Opinión

Nueva fiscal general del sanchismo

Pedro Sánchez sigue clavando estacas al cadáver de Montesquieu asegurándose de que en España todos los poderes sigan en sus manos, incluido el judicial. Para ello ha propuesto a Teresa Peramato como nueva fiscal general del Estado, a propuesta del inhabilitado Álvaro García Ortiz, el fiscal general saliente condenado por el Tribunal Supremo por revelación de secretos para beneficiar políticamente al presidente del Gobierno. Peramato es la actual fiscal de Sala jefe de la Sección Penal del Tribunal Supremo, desde donde ha coordinado la defensa de García Ortiz con nulos resultados. Habiendo sido propuesta por el fiscal inhabilitado y seleccionada por Sánchez, no hace falta ser adivinos para concluir que no va a ser independiente, sino que Sánchez podrá seguir diciendo que ella es «su fiscal». La separación de poderes en España sigue siendo un chiste sin gracia.

Tal y como exige el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, Teresa Peramato tiene un «reconocido prestigio» y una amplia experiencia en su profesión; experiencia en cerrar filas con el poder. Peramato ha seguido fielmente las instrucciones de García Ortiz al frente de la Sección Penal de la Fiscalía del Tribunal Supremo porque, de no haberlo hecho, no sería ahora la elegida para el ascenso. La lealtad, en el sanchismo, es el único mérito que sirve para ascender. Desde su nuevo puesto se encargará de que Sánchez pueda seguir diciendo «¿De quién depende la Fiscalía?… ¡Del Gobierno… pues ya está!», sin miedo a que una justicia independiente se encargue de los casos que afectan a Begoña Gómez, a su hermano y a sus dos manos derechas, Ábalos y Cerdán. Sánchez decide quién es la persona encargada de perseguir sus trapos sucios. No existe ni la menor posibilidad de que Peramato vaya a hacer otra cosa que no sea obedecer lo que le digan desde la Moncloa tan sumisamente como lo hizo García Ortiz.

Cada decisión que tome la nueva fiscal general del sanchismo llevará la marca de agua de la obediencia debida. Sánchez necesita que la Fiscalía General del Estado siga siendo la abogada de su Gobierno, de su familia y del PSOE, y no va a renunciar a seguir manejando esta institución. Para eso la han elegido. Aunque en el pasado Teresa Peramato no haya ejercido la política -como ocurrió con Dolores Delgado, que soltó la cartera de ministra de Justicia sanchista para ocupar el cargo de fiscal general-, no cabe ni la menor duda de que comenzará a hacer política a partir de hoy, porque solo por eso ha sido propuesta por García Ortiz y seleccionada por Pedro Sánchez.

«L’État, c’est moi (el Estado soy yo)» es la frase apócrifa que se atribuye a Luis XIV, el Rey Sol, que mejor representa el absolutismo. Supuestamente la pronunció con dieciséis años ante el Parlamento de París para dejarle claro que su autoridad estaba muy por encima de todos ellos. Pedro Sánchez dijo algo parecido en el Comité Federal del PSOE del 7 de septiembre de 2024 pronunciando la que será otra frase histórica del absolutismo en España: «Vamos a gobernar con o sin apoyo del Poder Legislativo», que, en el fondo, viene a ser lo mismo que dijo el Rey Sol, solo que Sánchez va todavía más lejos que Luis XIV y gobierna también sin control del poder judicial. Peramato no será fiscal general del Estado; será la fiscal general del sanchismo porque Sánchez cree que el Estado es él.