A propósito de El Yunque

El Yunque
A propósito de El Yunque

Realmente puedo ayudar en el menester de que se conozca mejor la entraña de El Yunque, nacido ya hace bastantes años en Guanajato, México, de la mano e iniciativa de un tipo realmente inquietante y aún más, peligroso: Ramón Plata Moreno. En el libro de este cronista (perdón por la automención) Crónica canalla de la España cobarde se inscribe un capítulo directamente titulado: «Una masonería roja, pero de sangre: El Yunque». Para conocimiento de todos recojo las siguientes apreciaciones, párrafos que sin duda contribuyen a descubrir la entraña de esta secta.

«Los herejes -primer párrafo significativo- tienen que ser transformados o directamente eliminados… Sus gentes son de dos especies: los dirigentes, los socios a tiempo completo con absoluta conciencia de lo que hacen, y los tontos del haba que o se dejan seducir o son implacablemente reducidos para eliminar su libertad y su voluntad… Se enmascaran en mil asociaciones pero si algún profeta se presenta en nombre de la Asociación del Bien Común, son los de El Yunque».

«También -segunda aportación- poseen (lo cual está acreditado en los juzgados) otras coartadas nominalistas: Hazte Oír, Profesionales por la Ética, España educa en libertad o, como si fuera una película de Orson Welles, Crossroad. Disimulan su filiación con martingalas hábiles, niegan su adscripción». Por ejemplo: «El 13 de septiembre de 2013 se reunió (aquí no recojo el nombre porque su sola cita causa erisipela) en el Santuario de Loyola con el lucidísimo y precavido obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla (hoy lo es de Alicante y Cartagena). El prelado no le dio cuartelillo (al jefe) y simplemente le transmitió: ‘Vete de El Yunque’ y añadió: ‘Y cualquier obispo te diría lo mismo que yo, vete’. Munilla comunicó al tal L que ‘El Yunque habría estropeado, desgastado y destrozado los movimientos católicos’. El tal L se hizo el sueco y a la salida de la reunión comentó: ‘Nuestro fin es político, no queremos que nos controle nadie’. Y es que el obispo le había ofrecido la posibilidad de que los miembros de esta ralea salieran a la luz y literalmente, como otra cualquiera, se ajustara a las bases canónicas, incluso le sugirió la posibilidad de que la Jerarquía designara un consiliario para cerrar la legalidad eclesial». Caso omiso.

Y ahora un signo sumamente esclarecedor: «En la ceremonia de ingreso en la secta de cualquiera de los neófitos, se le advierte expresamente: ‘Tú no has elegido venir aquí. A partir de ahora formarás parte de una casta de elegidos, nuestra lucha es la de los cruzados, la de los cristeros, la de muchos otros caballeros cristianos que a lo largo de la historia se han organizado para consagrar sus vidas a instaurar el reinado de Dios en la tierra. Ese es nuestro apostolado y es nuestra actividad primordial en la vida’. El Yunque es una organización cívico-política dedicada a preparar una aristocracia que debe conducir y gobernar (a España) según los dictados evangélicos».

Otra denuncia: «La práctica habitual de los dirigentes y miembros de El Yunque es la falsedad, la negación de la evidencia. El informe de El Transparente de la Catedral de Toledo’ transcribe textualmente: ‘Guardan (los miembros de la secta) secreto absoluto sobre sus actividades e intenciones. Consideran que negar su pertenencia a El Yunque no es mentir, sino cumplir el deber de reserva necesaria para los fines de la organización… Algunos miembros han negado su pertenencia ante los medios de comunicación causando los consecuentes disgustos e incluso enfrentamientos y abandonos de la gente que confió en ellos. En algunas ocasiones, los mismos delatores han sido amenazados con acciones penales si divulgan públicamente los mecanismos de la organización’».

Y ahora una información sobre el procedimiento de ingreso en la secta. No tiene desperdicio: «Recuerda siempre que el poder y la autoridad vienen de lo alto y que el que obedece no se equivoca… Como toda milicia requerimos disciplina, la naturaleza de la la lucha y la perversidad de los enemigos de Dios y de la Patria hacen necesaria la reserva». El neófito, ya rendido, termina por situar la mano derecha sobre el crucifijo y declarar con toda solemnidad: «Y acepto integrarme en la organización nacional de El Yunque, asumiendo la lucha por el Reinado de Cristo en España como actividad primordial de mi vida. Juro guardar la más absoluta reserva sobre a existencia de la organización, sobre sus integrantes, acciones y estrategias. Juro también obedecer a sus mandos y ejercer responsablemente como jefe cuando así me fuera requerido. Juro como caballero cristiano defender aun a costa de mi vida ese instrumento que Dios nos ha dado para instaurar su reinado en la tierra».

Finalmente: el hoy cardenal Osoro, arzobispo actual de Madrid, recibió cuando lo era de Valencia las presiones a veces insoportables de los jerifaltes de la secta o de sus enviados especiales; su fin era conseguir la bendición del prelado para constituir colegios o incluso un centro universitario. Naturalmente, les envió, muy eclesiásticamente, eso sí, a hacer puñetas. En Valladolid, otro cardenal, monseñor Blázquez se negó a ofrecer la comunión a los infantes, probablemente reclutados con los peores artes, que giraban viajes en el Crossroad.

Este es El Yunque que el cronista ha conocido, soportado como objetivo declarado de su maldad. El Yunque que, torpemente, Vox cultiva en ocasiones (véase el episodio chusco de Valladolid) con el fin de captar al voto de ingenuos, a veces estúpidos, ciudadanos. Protéjanse de la secta: son peligrosos.

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