A la puñetera calle

La televisión pública, TVE, esa que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos, ha renovado el contrato a la periodista Celia Blanco, que continuará de colaboradora del espacio matinal La Hora de la 1 pese a mostrar públicamente su deseo de que los votantes de Isabel Díaz Ayuso sufriesen «una buena enfermedad con diagnóstico tardío». Una cosa es la pluralidad de ideas y otra bien distinta la ruindad moral, de modo que alguien capaz de verter un comentario tan ignominioso no puede, por una cuestión elemental de decencia pública, ser premiada con su continuidad en TVE. Salvo que los responsables de la cadena pública avalen el comportamiento de la periodista, en cuyo caso quienes no pueden seguir en el cargo son quienes han decidido que no hay motivo alguno para despedir a Celia Blanco.
Que la opinión de Celia Blanco tenga cabida en un organismo que se financia con dinero público es una aberración en toda regla. Si en TVE consideran que desear una enfermedad a los votantes de una determinada formación política -en este caso a los del PP de Isabel Díaz Ayuso- no inhabilita a una periodista para participar en una tertulia, ya dirán los responsables del ente público dónde están los límites. Y si en TVE no hay código ético alguno y cualquiera de sus colaboradores puede subirse a lomos de un comentario ignominioso sin problema, la televisión pública estará contribuyendo a fomentar los discursos de odio. Celia Blanco hizo exactamente eso: destilar odio en un comentario que no ha conllevado ningún tipo de respuesta o reacción por parte de RTVE. Bueno, sí: ha respondido otorgándole a su colaboradora plena confianza para seguir destilando bilis.
Antes de desear la enfermedad a los votantes del PP, Blanco ya protagonizó sonadas polémicas, como cuando, en 2018, se descolgó con unas declaraciones que no pasaron desapercibidas. «Yo cada vez dinamito más tabúes, pero hasta hace poco creía que el mayor tabú era el de ‘mi hijo me mete mano’. Muy pocas madres hablamos de que nuestros hijos nos meten mano y nos desean sexualmente». Pues muy bien, señora. De sus relaciones maternofiliales, allá usted. Pero lo otro, desear la enfermedad de los votantes de Ayuso y seguir colaborando en una televisión pública que pagan todos los españoles -también los votantes de Ayuso- eso, señora, sí que es una indecencia.