Podemos no puede

Podemos no puede

La pubertad es una de las edades del ser humano que, trasladada a la acción política, da resultados como Unidas Podemos. Nacieron en el limbo universitario de la hiper-ideología y ahora rebullen en sus escaños como un pura sangre a punto de lanzarse a la carrera por el poder aún a riesgo de llevar el país a otra convocatoria electoral que podría serles fatídica. Antisistema es antireformismo. Integrados “de facto” en las instituciones aunque obligados a mantenerse en la retórica neomarxista, ahora exigen su trozo de papel en el Consejo de Ministros.

Fundado como revulsivo social de matriz lenilista, Podemos pronto se convirtió en un nuevo rico de la política, dominado todavía por la suposición de que su pureza ideológica le inmunizaba de la impureza humana y, por tanto, política. Ahora está atrapado entre viejos pliegues tectónicos como las abstracciones y la realidad, la superioridad moral y el fango de la política. Cuando han descubierto que, entre otras cosas, la política es el arte de lo posible, el plinto de su liderato ya había perdido consistencia y los resultados electorales les acotaban un espacio menor y menos determinante.

¿Podemos puede? En dos días, pasaron a ser casta mediopensionista, lo cual no es pernicioso para el sistema político salvo que conlleva una muy temprana fatiga de sus votantes desconcertados. No tan solo el grave aprieto de Pablo Iglesias, entre la espada en la pared, ya algo desacreditado como líder de una novedad, impide por ahora reconocer que nacieron para ser un anexo y no un recambio. Ahí está marcando territorio la alternativa Errejón.

En su desafío cara a cara con Pedro Sánchez, por ahora Pablo Iglesias está remoloneando bajo el arco que lleva del antisistema al sistema, un sino indeclinable en la política europea. Atrás quedan las arengas de Vistalegre pero por el momento los despachos nos está a mano. Sin poder, ¿para qué política? Procedentes de las tesis de Laclau y otros satélites totalitarios, en la cúpula de Unidas Podemos –por mucho camuflaje que adopten, una jerarquía es una jerarquía- están en el camino de Damasco del poder como totalidad, en un horizonte que no dibuja metas de libertad.

Su horizonte es el del igualitarismo retrógrado. Más poder y menos lenilismo, como una cura contra el acné juvenil. Personalismo de liderato y balcanización de sus marcas territoriales son factores de inestabilidad interna que han llevado, por ahora, al todo o nada que Iglesias le plantea al presidente del gobierno en funciones. ¿Es candoroso preguntarse como encajarían las políticas sociales de un Podemos en el gobierno con los ministerios económicos de un PSOE más o menos atento a la ortodoxia europea? Ya se sabe, quien primero parpadea, pierde la partida. Unidas Podemos ha ido extraviando, por obsolescencia y por contradicciones, su primer ropaje intelectual y la escenografía de novísima política –antipolítica, según- con la que irrumpieron en el Congreso de los Diputados.

El desgaste de Pablo Iglesias reclamando un lugar bajo el sol de la Moncloa es notable y contradice sus orígenes lenilistas porque en estos casos no se trataba de pedir el poder sino de tomarlo. Aquella democracia empoderada en la calle pierde dimensión humana. Es como la caída de un meteoro. En política, como en la vida, el síndrome Peter Pan tiene por rasgo el narcicismo. Unidas Podemos se está aproximando a lo más arcaico.

  • Valentí Puig es  escritor

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