Sánchez, del fraude a la farsa

Sánchez, del fraude a la farsa
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La pomposa y fatua presentación pública de las más de 300 medidas anunciadas este martes por Pedro Sánchez es la prueba del nueve de que el presidente del Gobierno en funciones concibe el ejercicio de su cargo como el de un prestidigitador que ha convertido la política en un mero juego de efectos visuales. De la chistera de Sánchez salieron ayer centenares de «progresistas» conejos que fue mostrando con la jactancia propia de quien se ha hecho fuerte en el arte del trucaje. Todo un ejercicio de encantamiento para revestir el relato de un momento político en el que Sánchez no busca sumar consensos para ser investido, sino -paradójicamente- garantizarse el rechazo de Podemos, a quien volvió a lanzarle el anzuelo envenenado, y pasar de nuevo por las urnas para domeñar definitivamente a Pablo Iglesias, sometido a una campaña de humillación permanente.

Las 300 medidas van incluso más allá de las que presentó el 23 de julio en el debate de investidura fallida. En consecuencia, cabe deducir que lo que hizo Sánchez entonces fue un mero trámite para cubrir el expediente. Lo de ahora no es distinto. En realidad, forma parte del mismo guión. De la chistera hueca del presidente en funciones siguen saliendo conejos por cientos. Mientras, España asiste a la operación de marketing como convidada de piedra. El prestidigitador sigue a lo suyo, entre la farsa y el fraude. Pocas veces en la reciente historia democrática un presidente del Gobierno ha colocado las instituciones al servicio de sus particulares intereses. No le mueve el interés general, sino perpetuarse en el poder a toda costa.

Quedan apenas tres semanas para evitar que los españoles vuelvan a acudir a las urnas y Sánchez, impertérrito, avanza en su estrategia de mercadotecnia con la mirada puesta en los comicios del 10-N. El de este martes fue el primer acto de campaña de la próxima legislatura. O el último de la presente. Qué más da. En realidad, Sánchez lleva en campaña desde el mismo día en el que llegó a La Moncloa.

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