Provocadores mundiales

Luis Enrique
Provocadores mundiales

A los españoles nos pueden gestionar mejor o peor, gobernarnos bien, mal o hasta muy mal, nos pueden robar a manos llenas o incluso pueden mentirnos en nuestra cara, todo eso es algo que nuestro secular conformismo puede soportar, pero nunca, y seguramente no lo aguantaremos tan bien, habíamos estado en manos de una pléyade de provocadores como la que sufrimos ahora.

Empecemos por la rabiosa actualidad. Hoy martes, cuando este artículo se publique, la selección de fútbol ya habrá jugado su partido de octavos contra Marruecos, y ya sabremos si Luis Enrique sigue teniendo crédito para seguir provocando a todos los aficionados. Si no ganamos, Dios no lo quiera, no debiera dar para más. Lo que ha hecho hasta ahora en la selección es poco, y los éxitos conseguidos en el histórico Barça no fueron excepcionales; el cometido para salir multicampeón con el mejor Messi y sus maravillosos compañeros se reducía a no dejarlos fuera de la alineación. Sin embargo, desde que dirige el combinado nacional su carácter provocador no ha dejado de crecer hasta convertirse en el principal orientador de su gestión y en la principal motivación de sus decisiones. Ya lo tiene tan arraigado que ha marcado indeleblemente su personalidad y su forma de actuar, hasta el punto que lo objetivamente bueno y conveniente solo lo es para él si le permite mostrarse suficientemente original y si, realizándolo, consigue soliviantar al personal.

Todas esas incomprensibles decisiones a la hora de elegir el plantel o de realizar cambios: llevar a dos centrales que no puede alinear porque es evidente que no sirven para realizar lo que se requiere de ellos; no contar con jugadores experimentados que están en una esplendorosa forma por el hecho de que los periodistas se los están señalando y porque no pertenecen a su quinta del biberón; quitar o no jugar con delantero centro cuando hay que meter un gol… Todo evidencia su necesidad de que el éxito venga precedido de sus decisiones poco lógicas y nada convencionales. El reto que tiene ahora el asturiano de hacer campeón de algo al equipo nacional no reduce sino potencia ese carácter provocador. No puede vernos tranquilos y nos tiene que mantener erizados o, directamente, cabreados. Se siente bien así, aunque sea a costa de estar criticándole y dándole duro, ¡o precisamente por eso!

Siguiendo en el Mundial, otro gran provocador, en este caso de infartos, es Unai Simón. Mira que tiene cualidades, pero su displicencia y, sobre todo, su utilización del juego de pies, que es igual de riesgoso que de inservible, hace incrementar la venta de desfibriladores. Él lo sabe, entre otras cosas porque ya le han costado algún disgusto, pero por su afán provocador, como le pasaba al vizconde de Valmont en Las amistades peligrosas, no puede evitarlo. Y, sin embargo, esa actitud sobra si, aunque juegues en el Atlethic, no eres del mismo Bilbao, cuestión que se evidenció al ver como se le doblaban las manos en el chut de Ritsu Doan. Porque eso sí, de los dos goles que nos metieron los japoneses, el primero lo pararía el noventa por ciento de los porteros del mundial y el segundo solo se lo meterían a un diez por ciento; y nuestro portero, a fuer de exclusivo, está en el grupo más reducido de ambos.

Dejando el fútbol, aunque no del todo, gran provocadora en cualquier temporada es la ministra Irene Montero. Su momento de forma, su punto de máximo rendimiento es aquel en el que la práctica totalidad de los españoles estemos acordándonos de ella y de sus progenitores. Resulta que, después de su rifirrafe con la central Toscano, todo el mundo salió a defenderla, aunque todo el mundo sabe cuál es el motivo por el que Irene está en el equipo y todos vimos que la diputada de Vox le quitó la pelota sin hacerle falta. Pero esa empatía colectiva no va con ella y rápidamente quiso mostrar su carácter más zafio y provocador insultando a quienes inmotivadamente la habían defendido. Y es que no hay nada más inútil que querer compadecer a quien ni merece ni agradece la compasión.

De todas formas, el campeón en tocarnos las narices siempre es Pedro Sánchez. En los días de concentración previos a la efeméride institucional de hoy, ya nos anunció que va a alinear para el equipo de nuestro tribunal de garantías a dos miembros que han mostrado, no solo su orientación ideológica y su poca independencia, sino su vocación de desmontar el entramado constitucional. Vamos, que llegan para chutar contra su propia portería.

Así es como les va a pedir que jueguen el presidente Sánchez, que actúa como seleccionador antinacional y anticonstitucional. Éste, además, quiere mantenerse en el banquillo hasta el próximo mundial, siendo su mejor baza para que le renueven, y esa es nuestra gran paradoja, que no va a dejar nada sin incumplir (gobierno con Podemos, indultos, asociación con Bildu, el Sáhara, regeneración democrática y lucha contra la corrupción…). Todavía le quedan unos meses para lucirse por la banda muy ufano y orgulloso, enfrentando con chulería el reto de que alguien le recuerde algo que dijo o que prometió para hacer justo todo lo contrario. Lo dicho, sus provocaciones son de campeonato mundial.

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