A Narciso ya sólo le queda el autogolpe

Pedro Sánchez

Sánchez concibe España como un gran prostíbulo. Es normal. Ha vivido toda su vida bajo el escrutinio ético de quien disfruta en vida de los bajos fondos, entre cuartos oscuros de interés y poder. Toda su vida fue un jiji-jaja de nocturnidad y alevosía amoral. Ha llevado a la política las saunas en la que se lucraba pasivamente, con ese olor nauseabundo a vicio y corrupción, a mentira trasquilada y caras depravadas que se reconocen mutuamente en el delito. Adán no sólo fue el nombre de un negocio execrable, también define una mentalidad que pervive y sobrevive en el fango más abyecto de lo reprochable. Y que ahora dirige la nación. Es la misma persona que llama esperpento a la oposición y que tiene a ex compañeros en la cárcel, a su mujer pentaimputada, a su fiscal general del Estado en juicio sumarísimo y a medio gobierno oliendo a código penal.

En esa frontera entre lo decente y lo vomitivo, Sánchez y sus acólitos van a morir con la mentira y la autocracia puestas. Pues sólo desde esa concepción del poder es posible resistir dos años más a golpe de compra de conciencia y degradación democrática de instituciones y poderes del Estado. Su amenaza real de presentarse a la reelección busca culminar un proceso cuyo ensayo sin continuidad ocurrió en el lustro 1931-1936. Mismos discursos sobre «reventar a la derecha», apelaciones de admiración constante hacia criminales de la época, como Largo Caballero y Dolores Ibárruri, y demás propaganda del terror que apurarán de manera violenta si la democracia no les favorece. A diferencia de entonces, la España de hoy está más anestesiada y normaliza mejor la decadencia.

De nada vale ya que salgan determinadas luciérnagas que antes pululaban por el entorno del Gobierno a criticar lo que otros llevamos denunciando años, justo desde su impostado ascenso de censura. Ven la luz tras caerse del caballo autócrata que les financiaba o subvencionaba su paseo por tertulias y foros, porque saben que todo contexto sociológico acaba girando por abrasión o costumbre. Y se posicionan en la lógica y razón, presumiendo de análisis sensato por resumir lo ya escrito acerca de la estrategia de quien llegó a la democracia cómo suelen llegar los déspotas criados en trasteros morales: por la puerta de atrás. Han pasado de sanchistas a ultraderecha sin subvención de continuidad.

En este ecuador legislativo, donde los que amenazan con romper nunca lo hacen y los que deben acordar escenifican cada día más el desacuerdo, sólo le queda al señor que gobernaba los prostíbulos marcarse un Maduro y alentar a las masas a provocar a la España que desea su sentencia política final, para que alteren las calles, insulten en tribunas, acosen en redes y agiten el avispero. El objetivo es encontrar la excusa con la que suspender el proceso constituyente electoral por vía de estado excepcional. Meses antes de las generales, y ya con el laboratorio de pruebas que supondrá el termómetro autonómico previo, propagará en sus discursos y argumentarios de No-Do y RTVE que la contraparte querrá amañar las elecciones, cuando será el hombre de quien depende la Fiscalía General del Estado, el Tribunal Constitucional, Indra y el Ministerio del Interior, el que hará lo imposible para que la democracia le favorezca, por lo civil, o como ya empiezan a publicitar, por lo criminal. A Narciso ya sólo le queda el autogolpe.

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