La república no existe, idiota
Voy a empezar este artículo diciendo una obviedad: las próximas elecciones del 12 de mayo en Cataluña son autonómicas. Quiero decir que no son constituyentes ni elecciones republicanas. La afirmación no es baladí. Significa que Puigdemont acepta, al presentarse, el marco institucional, político y constitucional español. Lo cual quiere decir también que para este viaje no se necesitaban alforjas. Tras más de diez años de proceso estamos donde estábamos. Mejor dicho: estamos mucho peor.
Hemos vuelto a la línea de salida. ¿Qué reclaman ahora? Un referéndum pactado. Recuerdo que, en el 2015, los diputados de Catalunya sí que es Pot -el antecedente de los Comunes- enseñaron unos cartelitos en el Parlament con la inscripción: «Referèndum». Los independentistas se les echaron encima. Habían «pasado pantalla», «ni un paso atrás», «marxem» («Nos vamos»), proclamaban a los cuatro vientos. ¿Ahora qué?
Pues eso, casi una década después han vuelto al mismo sitio. Puigdemont en su mitin en la localidad francesa de Elna dijo: «Hoy comienzo la cuenta atrás de mi regreso». Ojo al dato: dijo su regreso, no la independencia. Luego afirmó otra cosa que me llamó también la atención: que en el 2027 se cumple «el décimo aniversario del 1º de octubre» y que era un buen momento para coger carrerilla y «culminar con éxito el proceso».
Al loro porque el 2027 es al final de la legislatura. O sea que, en caso de ganar, se puede pasar tres años mareando la perdiz. Como hasta ahora. De hecho, han estado años diciendo que el referéndum bueno era el del 2017 y que solo había que «implementar» la República. Pero no había cojones. Por eso lo rellenaban con palabras huecas como «confrontación inteligente» o «embate democrático». Para satisfacer a su parroquia. Entre otras cosas porque saben que una vez cuela, dos ya no. Incluso a pesar de la rebaja de la malversación y de la sedición. La primera el Supremo lo consideró una «ensoñación».
Sin embargo, hay cosas que ningún estado toleraría. Como desgajar una parte de su territorio. Suficientes problemas tiene la Unión Europea entre Ucrania, Gaza y la crisis migratoria. Más vale, indepes, no jugar con fuego. Fíjense que, incluso, Pere Aragonès ha aparcado la unilateralidad. Esquerra parece ahora la Convergencia de antaño. El pasado 20 de abril dio una entrevista a El Nacional, el digital independentista que dirige el ex director de La Vanguardia José Antich. Dejó claro que su objetivo para la próxima legislatura era «un referéndum acordado», la «financiación singular» y «reforzar» la lengua catalana. Pero eso tampoco es la independencia.
En resumen, como dijo en su día Octavi, aquel mosso d’Esquadra: «La república no existe, idiota». El Departamento de Interior de la Generalitat quiso empurarlo por decir la verdad. Al final, se libró con sólo un apercibimiento verbal gracias a las buenas artes de su abogado, José María Fuster-Fabra.
Al que tendrían que haber sancionado es al otro, al agente forestal, que fue a la protesta en horario de trabajo y con uniforme de trabajo. Pero este, claro, era uno de los suyos. ¿Y Salvador Illa qué hace mientras tanto aparte de comparecer por las mascarillas? Pues de momento sigue en cabeza según las encuestas pero tampoco es para tirar cohetes. El Periódico le daba este martes 38-40. Y El País, 38. Ambos medios amigos, por cierto. Actualmente tiene 33. No es mucho la verdad. Para llegar a la mayoría absoluta tiene que llegar a 68. Incluso subiendo a 38, le faltan 30.
Aragonès no se ve de conseller en cap y los Comunes da la sensación de que están a la baja. Incluso Colau se ha ido a Gaza para que no le atribuyan el descenso y ha dejado su candidata, Jéssica Albiach, a la intemperie.
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