Margarita Robles, una temible (y terrible) rival

Margarita Robles
Margarita Robles, una temible (y terrible) rival

A estas horas a lo mejor Félix Bolaños, el recadero de Sánchez, no sabe con quién se está jugando los cuartos. Mucho menos lo saben sus presuntos socios en el Gobierno de Podemos que se han tirado, como lobos, a la carótida de Robles. Deben creer que que bajo su foulard de Hermès (quizá sea de otra marca, yo qué sé) se oculta sólo una mujer reposada y grácil que en su vida ha matado una mosca. Pues bien: todos, unos y otros, los próximos y los adláteres, se equivocan de medio a medio.

Ahora todo quisqui festeja y canoniza a Margarita Robles; ha bastado con que el mensajero de Sánchez la haya emprendido contra ella para que, casi por unanimidad, medios de todo jaez retraten la pugna como como el ejercicio de una mujer estrictamente legal contra unos trileros mentirosos y sectarios. Siendo realmente así que Sánchez y su acólito representan la peor que puede darse incluso en pura humanidad, Robles no es precisamente una chica indefensa, ingenua que esté siendo devorada por las acémilas de La Moncloa sin que ella tenga capacidad de reacción.

Aún los viejos del socialismo hispano no se explican a qué listo de la Presidencia se le ocurrió el pasado lunes montar el espectáculo televisado de las denuncias abstractas de espionaje. Un antiguo, y muy relevante, exdiputado del PSOE llama a esto una kermesse patética. Tiene argumentos y motivos. Muy desesperada debe estar la cuadrilla sanchista para haber instalado esta feria que ahora mismo es la comidilla grotesca con la que se solaza el país entero. Lo que sugieren estas fuentes es que se la tenían guardada a Robles y han utilizado este método clamorosamente estúpido para llevarle a la guillotina. Con saña sin parangón le han presentado como la jefa de unos Servicios de Inteligencia, torpes, inanes y bastante lejanos a la legalidad.

Pero, ¡no saben con quién están tratando! Robles es una superviviente pertinaz. Protagonizó en tiempos del biministro Belloch uno de los episodios más ridículos de nuestra democracia. ¿O no se acuerdan del capitán Khan y los papeles de Laos? Un paseo pequeño por aquel incidente: Roldán, el desaprensivo director de la Guardia Civil huyó de España cuando se le cogió con las manos en la masa con una fortuna que había apilado hasta quitándole el pan de la boca a los huérfanos de la Benemérita. Un tipo digno y honrado, titular de Interior, Antonio Asunción, dimitió por vergüenza torera, y le sustituyeron en Interior los citados Belloch y Robles, miembros entonces muy activos de la izquierdista Jueces para la Democracia. Después de infinitos palos de ciego persiguiendo por aquí, allá y acullá al fugitivo por el mundo universal, el espía a sueldo Francisco Paesa, conectó con el dúo en cuestión y los tres articularon la Operación Laos, un invento fantasmagórico que exhibieron como un gran triunfo del Estado democrático. Aquéllo fue una burda patraña de la que, contra todas las luces de la razón, Robles logró salir viva. Volvió a la Judicatura y, llegó incluso al Tribunal Supremo en el que un colega le calificó directamente como «una ratita ambiciosa». Años después fue rescatada para la causa sanchista por un jefe que en estos momentos abomina de «ese verso suelto», como le califica el propio Bolaños.

Ahora, a Sánchez y a su escudero Bolaños ya no les sirve en consecuencia, ¿por qué? Fácil, porque los israelíes de Pegasus, que no reparan ni en medios, ni en cautelas, han descubierto que «alguien» en España ha espiado mucho los teléfonos de los secesionistas catalanes. Sin reparar en los efectos, el dúo citado le ha echado el muerto al CNI, acusando a su directora, y por ende a la ministra de Defensa, de haber perpetrado la fechoría. Pero es mentira: los culpables han sido ellos, Sánchez y Bolaños.

Verán: una persona con una trayectoria muy alta en el ministerio que ahora ocupa Robles, ha confesado a este cronista: «El CNI, que efectivamente un tiempo perteneció a Defensa, ahora es administrativamente de Presidencia, tanto que incluso los teléfonos de seguridad que se entregan a los ministros los reparte encriptados este departamento». Esta persona mencionada indica que tuvo en su poder «este cachivache pero no lo utilizó porque no se fiaba nada del uso que pudieran hacer sus repartidores».

Ahora, tras los meneos de su mismo Gobierno, Margarita Robles se ha levantado en armas. Ha cubierto con mil elogios al CNI y a su directora y le ha arreado sendos y sonoros sopapos a su jefe y a su colega de Gobierno. Tampoco ha ahorrado munición con sus hipotéticos aliados del leninismo podemita. Pues bien, hay que avisarlo: no saben con quién están tratando. Robles es, con certeza, uno de los españoles mejor informados, sabe todo
de nuestras obras, nuestras pretensiones y nuestros pensamientos, y no
sólo sabe todas estas cosas, sino que las utiliza con la meticulosidad de un entomólogo. Ella ha advertido -y le asiste la razón- que la obligación de la Inteligencia de un país es conocer los planes de los «malos». «Si no -ha venido a reconocer- para que están los Servicios Secretos». Y la verdad, parece haber ganado, porque la ciudadanía, casi en masa, se ha puesto a su lado, como si Robles fuera ya la Agustina de Aragón de los Sitios de Zaragoza contra los odiados gabachos.

Sin hacer otra cosa, por ahora, que esquivar los tiros que silban por las sienes de su cabeza, ha vendido una parcial mercancía que hasta los medios de la derecha han comprado con entusiasmo, hasta el punto que algunos de ellos han avanzado que «Sánchez ya tiene sucesor», en este caso que nos ocupa, sucesora. Y Robles, llegado el caso, no le haría ascos a la arriesgada misión que pregonan para ella gentes de toda condición. Está claro que no va a perdonar a su veterano cómplice Sanchez la canallada que han perpetrado contra ella. ¿Podemos afirmar que Robles no conoce ya, si se ha producido el espionaje, el caudal de información que puede haber sisado a Sánchez el rey moro Mohamed? No, de ninguna manera.

De forma que, cuidadín con ella, porque la aseada Margarita Robles, tan burguesa de vestir y de ademanes, no se dejará ejecutar en el patíbulo que le han preparado en Moncloa. Es una política temible, y probablemente terrible, quizá como haya que ser en este menester. Los tontos de haba de Podemos piensan que van a terminar con ella. Cometen un error de libro: Margarita Robles tiene la sartén por el mango y el mango también y no lo va a soltar, es más: ya ha empezado a propinar sartenazos sin cuento. Y con daño clamoroso.

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