La obsesión de Puig con Madrid
El presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, ha vuelto a cargar contra la Comunidad de Madrid. En el pasado, dijo que la política fiscal de impuestos bajos de Madrid es antipatriótica; después habló de un “procés invisible” de “competencia desleal” que genera lo que él llama “dumping fiscal”; ahora, este domingo pasado ha traspasado muchos límites al hacer ver que la esperanza de vida en Madrid había caído más que en Valencia o Baleares en los peores momentos de la pandemia debido a la gestión del Gobierno de la Comunidad de Madrid. En política, es lógico el rifirrafe político; incluso puede ser habitual algún exceso verbal más allá de lo razonable, pero insinuar lo que parece querer insinuar Puig roza lo indeseable hasta en la política.
Todo se debe a la obsesión de Puig con Madrid, ya que no perdona ver reflejada en el espejo la incompetencia de su Gobierno regional para poder hacer prosperar a Valencia como la región valenciana prosperaba antes de que llegase Puig. Por eso dice estas cosas; por eso, desea que en Madrid se suban los impuestos, y como la Comunidad de Madrid hace lo contrario, desea entonces que obliguen a la región madrileña a incrementar los tributos y realiza esos comentarios tan extremadamente desafortunados. No le gusta que en Madrid no se tenga que pagar impuesto de Patrimonio, ni que heredar o donar no sea algo confiscatorio, o que al ir a trabajar no se queden con más de la mitad del sueldo de cada persona.
Para Puig, si Madrid puede permitirse esa política de bajos impuestos gracias al efecto capitalidad, a tener aquí todos los ministerios y organismos oficiales, que generan, según él, un dinamismo económico con el que Madrid prospera y el resto no; pero si la pandemia se cebó más en Madrid no se debe más que a las decisiones del Gobierno madrileño, no a que el Gobierno de la nación no impidiese celebrar las manifestaciones del ocho de marzo, no cerrase Barajas o ni siquiera suministrase material. Todas las administraciones deberían haber sido una piña en la lucha contra la pandemia, pero hubo un permanente intento desde el Gobierno de la nación de señalar a Madrid por apostar por una política diferente cuando tuvo la cogobernanza. Por eso, la afirmación de Puig, además de injusta -aparte de otros muchos calificativos que se le podría dar- es falsa: el mayor número de fallecidos en Madrid fue cuando la responsabilidad de la gestión correspondía al Ministerio de Sanidad. Eso no quiere decir que el Gobierno de la nación sea responsable de que se produjesen fallecimientos -ni en Madrid ni en el resto de España-, pero tampoco las regiones y, por tanto, tampoco Madrid. El Gobierno de la nación, a mi juicio, se equivocó a la hora de afrontar la lucha contra la pandemia, tanto sanitaria como económicamente, pero eso no puede llevar a suponer que los fallecidos sean responsabilidad intencionada del Ejecutivo; ni de él ni de nadie. Es una desgracia de la que hay que salir y, desafortunadamente, manifestaciones como la de Puig hacen flaco favor a la memoria de tantas personas que han perdido la vida como consecuencia del virus. Puig se equivoca una vez más.