El respirador artificial del euskera

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Hay una premisa fuera de toda controversia: si una lengua es útil para un pueblo, aunque sea por razones emocionales, no es necesaria su imposición. Del mismo modo, si un pueblo ama una lengua y se identifica con ella, esa lengua se habla, goza de buena salud y no hay que conectarla al respirador artificial de la obligación.

Sin embargo, el canal infantil en euskera de Euskal Telebista, la televisión pública vasca, se verá en todo el territorio de Navarra. Es uno de los tres acuerdos que han alcanzado el PSOE, en su negociación de los Presupuestos Generales del Estado, y el partido que lidera Arnaldo Otegi, que considera una prioridad que los menores navarros puedan ver los dibujos animados en euskera. Apuesto a que a esos pobres no les apetece nada…

Yo nací en el País Vasco y el euskera no nos gustaba a los niños (a la mayoría) por ser una lengua muy difícil (reconozcamos que no es disparatadamente eufónica) y de dudosa utilidad, por su evidente localismo. Mi padre decía, con sorna ¿eh?, que comprendía que nos obligaran a estudiarlo, que era absolutamente necesario protegerlo y fomentarlo porque si no, desaparecería.  Por supuesto que no hablábamos euskera en casa, ni en la calle, ni en el colegio (quitando las cuatro horas de clase semanales); los estudiantes tenían nombres castellanos (en general) e ir a una ikastola (con educación en vasco) era algo extravagante.

Bien, desde ese modelo educativo A de siempre nos hemos trasladado al modelo D (todo euskera), ¿cómo? De manera absolutamente artificial, por obligación y asedio, por obra y gracia del espíritu del adoctrinamiento a menores y oidores.

Los jóvenes padres de hoy escolarizan a sus hijos euzkaraz y sostienen que la sociedad se ha ido decantando hacia “su propia lengua” espontáneamente; que es lo que siempre desearon porque se trata de su cultura y su identidad (que Franco reprimió cuarenta años) y que el modelo escolar A (en español) pronto habrá fallecido de forma natural.

Eso les han ido contando, y cuadra, lo primero porque una mentira que se repite mucho (bien lo sabía el dircom de Hitler) se convierte en verdad y también porque todo lo relacionado con Franco tiene muy mala pinta: cosas de malvados dictadores que se oponen a la cultura de los pueblos revoltosos. Pero ya somos adultos y a la realidad le importa poquísimo lo que digamos, e incluso lo que deseemos.

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