Salvad al soldado Sánchez

Salvad al soldado Sánchez

El protagonista, perdón, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, viajará a Ucrania para reunirse en plena guerra con Volodimir Zelenski a pesar de que los “Fuerzos y Cuerpas” de Seguridad del Estado le han desaconsejado vivamente la visita, de acuerdo con los servicios de seguridad de presidencia, porque la capital continúa al alcance de la artillería y la aviación rusas.

Sin embargo, el viaje es inminente y Sánchez será acompañado por los equipos de élite de la Policía, los GEO, unidad encargada de velar por la integridad física del jefe de nuestro Ejecutivo desde su llegada al país hasta que regrese a Madrid. Todo está dispuesto para la cita de estos dos astros de la actuación, cada uno en su estilo. Me fascina la biografía de Zelenski, el cómico que parodiando la presidencia de su país en una serie llego a presidente de su país en la vida real y que tras interpretar azarosos conflictos erótico festivos en comedias picantonas se vio al mando de un conflicto armado con vocación de Tercera Guerra Mundial.

Es verdaderamente divertida, igual que la historia del resto de los actores que llegaron a la política, desde Shirley Temple hasta Schwarzenegger o Reagan, al que muchos han llamado “el mejor presidente americano”; ¿y qué me dicen de Tony Cantó?, chico Almodóvar, no disparatadamente binario, reconvertido en militante de la derecha… ¡Una fantasía! Contento debe tener al genio manchego, pero más a nosotres.

Muchos políticos dedicaron años a la gran pantalla y el teatro, pero, no sería menos sugerente la trayectoria a la inversa: Presidentes y exmandatarios reconvertidos en actores. ¿Y quién mejor preparado que nuestro bello presidente?. La mejor descripción que he escuchado de Pedro Sanchez me la dio una amiga: “es un guapo random, de recorte de prensa dentro de portarretrato de plata en muestrario de decoración”. Ya saben, un guapo más, un guapo sin rostro.

Pero al César lo que es del César. Mide 190, ¿eh? ¡qué planta!, qué primeros planos de galán se están perdiendo las telenovelas turcas (también daría la talla en las latinas, por supuesto). Es magnífico, de hecho, a casi todos nos resulta, más que un político, un actor haciendo de político, como si Ben Affleck hiciera de Presidente de los USA en una serie. Y después, viajando de acá para allá en el avioncito de la presidencia con sus gafas oscuras, como Thomas Crown, que hasta su perrita se siente un poco presidenta.

Y luego sus operísticas puestas en escena que siempre acaban en sainete… Ahora que prepara su dramática visita, casi como un rey mago, con capa de armiño, oro, incienso y mirra para socorrer a Zelenski y a todos los ucranianos, reflexiono: ¿lo recuerdan desgañitándose entre sonrisas, miradas sumisas y cumplidos, caminando junto a Biden mientras éste (groserísimo) ni siquiera le dirigía la mirada?

En cuanto al Presidente de atrezzo de los Estados Unidos de América ¡otro actor! ni se acordará del polémico (para nosotres) paseíllo, ni de la agenda progresista, ni de nuestro pelota presidente, ni de su jocoso acento español. Tras el humillante monólogo, Biden siguió caminando como el ciclista que supera una incómoda rama o un mosquito, por el campo; en cuanto a Sánchez, barbilla bien alta, regresó a España con su selfi y esa autopercepción tan Tony Manero, que disfruta porque, está claro, nuestro presidente “sería la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, con tal de dejar su sello…” ¿cantará también? ¡Apuesto a que sí! ¡Y el gobierno de coalición al completo! Todos artistas de variedades reconocidos y bien pagados, como cantantes de operación triunfo que hubieran llegado donde están por ser un producto de entretenimiento o marketing, más que por haber ganado ese estatus desde el trabajo y la honestidad… ¡Ay!

Pero riamos, nuestro Sánchez quiere una foto con Zelenski, a poder ser, al lado de un edificio semiderruido, no del todo derribado para que se aprecie mejor la devastación de los inicuos en todo su esplendor. Y en el centro, emergiendo cual Victoria de Samotracia o, más cercana a sus referentes, como sirena de Disney esa divinidad universal, esa estrella rutilante por la que se conoce a sí mismo: ¿A qué cámara debo mirar?

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