Una ojeada a Rusia

Una ojeada a Rusia
Una ojeada a Rusia

Rusia es la nación más grande de Europa, y también la más selvática. La Rusia de Europa y la Rusia de Asia conforman una barbaridad geográfica. Se comprende, por tanto, que hayan representado un importante papel en la historia mundial, pues es, de alguna manera, el coloso europeo. Juan Kalita, en el siglo XIV, logró hacer de Moscú el centro real de los países rusos. Iván III, en el siguiente, consiguió aniquilar la dominación tártara. En el XVI apareció Iván el Terrible. En el XVII Rusia atravesó un período de anarquía. Una reacción casi religiosa, a raíz de la ocupación de Moscú por los polacos, rescató la capital, y a poco fue elegido zar Miguel Federovitch Romanow, fundador de la dinastía de este apellido. El acceso a la civilización se completó con Pedro el Grande, que fundó San Petersburgo.

En los siglos siguientes, toda la civilización asimilada desde occidente no impidió que continuara el espíritu autócrata, con una escandalosa disparidad de clases, el despotismo político, las deportaciones y el látigo. La hoguera revolucionaria, explotada por Bonaparte, llevaría las chispas hasta Moscú. Nicolás I hubo de inaugurar su reinado con una represión sangrienta. Lo importante a partir de entonces no fue el cálculo, sino el temperamento extraordinariamente despótico del zar, manteniendo aún sin querer una burocracia corrupta, venal, incalificable. El occidente que había enamorado a Pedro el Grande y a Catalina horrorizaba a Nicolás I. De los dos últimos Alejandros a Nicolás II, la fisonomía política ofreció poco cambio. Con el tiempo, a la postre, el caos.

En el XIX, Rasputín tuvo una infancia desastrosa y una adolescencia más desastrosa todavía. Un bello día se caló unos hábitos, se ciñó una cuerda y se convirtió en monje vagabundo. El gran duque Nicolás Nicolaevitch detestaba al monje vanidoso y soez, a quien dijo: “Si quieres conservar tu cabeza, abstente de venir. A mí se me ha aparecido también la Santísima Virgen y me ha dicho que debo darte con la punta de la bota en el trasero”. Rasputín se mantuvo firme, repetía a boca llena: “Todos esos idiotas que rodean al zar no lo hacen cometer sino torpezas. Yo, un simple campesino, pero a quien Dios Nuestro Señor ha hablado y transmitido sus órdenes, he dicho al emperador que la guerra es un crimen y que será su perdición. Sé muy bien que poderosos personajes han querido anularme. Yo les escupo, soy más poderoso que todos ellos”.

Actualmente, Rusia sigue aparte de Europa. Este inmenso país místico, sede de toda superstición y desequilibrio imaginativo, constituye una incógnita para occidente difícil de manejar. Tiene una población pasiva, inerte, dócil siempre a cualquier despotismo. Su clase media es sólo una pálida sombra. Su cuadro en la historia universal es desolador. De ella proceden algunas de las figuras más crueles y despóticas de la contemporaneidad. Continúa así a día de hoy, tal como se vienen desarrollando los hechos desde el pasado miércoles. “Los rusos ocupan…”, es una frase maldita protagonizada por los hermanos retrasados y pobres de Europa, cuyos líderes están empeñados en fastidiar al mundo para ser tenidos en cuenta, en una búsqueda incesante y desesperada por encontrar su propia identidad, esa que nosotros -los españoles- tenemos tan clara, a pesar de que algunos se empeñen estúpidamente en destruirla.

La autocracia de Putin disfrazada de pluralismo democrático tiene unos elementos clave, que han sido diseñados por Surkov: el control efectivo de la información, la creación de un sustitutivo de la sociedad civil (financiando grupos que prevengan la oposición) y la garantía de que los rusos tengan la sensación de que viven en un país democrático. Putin ha diseñado una identidad rusa, contrapuesta a la de occidente, de la que tiene un profundo recelo. Se ha esmerado en restablecer el orgullo nacional, algo realmente difícil, a través de una política cada vez más agresiva, cuyas consecuencias están sufriendo actualmente los ucranianos. En esta cruel locura que asola el mundo, una se pregunta si se le aparecerá Rasputín para recordarle “que la guerra es un crimen y será su perdición”.

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