Oda fallida al ‘sex symbol’ español

Julio Iglesias

Cuando la escritura se convierte en un oficio, los escarceos lectores se miden con otros parámetros. En primer lugar, se mira con lupa quién es el que escribe; en segundo lugar, sobre qué escribe; y, en tercer lugar, dónde y con qué objetivo lo ha escrito. Leer es parte del trabajo y a nadie le gusta trabajar en balde, y mucho menos ingerir basura que contagie los brotes de habilidad que una haya recibido tanto en el reparto celestial como con el sudor de su frente. Dicho de otra manera: leer algo en este momento de mi vida es una cuestión muy seria y muy, muy selectiva.

Pues con esta actitud me he acercado este fin de semana a la última obra de uno de esos escritores que, sin ser periodistas, dicen que lo son, porque escriben columnas. Los que pasamos años sentados en la bancada de la Facultad de Ciencias de la Información sabemos a qué me refiero. Para mí, y lo subrayo en fosforito, un periodista es una persona que está formada académicamente como tal y lo demás son seres humanos que escriben en periódicos. Fin de este tema y no quiero réplicas.

Como había leído varios artículos de Ignacio Peyró y me habían gustado mucho, tanto estilística como conceptualmente, me sorprendió enormemente el hecho de que publicara un libro sobre el popular cantante Julio Iglesias. Me parecía un tema nada acorde con el concepto de intelectual que yo me había forjado sobre él. Era tanta mi curiosidad que me acerqué a mi librería habitual a buscarlo. He podido leerlo con tranquilidad y aquí les vierto mi juicio, por si les sirve para algo o, simplemente, por si les divierte.

En primer lugar, me sorprendió el índice. No sólo porque lo comience con un prólogo, que ya en sí mismo me parece un ejercicio de soberbia innecesario. Tradicionalmente, aunque la RAE no lo recoge así, esos textos del mismo autor que anteceden a una obra literaria se denominan «introducción» o «presentación», dejando la palabra «prólogo» para aquel que escribe otra persona de mayor formación sobre el tema que se va a tratar. Es así una manera de que otro avale el trabajo del que firma el libro.
Tenía una gran curiosidad por saber si Peyró había contado con la fuente directa del cantante. Escribir sobre alguien vivo sin contar con su voz y dirección hace que la obra se convierta ipso facto en esas horribles cosas que son las biografías no autorizadas. Otra cosa muy distinta es reconstruir la vida de alguien del pasado, buscando datos, testimonios y contextos; eso hacemos los historiadores. Estando vivito y coleando Julio Iglesias, ¿cómo es posible que el autor se limite a decir que le ha contactado dos veces, recibiendo – ¡con alivio!, dice – el silencio como respuesta?

Peyró maneja la pluma con una gracia especial. A su rigor estilístico, se suma cierta originalidad de pensamiento que lo hace muy atractivo; pero en este tema está desubicado, no le he visto florecer. Se otea que ha intentado hacer un documento social de una época, pero sin conseguirlo más que a ratitos. Le saco suficientes años al autor como para decir que yo viví la época que describe más de cerca. He habitado con la revista ¡Hola! sobre la mesa toda mi vida, que es lo mismo que haber seguido de cerca la vida de los protagonistas del libro. Y no respiro su atmósfera al leer, ni hay suficiente perspectiva para situar a Julio Iglesias en ese merecido trono.

Es la biografía de un cantante, en la que apenas se le ubica con claridad en la cultura pop a la que perteneció. Excesivamente centrado en su atractivo sexual, falta análisis musical en el libro. Tiene gracia el autor cuando dice que «sus letras tienen más glucosa que complejidad», porque Peyró tiene giros muy geniales. Pero parece que su importancia como sex symbol, en estos momentos de «reivindicación de una masculinidad tranquila a lo Perales», todo lo inunda, como si ser un infiel en serie fuera su principal mérito a destacar.

Seguiré leyendo a Peyró cuando algo suyo caiga en mis manos, pero buscarlo con la curiosidad y la efervescencia con la que me he acercado a este libro es ya muy improbable. Él mismo lo dice en el prólogo que se escribe a sí mismo: «En literatura, el tema, siendo muy relevante, está subordinado a lo que se pueda hacer con él». Estoy muy de acuerdo con esta aseveración, Ignacio, pero en este caso ni el tema ni lo que has hecho con él.

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