No eran tan malas las bombas

No eran tan malas las bombas

Incoherencias socialistas de alta precisión; este también podría ser el título del editorial. De practicar el moralismo sublime de no vender bombas inteligentes a Arabia Saudí –moralismo que duró lo que tardaron en salir a protestar los trabajadores andaluces de los astilleros de fragatas militares (eran el siguiente contrato en juego)–, al business as usual de comprarle estas mismas bombas inteligentes a Trump. Del pacifismo romo, bienqueda y facilón, al compromiso de aumentar el gasto militar español hasta el 2% –por cierto, porque lo dicta Trump.

Nos encontramos, por enésima vez, ante las pulsiones dominantes de las políticas sanchistas: visión a corto plazo, superficialidad, tacticismo, infantiloide afán de poder. Y también nos encontramos ante el agotamiento de una ideología –la socialdemócrata o, dicho de forma más genérica, la progresista– que, lejos de dar cuenta de la realidad, sólo sirve para escenificar sus propias contradicciones internas.

La complejidad de las relaciones internacionales es algo que le viene bastante grande al actual Gobierno del PSOE, cuya acción política parece moverse más hacia el selfie que hacia la gravitas. Cuando Dorothy, la protagonista de El Mago de Oz, cobra conciencia de que ha dejado atrás su vida ordinaria y sencilla, coge su mascota, la pone en su regazo y murmura unas palabras que ya forman parte de la Historia del séptimo arte: “Totó, creo que ya no estamos en Kansas”. Da la impresión que más de una vez algún atribulado ministro socialista de exteriores ha debido pensar lo mismo. En cualquier caso, ante la duda, un consejo: sigan el camino de las baldosas amarillas –en este caso, del peluquín amarillo.

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