Noqueada la izquierda decrépita de Sánchez e Iglesias

Noqueada la izquierda decrépita de Sánchez e Iglesias

En el plató de RTVE, Iglesias entró en el debate con su prototípica estampa de influencer de ‘antifas’ imberbes de Vallecas; empeñado en convencer a su votante de que desde chaval siempre quiso ser un jornalero búlgaro, sin contrato y sin techo garantizado, y que su condición de diputado es un mero sacrificio temporal por el bien común y su mecenazgo. Y se erguía en el atril. Vaya, todo lo que se puede erguir con el tipín de un taxista vietnamita de un rickshaw de Ho Chi Min, encorvado de tanto arrastrar los caprichos de Sánchez. Sacaba la constitución española con la insistencia de un Hare Krishna pidiendo un donativo en el aeropuerto internacional de Los Ángeles. Exigiendo el Derecho Constitucional de bajar el pienso a los perros por debajo del IVA del alimento humano, y una vivienda digna con jardinero, interna filipina y bedeles beneméritos en la puerta junto al seto de hortensias y un wc de plástico junto a la puerta de la vecina.

Más aseado, y con una especie de alzacuellos de párroco chequista, se presentó Iglesias en Atresmedia haciendo alusiones a curias papales y cardenales para referirse a Sánchez. Imponiendo fraternidad, pero con el jersey negro de la marca por preferida de la ultraizquierda europea, 198, que en sus tiendas vende, además de tejidos, guillotinas a tamaño real bajo el lema “será su última corbata”. Pero ni aún así dio más pena que miedo. En ambos debates, durmió a Maduro, a los jubiletas del FRAP, a su pequeña Padawan soviética, y a todos los compañeros de Contrapoder a los que ahora llama “lúmpenes”.

En TVE todo volvió a ser mentira en Sánchez. Arrogándose la autoría de una tesis que plagió al completo, la subida de las pensiones del PP contra las que votó. Si algo ha exhibido Sánchez, además de tener la capacidad intelectual de un esqueje, ha sido su persistencia en la cleptomanía. En los dos debates enterraba su cabeza en los papeles cada vez que pasaba de bloque. El Monchito de Oskar Matute y Otegi atacaba a los candidatos por “reaccionarios”.

El presidente que anunció una Comisión de la Verdad para procurar la muerte civil a todo aquel que no acatara la Ley de Memoria Histórica, acusó a Casado de hacer “listas negras” por la petición en Andalucía de evaluar a los trabajadores y equipos psicosociales de los juzgados que tramitan los casos de violencia de género, y que no están sometidos a un marco legal específico desde 1983. Un sistema en el que dos empresas privadas de tasaciones inmobiliarias se han levantado casi 700.000 euros en 2018 haciendo peritaciones judiciales de maltrato. Y Casado le arrojó al único político en activo condenado en España por violencia de género, Jesús Eguiguren. Recurrió constantemente al eufemismo de la “justicia social” para legitimar la presión fiscal con la que pretende recaudar 66.000 millones de euros más en impuestos para reeditar el cronológico exterminio de la clase media.

Rivera ha sido el triunfador de los debates, porque logró convertir en incontestable su negativa de pactar con Sánchez y desarbolar su naturaleza constitucional. “El señor Sánchez ha pactado con los que quieren liquidar mi país”, y «Sánchez es la muñeca diabólica de Torra, Otegi, Junqueras y Puigdemont». Alcanzó su momento estelar cuando arrojó al atril del Presidente del Gobierno un manuscrito simulando su tesis plagiada.

Casado, sin embargo, ha dejado salir vivo a Sánchez. Al de Génova le ha perjudicado su pánico por el “Sánchez prefiere pactar con aquellos que tienen sus manos manchadas de sangre». Paradójicamente esta ha sido mejor frase; la única que logró arrebatarle durante una semana el foco a VOX y que logró anular el ninguneo de Abascal al llamarle “derechita cobarde”. En un presente de golpistas y batasunos. Con un Presidente del Gobierno al servicio de éstos, no existe el punto medio entre la complacencia a los analistas de izquierdas del sainete franquista que le tacharon de “radical” y la seducción del voto voxista. Y Casado, como toda la derecha española hasta ahora, ha tenido demasiado miedo a la maquina de triturar carne de la izquierda mediática.

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