Qué pena los Mossos; entre todos les mataron

Qué pena los Mossos; entre todos les mataron

Una vez fuimos crédulos e ingenuos. Recibimos como un premio gordo todas esas competencias que Cataluña recuperaba tras decenios de opresión. ¿Para qué queríamos a los Mossos si ya teníamos la Policía Nacional y la Guardia Civil? No nos lo planteábamos. Eran tiempos que exigían creer que los catalanes llevábamos años ansiosos por restaurar nuestras señas de identidad, nuestras instituciones. Cuando en realidad éramos peones del juego de otros con una alegría tonta e ignorante. Porque nosotros no recuperábamos nada. Lo recuperaban los nacionalistas.

Todo mi respeto para el mosso del común. Un tipo que da la cara, que sale a las calles, que ha de resguardarse tras un casco, incluso tras un escudo. Porque mucho suspirar por los Mossos y mira cómo los tenemos que ver: corriendo perseguidos por niñatos. Niñatos dispuestos a hacer mucha pupa si pueden. Hablo del incidente más reciente, el de Tiana. Una tontería comparada con el salvajismo que tuvimos que soportar durante meses tras la sentencia del procés. Pero una vergüenza de todas formas.

Porque en realidad ni procés, ni presus polítics, ni in-de-pen-den-cia. Todo son excusas para la auto indulgencia agresiva. Aquí y en otros lugares como en el País Vasco, donde la violencia se metamorfosea y ya no necesita pretextos políticos. Un puro y duro botellón que evidencia la pérdida del principio de autoridad, cómo se vulneran las normas más elementales de convivencia o cómo se salta a la torera sistemáticamente el cumplimiento de la ley. Esos años animando a la gente a no respetar las leyes que no es gustan han cuajado en una anarquía a demanda como algo natural. Cosa que, a juzgar por lo que opinan algunos políticos y tertulianos, es algo que debemos aceptar.

Sí, este pasado domingo, en Tiana, pequeña localidad del Maresme, tres policías locales resultaron heridos leves en la madrugada durante la celebración de las fiestas del municipio. Existe entre las fuerzas de seguridad la percepción de que una minoría violenta e incívica ya no tiene ningún respeto por la autoridad y que las actuaciones policiales son cada vez más peligrosas. Y acusan a los «mandos» de que tuvieran que huir corriendo.  Mandos, dicen, «que no han hecho un detenido en la vida, no se han visto nunca interviniendo en una pelea tumultuaria, no han tenido que sufrir en 25 años de carrera profesional ni un insulto, ni una agresión».

Es una pena. Los Mossos han pasado de héroes a villanos. Han estado desde octubre del 2017 en el ojo del huracán. Los catalanes secesionistas que por un momento creyeron que iban a secundarles en sus aspiraciones suicidas e ilegales ya se han desengañado. Los más fanatizados y agresivos de ellos, gente que necesita desahogar sus frustraciones con justificación ideológica o sin ella, no se cortan ahora yendo a por ellos. Toda la culpa es del Govern de la Generalitat y de algunas fuerzas políticas como la CUP y los Comunes.

Pero, por el lado de los “constitucionalistas”, la desconfianza que causaron actitudes como las de Trapero y otros cargos les ha llevado a rechazar al conjunto del cuerpo. Por ejemplo, la mujer que recibió puñetazos por retirar lazos amarillos prefirió no denunciarlo a los Mossos. Y ella no es un caso aislado. Durante los tiempos del procés y la resaca posterior, muchos catalanes pensaron que estarían más protegidos si acudían a la Policía Nacional y a la Guardia Civil.

Es una lástima. Pero es lo que pasa cuando se crea una institución por crudos motivos ideológicos y no por dar servicio al ciudadano.

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