peor campaña de difamación y desprestigio realizada por un gobierno en la historia de Europa. Y, por último, desprecia la propiedad, santo y seña de una sociedad libre y próspera, fomentando la okupación y creando leyes que impiden el acceso a una vivienda digna para la mayor parte de la gente.

Ningún dictador en la historia llegó al poder con intenciones malignas y perversas, ni amenazó con llevar a la pobreza al pueblo y asesinar a quienes pensaban diferente. Si el Gobierno está creando el fango, la mentira y la violencia contra la mitad de España es porque hemos dejado que la realidad se solape de mentiras y chapapote de descrédito, y que se disfrace de propaganda totalitaria permanente por no saber contrarrestar los mantras dominantes del socialismo y del poder. Y porque Sánchez sabe perfectamente que, en el momento que haya reacción de la contraparte acosada, perseguida, insultada y agredida, empezarán los pogromos, bajo las leyes que el Gobierno creó, protegido por los medios que el Gobierno silenció, y aplaudido por la España que el Gobierno compró y esclavizó. La ofensiva de Sánchez no va a detenerse si alguien no lo detiene.

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