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‘Mochi’: el brazo izquierdo del Rey Juan Carlos

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El Rey Juan Carlos es noticia esta semana después de anunciar la publicación, el próximo mes de noviembre, de sus memorias escritas en Abu Dabi con el título Reconciliación. Y las ha redactado porque «tengo la sensación de que están robando mi historia. A sabiendas que mi padre siempre me aconsejó no escribirlas, porque los reyes no se confiesan y menos aun públicamente», como el mismo Don Juan Carlos reconoce. «Pero hablaré y me explicaré de mis errores y mis malas decisiones».

La Casa del Rey ha preferido no comentar la noticia. Seguro estoy que no ha debido sentar bien tal decisión, sobre todo a su hijo el Rey Felipe, quien, en un gesto de soberbia, renunció en su día a la herencia que pudiera corresponderle. «Va a tener que leer un libro de autoayuda para soportarlo», (Benjamín Prado).

Espero que el Rey (sí, rey) se refiera en sus memorias a «sus errores y malas elecciones» y a su actual situación física a causa de las caídas esquiando y las numerosas roturas de cadera que le han convertido en el hombre inválido que es hoy y que no quiere serlo, como publicamos ya en esta columna, renunciando a la silla de ruedas que utilizaron su padre, su madre, su hermana Pilar y hoy su hermana la infanta Margarita. Prefiere, desde 2012 caminar con ayuda de un bastón en la mano derecha y un brazo prestado, el derecho de Mochi, su lazarillo, llegando a ser la prolongación de sí mismo y de quien hablaremos hoy. «Tengo una salud de hierro, pero no me he librado de nada», me reconoció, no sin fundamento, en cierta ocasión.

Actualmente su estado de salud es tan irreversible que ya no hay solución. Tiene prótesis de cadera tras sufrir varias caídas, algunas cuando esquiaba. La primera, el 28 de diciembre de 1991, en las pistas de Baqueira (Lérida), al chocar con otro esquiador. El encontronazo le produjo varias y gravísimas roturas que obligaron a una larga intervención quirúrgica y a una convalecencia de varias semanas. A causa de este accidente, sufriría más tarde una fractura de la meseta tibial externa de la rodilla, teniendo que utilizar muletas. Y la fisura de la pelvis por una caída en las pistas de Gstaad por la que guardó cama un mes, usar bastones y un corsé pélvico durante bastante tiempo. Además, el 4 de septiembre de 2011 se sometería a una cirugía por la rotura del tendón de Aquiles. Y pocos meses antes, el 3 de junio, se le implantó una prótesis de su rodilla derecha.

A la aparatosa caída sufrida el 14 de abril de 2012 en Botsuana, con tan graves consecuencias, le siguió la producida por un mal movimiento durante su recuperación y otra a causa de su artrosis.

Su lazarillo

Me he permitido recordar si no todos los accidentes sufridos por Don Juan Carlos sí la mayoría, para que el lector entienda por qué para moverse necesita la ayuda de Vicente García Mochales Mochi, que no sólo le acompaña en cada paso sino que le ayuda a darlos. Se trata de un teniente coronel de la Guardia Civil de 50 años, casado y padre de familia numerosa, a punto de ascender a coronel que, en el Cuerpo, es tanto como general del Ejército de Tierra, ya que en la Benemérita la inmensa mayoría de los componentes son simplemente números.

Mochi, como se le conoce en la intimidad, es mucho más que un simple escolta, que también los tiene, sino además su fiel escudero que, desde 2007, no sólo acompaña al Emérito sino que pone siempre su brazo derecho para que el soberano apoye el izquierdo y pueda caminar al ritmo que marca Don Juan Carlos, pisando donde pisa él sin ser de la Familia Real. En la mano derecha, Don Juan Carlos sujeta un bastón que le aporta elegancia, según Marian Benito, «aunque le haya costado asumir que esto no va de estética sino de estática». Por la forma de guiarle y el intercambio de miradas y sonrisas, se advierte que entre el Rey y su lazarillo leal, serio y firme se ha forjado una relación de amistad y complicidad.

Porque Don Juan Carlos se ha negado siempre a utilizar una silla de ruedas, repito, prefiere el brazo de Mochi.

En 2022, hubo un gesto que llamó la atención cuando el rey Juan Carlos se disponía a subir del Bribón al embarcadero y un escolta que no era Mochales le ofreció su mano. Sin embargo, el soberano hizo un gesto con la mano apartándole, porque a quien quería es a Mochi, que acudió inmediatamente para subir las escaleras de espaldas y que Don Juan Carlos pudiera subirlas de frente, agarrado a su brazo.

La caída en Botsuana

En 2012 la caída, mientras se encontraba de cacería en Botsuana, «tropezó y cayó al suelo con tan mala fortuna que se fracturó la cadera. Allí terminó la fiesta y comenzó su calvario». La imagen del monarca cazando elefantes en el corazón de África mientras en España la Corona era asediada por los escándalos daría la vuelta al mundo. Diez años después, OKDIARIO reconstruyó, minuto a minuto, la crisis del elefante. Corina, la compañera sentimental entonces de Juan Carlos, tomó la decisión de acelerar su repatriación de Botsuana a España cuando el jefe de Seguridad del monarca le espetó con voz de preocupación: «El Rey se nos muere. Sufre una hemorragia interna».

Ese día fue Vicente García Mochales quien no sólo acudió en su ayuda sino que organizó la evacuación a Madrid. Accidente que fue recogido con todo detalle.

La última vez que se le vio dando su brazo al rey fue con motivo del funeral por Gómez Acebo. Juntos descendieron del avión que les traía desde Abu Dabi, donde residen. Y juntos llegaron al hotel donde se alojó «como si de un jeque se tratara», como tituló, tristemente, un periódico madrileño. Y, juntos, al templo donde tendría lugar el funeral y donde nadie, ni su hijo ni sus nietos, le dieron el brazo. Sólo su fiel escudero, su fiel lazarillo. «Como el Gran Capitán para los Reyes Católicos» (Marián Benito).

Y el último susto

Nada más aterrizar el pasado lunes 23 de septiembre en el aeropuerto de Vigo, con el fin de participar en las regatas de Sangenjo, nada y poner un pie en tierra, don Juan Carlos resbaló perdiendo el equilibrio. No hay que olvidar que, a sus 86 años, su salud y su estabilidad está muy resentida y sus problemas son cada vez más evidentes. Y la presencia de Mochi obligada. Sin él, don Juan Carlos ya no viviría. ¿A su hijo, a sus nietos no les dará vergüenza?

Chsss…

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