La negligencia dolosa del ministro Escrivá

La negligencia dolosa del ministro Escrivá

En España suceden hechos realmente asombrosos. Ya todos estamos persuadidos de que el más grave es la ignominia que representa un Gobierno que se apoya para sobrevivir en los herederos de los terroristas, más activos que nunca, y en unos independentistas catalanes que desafían al Estado y conculcan a diario la ley con la complacencia del presidente Sánchez, que luego exige el cumplimiento de sus normas atrabiliarias y punitivas, como es el caso de las que afectan al sector de la energía perjudicando a las empresas y a los consumidores.

Pero no. Esto no es lo que más enerva porque se da por descontado, porque forma parte de la vida macilenta de este Ejecutivo desnortado y cruel con la historia del país. Particularmente, lo que más me enerva son aquellas tomas de partido que suelen pasar desapercibidas pero que en el fondo son letales para el bienestar común, porque reflejan un diagnóstico equivocado de los problemas así como un afán espurio de confundir a la opinión pública sobre las soluciones. Me saca de quicio, por ejemplo, que José Luis Escrivá, el flamante ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que presuntamente era más listo que la decepcionante Nadia Calviño, declare en El País, el periódico de cabecera del régimen, que «la falta de trabajadores dificulta el crecimiento de la economía». Dice este señor fatuo, que trata a sus colaboradores como un estropajo, cuyo deseo inveterado era ser gobernador del Banco de España, y que ahora se ha convertido en su principal inquisidor, igual que sucede con su manía persecutoria contra el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, que «faltan trabajadores en España, tanto muy especializados como poco especializados, y que eso genera cuellos de botella». Y este señor tan inteligente concluye: «Al solucionar esas carencias crecería toda la economía y se generaría empleo para todos, no solo para los extranjeros sino también para los nacionales». Y se queda tan pancho.

Naturalmente, los entrevistadores poco perspicaces del llamado pomposamente ‘el periódico global’ no le hicieron la pregunta obvia, evidente y clave: «¿Cómo es posible que falten trabajadores en un país que tiene una tasa de paro del 14%, que lleva décadas doblando la media comunitaria de desempleo, y que hace años que lidera la desocupación juvenil? Habría sido muy oportuno conocer los argumentos que habría esgrimido este señor en apariencia respetable, con notable currículo académico y trayectoria profesional, pero en el fondo herido de muerte por el ‘sanchismo’ y activista en su favor.

Porque solo hay una explicación posible para despejar tal contrasentido. Solo una. Y no es otra que el deficiente funcionamiento del mercado de trabajo debido a una legislación vil. Faltan trabajadores en España porque el coste del despido sigue siendo superior a la media europea, porque las reiteradas subidas de las cuotas sociales han encarecido el empleo, porque el sistema educativo criminal diseñado desde hace décadas por el socialismo es incapaz de impulsar el nivel de cualificación de los ciudadanos, de manera que las compañías no encuentran la clase de mano obra que necesitan; porque el seguro de paro es elevado y demasiado prolongado; porque el sistema general de ayudas y de subsidios es tan generoso que ha roto los incentivos para buscar activamente una ocupación o la reinserción lo más rápido posible en el mercado legal de trabajo.

La contra reforma laboral impulsada por la vicepresidenta Yolanda Diaz, de la que tan orgullosamente solidario se siente todo el Gobierno, incluyendo los listos Calviño y Escrivá, solo ha contribuido a empeorar la situación. En lugar de la flexibilidad que precisan los empresarios, ha promovido más rigidez y complejidad, elevando los costes. Al reforzar la negociación colectiva y priorizar los convenios sectoriales, ha debilitado hasta el extremo la autonomía y el margen de maniobra de las empresas. Al fortalecer a los sindicatos, ajenos al drama del paro y correa de transmisión de las veleidades del Ejecutivo, estos han recuperado el poder destructor de la negociación colectiva, esclavizando la voluntad y capacidad de decisión personal de los empleados. Prohibiendo de facto la temporalidad, se ha multiplicado la contratación indefinida ficticia a través de la figura de los fijos discontinuos, solo para permitir a Sánchez pavonearse exhibiendo un aumento del empleo que es un completo espejismo con el que se nos engaña a diario.

Todos estos hechos, las consecuencias perniciosas que tendría la regresión de la reforma laboral del PP, eran de sobra conocidos por la señora Calviño y el señor Escrivá, pero ámbos, desde pronto, no tuvieron inconveniente en sumarse al ejército regular del presidente, que solo trabaja para consolidar la última versión del credo progresista, inspirado por el sectarismo, la discordia civil y la negación de cualquier clase de legitimidad a la derecha no solo para gobernar sino para ejercer su tarea ineludible de oposición.
Pero la realidad es tozuda y resistente a la demagogia y los intentos groseros de manipulación oficial. Los últimos datos de julio, en los que el paro ha crecido por primera vez en años, adelantan un empeoramiento acelerado del mercado de trabajo que los corsés legales impuestos por este Gobierno van a impedir aliviar. De momento, tengo la sensación nauseabunda de que España asiste a los hechos notoriamente desfavorables como si estuviera anestesiada, y acepta como un trágala hasta los caprichos más obscenos del mandarín de la Moncloa. El penúltimo es el plan inicuo de ahorro energético, que evoca pavorosamenre la estrategia salvaje desplegada durante la pandemia, con el confinamiento más severo de todo el Continente ante la complacencia generalizada de la opinión pública, que acató el encierro sin rechistar e incluso pareció ver con agrado que lideráramos la carrera hasta el absurdo por combatir la pandemia. Las consecuencias todavía las estamos padeciendo: somos el único país europeo que todavía no ha recuperado el nivel de renta previo a 2019, que padece el desempleo más alto y granítico y que tiene una inflación superior. Señores Calviño y Escrivá: ¿qué es lo que encuentran de gracioso en este balance tan pésimo?

Lo último en Opinión

Últimas noticias