¡Marchando una de médicos!

Médicos

Pocos son quienes no reconocen que el ejercicio de la medicina es la más digna y elevada de todas las profesiones. La dedicación a mejorar la salud de los demás, a prevenir y curar sus enfermedades e incluso a salvarles la vida, hace que los médicos sean acreedores del más agradecido reconocimiento, especialmente porque desarrollan su actividad como respuesta a una vocación que les ha empujado a dedicar diez o doce años de su juventud a una exigente e imprescindible formación y, después y siempre, a incrementar y actualizar sus conocimientos y su experiencia.

Seguramente que esa elevada condición de la profesión, y la vocacional dedicación con que la ejercen, contribuye a acrecentar buena parte de los problemas que tienen; es decir, que los médicos están dispuestos a realizar su trabajo estando poco reconocidos y mal pagados, y que, preocupados estrictamente en la parte facultativa (sólo les gusta ver pacientes, ejercer su clínica en los hospitales o dejarse las pestañas en los laboratorios) no se preocupan de reclamar y exigir colectivamente las mejores condiciones, el mayor apoyo y los medios más adecuados. Y claro, de ahí se infieren indeseadas consecuencias: la administración y los gestores sanitarios, públicos y privados, se aprovechan de esa vocacional profesionalidad y les pagan poco; y los escasos médicos que se han movilizado, y que consiguen representar a todo el colectivo, lo hacen con intereses menos edificantes, con menos vocación de ejercer la profesión y más intención de hacer política.

Aunque siempre se pueden encontrar datos para corroborar cualquier opinión, hay algunos que son incontestables. Y es que, en España, que presumimos de ser un estado social del primer mundo, gastamos aproximadamente un 7% del PIB en Sanidad (pública y privada) cuando la media en la OCDE es del 10%, y que la asignación a atención primaria está entre el 17-20% cuando en los países a los que queremos parecernos es del 20-25%. Como resulta que los costes en mantenimientos, suministros y en farmacología son muy homogéneos (la comercialización de medicamentos es global y tienen precios internacionales), la realidad es que esa diferencia en presupuestos está, fundamentalmente, en el salario de los profesionales. Esta realidad económica, junto con algunas ineficiencias en la aplicación del modelo MIR (que por salidas al extranjero o por renuncias pierde entre el 10 y el 20% de las promociones), y con la situación de máxima tensión al que la pandemia llevo al sistema de salud (multiplicación de las bajas e incremento de las necesidades de asistencia), nos ha conducido al actual déficit de facultativos que, además, va a ampliarse por efecto de las jubilaciones previstas para, al menos, los próximos 10 años.

Ese caldo de cultivo es general para todo el territorio nacional, pero hay que tenerlo en cuenta antes de pasar, aunque sea brevemente, por la polémica creada en la Comunidad de Madrid, que se provoca a partir de la reapertura de las urgencias extrahospitalarias y que arteramente se quiere extender al sistema de atención primaria.

Efectivamente, el reinicio de los servicios de urgencias ha sido complicado después de más de dos años de estar cerrados y se han puesto de manifiesto faltas de revisión y mantenimiento (situación de los centros y de los aparatos e instalaciones), de preparación (formación y adaptación de los técnicos y auxiliares al nuevo modelo) y de supervisión (sobrecarga de trabajo administrativo y de gestión), además de errores en la comunicación y en la negociación. ¡Quizás se ha echado de menos el liderazgo y conocimiento del anterior viceconsejero, Antonio Zapatero!

Sin duda que esas deficiencias van a corregirse en un plazo razonable de tiempo y que el funcionamiento adecuado de esas urgencias va a aliviar la habitual tensión de las hospitalarias, que han estado acogiendo las que antes de la pandemia se atendían en los centros desplazados. Pero hay mucho y muy torticero interés en que este problema contamine a la atención primaria, que, sin duda, es de las más extendidas, globales y efectivas entre las de todas las comunidades autónomas. Entre otras cosas, es la única que mantiene dos turnos diarios extendiendo su servicio hasta las 21:00 horas, cuando en el resto de comunidades terminan a las tres de la tarde; aunque esto hace que el servicio madrileño sea muy demandante de médicos, enfermeros y técnicos sanitarios.

Muchos de los problemas de la atención primaria que tenemos en España, y no sólo en Madrid (recordemos que en varias comunidades están ya en huelga y los gobiernos y consejeros de salud son socialistas), vienen de las deficiencias de un modelo colectivista con múltiples centros de salud que se importó de Cuba y de los países comunistas, y que prácticamente no existe en toda Europa (donde se mantienen regímenes de colaboración con médicos especialistas que atienden en sus propias consultas). Seguramente, que desde el punto de vista del usuario resulta más cómodo tener algunas especialidades en el propio centro, pero para que el modelo sea efectivo necesita un altísimo nivel de recursos y dotaciones que no siempre se le aportan.

En definitiva, hay problemas de los que ocuparse y preocuparse, pero si el que lo hace es el principal enemigo político y existen unos activistas, muy al borde de la profesión, dispuestos a hacer ruido, se dan todos los ingredientes para montar un guirigay que pretenderán que esté atronando hasta las elecciones. En la otra esquina, Isabel Díaz Ayuso demuestra, una vez más, que tiene más redaños que nadie y que, ante un problema, su teoría es que lo peor es no hacer nada. Al final, saldremos de esta polémica mejor de lo que estamos: más recursos, mejores dotaciones y optimización de los procesos, en definitiva, mejor servicio. Y a la presidenta de la Comunidad le deberemos una más; como la de la gestión diferenciada de la pandemia, como la contención del impacto económico y del latrocinio fiscal, o como retirar a Pablo Iglesias y llevar al sanchismo a su punto de inflexión.

Pero también será importante que los médicos, a la vez que desempeñan su labor, se interesen, o incluso se involucren, en las complejidades de la gestión administrativa y de las cuitas políticas. Si, preocupados únicamente del loable ejercicio de su profesión, no se preocupan de quién y cómo les representan, inevitablemente van a ser utilizados y manipulados. Ya decía C. S. Lewis que «una entrega total te hace vulnerable».

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