Un mes sin Carrascal: un periodista inimitable

Un mes sin Carrascal: un periodista inimitable

Hace casi un mes falleció José María Carrascal que dentro de unos días, en diciembre, habría cumplido los 93 años, trabajando hasta el final, con un formidable artículo publicado en ABC tras la jura de la Constitución por parte de la princesa de Asturias.

Carrascal, para muchas personas de mi generación, se asocia con el soplo de competencia que llegó a España en el ámbito televisivo con la concesión de los primeros canales de televisión privados, y con la libertad que en aquel momento representó mejor que nadie Antena 3, que desde la inauguración de Antena 3 radio, en 1982, en FM, revolucionario por entonces para una emisora convencional, ya que estaba destinada esa frecuencia a las musicales, reclamó una licencia de televisión. Tardó en llegar la concesión siete años, hasta finales de 1989, siendo Antena 3 una de las beneficiarias, junto a Telecinco y a Canal Plus, y en enero de 1990 Antena 3 TV comenzó su emisión regular, tras haber iniciado las pruebas un mes antes, en diciembre de 1989.

Esa Antena 3 de radio y TV, dirigidas por Manuel Martín Ferrand, supusieron un elemento de información indispensable en aquellos años, que sólo acabaron por el llamado antenicidio, tras el pacto de Nochebuena, entregando Antena 3 de radio a la SER, que había sido superada en el EGM por aquella emisora, y Antena 3 de televisión al Grupo Zeta de Antonio Asensio.

Con ello, aquella radio intrépida y líder y aquella televisión culta y crítica desaparecieron, pero mientras duraron constituyeron un elemento indispensable para la libertad de prensa. Y dentro de ello, la figura de José María Carrascal fue una de las que emergió con un estilo inimitable.

Yo recordaba escuchar alguna crónica de Carrascal en Antena 3 de radio y leerlas en ABC, al ser el corresponsal de ambos medios en Estados Unidos, pero al hacerse cargo del telediario (Noticias de A3), si no recuerdo mal, de manera efímera del de la tarde-noche, para recabar enseguida en el de la última edición, revolucionó la forma en la que hasta entonces nos habían presentado a los españoles un telediario. Con mis 15 años de entonces, estudiando 1º de BUP, me resultó gratamente sorprendente comprobar que había un presentador de telediario con una experiencia tan amplia en Estados Unidos. Al presentar el telediario, Carrascal derrochaba cultura, experiencia y conocimiento por los cuatro costados. Introdujo los editoriales en los telediarios y forjó un estilo propio, que se completaba con sus atrevidas y extravagantes corbatas.

Sus noticiarios eran apasionantes, tanto que yo intentaba quedarme a verlos a costa de alguna hora de sueño perdido, aunque dicha empresa se mostraba difícil en ocasiones en las que se retrasaba su emisión por haberse alargado los programas que lo precedían, pero hasta 1992, momento del antenicidio, no solía acumular mucho retraso. Después, y hasta que A3 cometió el error de prescindir de Carrascal, no parece que la emisora se comportase del todo bien con él, pues el retraso, que parecía deliberado, llegó en alguna ocasión hasta cerca de las dos de la madrugada.

Igualmente, sus columnas en ABC eran siempre interesantes, y sus libros, apasionantes, tanto desde los que narraban sus vivencias en el periodismo, como Adiós a la utopía, ya es siglo XXI, como el que tituló con su mensaje de cada noche Al filo de la medianoche, como los de recopilación de sus editoriales, como los de historia, donde destaca Cartas españolas a mi mujer, como las novelas, donde, además de la de Groovy, con la que ganó el Nadal en 1972, me resultaron apasionantes las que escribió en los años de su mayor fama, como Cien millones, con una narración trepidante de una aventura político-policiaca en el Madrid de los años noventa del siglo pasado, o Nunca podrás volver a casa, en la que cuenta cómo un descendiente de sefardíes busca la antigua casa de sus antepasados en España. Guardo como oro en paño las dedicatorias de algunos de esos libros, que tan amablemente me brindaba cuando me acercada a por alguno de ellos en la Feria del Libro.

Más allá de aquellos rápidos encuentros en la firma de sus libros, no conocí a Carrascal, pero crecí con él, al igual que toda mi generación, en la formación del espíritu crítico a través de sus telediarios, sus crónicas, sus artículos y sus libros, en una época de grandes periodistas: simplemente, leyendo entonces ABC, se disfrutaba de Carrascal, pero también de Jaime Campmany, Alfonso Ussía, Federico Jiménez Losantos, Lorenzo López Sáncho, Julián Marías, Aurora Pavón-Pablo Sebastián, Mingote, Darío Valcárcel, Alejandro Muñoz Alonso, Víctor Márquez Reviriego, José Luis Martín Prieto, Luis María Anson y tantos otros. Incluso José Luis Gutiérrez o Francisco Umbral recalaron en él, además de escuchar en la radio a José María García, Manuel Martín Ferrand, Luis Herrero, Carlos Herrera, Luis del Olmo, Encarna Sánchez, Alejo García, Ramón Pi, Carlos Dávila o el líder de las mañanas, Antonio Herrero.

Con el fallecimiento de Carrascal ya quedan muy pocos de entonces; con él se nos ha ido esa revolucionaria forma de contarnos las noticias y el soplo fresco de libertad y modernidad que nos ofrecía, cada día, ataviado con sus corbatas, «al filo de la medianoche». Hace un mes que ya no podemos disfrutar de sus Postales, hecho que nos empobrece. Descanse en paz.

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