OPINIÓN

Merkel destroza la campaña de la CDU en Alemania

Merkel destroza la campaña de la CDU en Alemania

El principal enemigo de un candidato político no está enfrente de él, sino detrás, en su propio partido, entre los que le aplauden y le desean suerte. A Friedrich Merz, candidato a canciller por la CDU, le ha destrozado la campaña su correligionaria Angela Merkel.

Después de tres años de un Gobierno semáforo, entre socialistas (rojos), liberales (amarillos) y ecologistas (verdes), las elecciones legislativas del 23 de febrero han abierto la posibilidad de una alianza entre los partidos de centro-derecha CDU y CSU, y el de derecha, la AfD; no un gobierno de coalición como el que se está negociando en Austria entre el FPÖ y el ÖVP, pero sí quizás apoyos para la aprobación de presupuestos o leyes. Las encuestas indican que estos tres partidos, la CDU, la CSU (limitada a Baviera) y la AfD alcanzarían más de la mitad de los votos y juntos sumarían la mayoría absoluta del poblado Bundestag (735 escaños en la legislatura que concluye), sobre todo si el FDP liberal no entra en la Cámara Baja.

El punto principal del programa de Alternativa para Alemania, que ganó las elecciones al Parlamento Europeo, es la limitación de la inmigración y hasta la remigración, es decir, la devolución de inmigrantes a sus países de origen. Y en detener la llegada de inmigrantes y proceder a la deportación de aquellos implicados en delitos coinciden ahora tanto la CDU y la CSU como el Gobierno del socialista Olaf Scholz, que en septiembre introdujo por sorpresa los controles de pasaportes en las fronteras, días después de que un islamista sirio, que tenía una orden de expulsión sobre él, apuñalara y matara a tres alemanes.

Merkel, canciller entre 2005 y 2021, ha intervenido en la campaña contra el candidato de su propio partido, un viejo rival del que se libró a principios de siglo. Friedrich Merz, que tiene entre sus desventajas su puesto directivo en Blackrock en Alemania, ha prometido al pueblo medidas radicales contra la inmigración y la delincuencia y, a la vez, llegar a acuerdos con los socialistas y los verdes para mantener el bloqueo a AfD. Ambas cosas no parecen posibles.

El miércoles 29 de enero se aprobó una moción en el Bundestag a favor de una ley para limitar el derecho de asilo y endurecer los requisitos para la inmigración presentada por la CDU/CSU, gracias a los votos de los democristianos, los liberales y AfD. ¡La primera ruptura del bloqueo a AfD! Merkel unió su voz a las protestas de las izquierdas y, en un comunicado, lo calificó de “error” y recordó las promesas de Merz de no contar nunca con AfD. El escándalo tuvo su efecto. El viernes 31, el proyecto de ley cayó derrotado por la abstención de varios diputados democristianos y liberales.

Si alguien dudase de la capacidad del sistema mediático para convertir ante sus audiencias a un demonio en un ángel o a un asesino en un filántropo, debería fijarse en el caso de Angela Merkel. Ésta pasó en las portadas y los editoriales de la prensa del ‘mainstream’ de ser una austericida, equiparada con los nazis cuando imponía sus recetas económicas en la Unión Europea, responsable del empobrecimiento del sur de Europa y culpable incluso de miles de muertes por suicidio o frío, a ser despedida en 2021 como la salvadora de Europa, un eje moral, el contrapeso al airado Trump y al violento Putin. De dama de hierro sin corazón a dulce abuelita (Mutti).

A Merkel las periodistas feministas le reprocharon que en 2005 rehusara tomar el tratamiento de cancillera (alguna española, más afín a la militancia que a la realidad, se lo sigue dando). Cuando en un debate televisado en 2015 le respondió a la petición de una adolescente palestina de vivir en Alemania que, de acuerdo con la ley, quizás ella y su familia fueran deportados, se le tachó de cruel y, por supuesto, de racista.

Sin embargo, la apertura de las fronteras de su país en el verano de 2015 a un millón de supuestos refugiados de la guerra civil siria (en esas multitudes aparecieron luego miles de iraquíes, afganos, paquistaníes, egipcios y hasta eritreos) la transformó en heroína del globalismo. Sus selfies con inmigrantes y su frase “Lo lograremos” dirigida a los alemanes para que integrasen a los recién llegados le purificaron de sus pecados anteriores.

Ahí comenzó el hundimiento de la Europa basada en el consenso de posguerra y el turno entre partidos de centro-izquierda y centro-derecha. La inmigración desbocada y el desprecio de las oligarquías política, empresarial y periodística a las quejas de los ciudadanos, tachados de deplorables y xenófobos, fueron como antorchas en el polvorín. En la Nochevieja de 2015, se produjeron ataques sexuales en varias ciudades alemanas, que los funcionarios y los periodistas trataron de silenciar. La razón: la mayoría de los detenidos eran solicitantes de asilo provenientes de países musulmanes y africanos.

Al año siguiente, los británicos optaron por el Brexit y los norteamericanos llevaron a la Casa Blanca a Donald Trump. Y en 2017, por primera vez entraron en el Parlamento federal alemán diputados de AfD. Entre esas nueve decenas, uno de ellos fue Alice Weidel, candidata a canciller en las elecciones de febrero.

Después de fracturar su país y de crear las condiciones para el ascenso de AfD, Merkel intenta demoler su propio partido, inclinado hacia una derecha que detesta, y repetir la gran coalición que a ella le llevó al poder. Durante dieciséis años, no importaba a quiénes votaran los alemanes, porque siempre gobernaba Merkel, con liberales o socialdemócratas. La política parece desear más dosis de la misma desastrosa receta para su país.

La severa austeridad, la inmigración supuestamente imprescindible para la economía y el señalamiento como nazi (¡la palabra maldita en Alemania!) de todo aquel que se oponga a la multiculturalidad no han sido los únicos errores de Merkel.

La lista incluye el desmantelamiento de las centrales nucleares con la única finalidad de remontar en las encuestas (los últimos reactores se desconectaron en abril de 2023, a pesar de la guerra de Ucrania); la aceptación de cuotas femeninas obligatorias en la dirección de las empresas y el matrimonio homosexual para formar una coalición con el SPD; la dependencia de la industria alemana del barato gas ruso; la falta de protesta ante Barack Obama por haber sido espiado su teléfono por Estados Unidos; y el debilitamiento de las fuerzas armadas cuando Rusia ya se había anexionado partes de Ucrania en 2014.

¿De verdad está convencida Merkel de que la cooperación entre la CDU y la AfD constituiría un peligro para la democracia? ¿Pretende relanzar las ventas de sus memorias? ¿O es que quiere lavar su siniestro pasado con las aguas del antifascismo y postularse para el Nobel de la Paz?

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