Moncloa, centro infectocontagioso de España

Moncloa, centro infectocontagioso de España

Podría atribuirse esta condición, de forma claramente eufemística, a la permanente intoxicación o manipulación que el circulo de hierro (o de hojalata más bien) que rodea a Pedro Sánchez está efectuando de la realidad patógena y política del maldito Covid-19. Los Redondo y, en menor medida de responsabilidad, el ex-periodista, hoy fontanero del agitprop, Miguel Oliver, y la cuadrilla de peones de brega, han ingeniado una fórmula, inédita hasta ahora: comunicar a un político con la Prensa gracias un método que restablece la “papela” del franquismo, que convierte al protagonista en un vocero incontestable, que disfraza a los periodistas que se prestan al apaño, de conmilitones de esta basurera oficina de desinformación.

Pero con ser indecente esta conducta, es banderillera, sólo cómplice, de la circunstancia brutal que está disimulándose, ocultando desde la Moncloa, y que no es otra cosa que la situación sanitaria casi desesperada que padece nuestro país. El último bastión de este comportamiento es un descubrimiento realmente miserable: miles y miles de test (ya se apunta a 70.000) de detección del coranovirus adquiridos por el Gobierno de la Nación, no eran científicamente tales, se trataba de artilugios falsos como la cara del mismísimo Judas, sin homologación alguna y fabricados, a mayor abundamiento y para general desgracia, por una empresa pirata exenta de cualquier crédito y experiencia en el sector del aparataje sanitario. Pedro Sánchez, en una de sus kilométricas peroratas destinadas a presentarse como un personaje a medias entre la Madre Teresa y Cantinflas, empeñó su palabra con esta proclamación: “Se trata de test fiables y homologados. Y es muy importante la homologación porque debe contar con todas las garantías sanitarias”. Mentira.

Desvestido el pastel, conscientes los sanitarios del enorme fraude técnico que encierra esta canallada, el Gobierno se ha llamado andanas. Los citados fontaneros no pueden (aunque son capaces de cualquier cosa) atribuir por ejemplo a los consabidos recortes de Rajoy, la culpabilidad de este energuménico timo, de esta estafa para la que este cronista sólo encuentra un precedente: el de la colza de comienzos de los ochenta. En uno como en otro se ha jugado con la salud de las personas. Del sujeto que preparó las fantasías chulescas de Sánchez no hay noticia que haya dimitido por decencia. “¿Por qué -se preguntará- me tengo que marchar yo, sirviendo a un tipo que ha hecho de la falacia pertinaz la falsilla de su vida?”

Ahora mismo el recinto amurallado de La Moncloa es el centro infectocontagioso de España. Son innumerables las personas que se convirtieron en los agentes tóxicos de la enfermedad el mismo día en que, espoleados por Sánchez y por su tribu de feministas “enragés”, acudieron a la manifestación del día 8, fecha en que empezó el “Primer Congreso del Coranovirus Español”. Como dice un colega nada proclive a simpatías conservadoras: “El coranovirus ocupó la primera fila de aquella concentración”. Ahora la simpar ministra Montero larga heces sobre la cabeza de su compañero de Gabinete, el pobre filósofo Illa. MI colega, hombre prudente donde los haya, no se atreve a recordar el letal esputo lanzado por la señora, hoy enferma, de Pedro Sánchez: “Madrid será la tumba del fascismo”. Pues, fíjense por dónde, Madrid es hoy la tumba de más de cuatro mil personas, muchas de las cuales, con certeza, acudieron a la cita infectocontagiosa.

La Moncloa se ha cerrado a cal y canto y, amparándose en un derecho a la intimidad de plastilina, y en la protección de datos mucho más que discutible, se impide que el país conozca  cuántos miembros de su Gobierno están infectados o cuántos de ellos guardan cuarentena. Es más; el ciudadano tiene un enfado sideral, confinado en su casa, mientras el vicepresidente aparece y reaparece no vaya a ser que se vaya a Galapagar y pierda su sillón. La Moncloa es así el centro del contagio nacional. Y del desprestigio universal porque hay que ver, sin ir más lejos, el aprecio que merece a los principales periódicos del mundo, el susodicho Sánchez. Él no se va, él no tiene la menor intención de favorecer un Gobierno de emergencia nacional que, ¡ojo para los imbéciles!, nada tiene que ver con estúpidos golpes de Estado. Este reclamo es cosa seria; es ver al frente del Gobierno de Estado a una persona seria, capaz, responsable, veraz, digna y honrada. O sea, el antónimo de Sánchez

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