Lo que la crisis de Venezuela nos enseña (por ahora)
Poco sorprende que a casi dos semanas de que Juan Guaidó se autoproclamara presidente legítimo de Venezuela el statu quo en aquel país no sólo se haya mantenido, sino que no hay nada que haga pensar que Nicolás Maduro abandone el poder de forma inmediata y por voluntad propia. Este lunes varios países de la Unión Europea cumplieron con el ultimátum de los primeros días y pasaron a reconocer a Guaidó como presidente legítimo. De los 28 países miembros de la UE, ni siquiera la mitad han dejado de reconocer a Maduro en sus funciones presidenciales. Este hecho, junto a otros de enorme importancia, forman parte de lo que considero las principales enseñanzas de la crisis venezolana.
En primer lugar, con Trump o sin Trump, la política hegemónica de EEUU sigue vigente. Por muchos eslóganes a favor del “America First”, a Trump, como a todo el resto de sus predecesores, le gusta “abrir un melón” en la escena internacional que sirva para distraer la atención sobre otros asuntos. Al mandatario estadounidense le llueven críticas diarias en su país y en otros, pero con Venezuela ha encontrado la oportunidad para mostrarse a los ojos del mundo como el estadista que defiende de la libertad en todos los rincones del planeta.
Pero la capacidad de ejercer presión por EEUU es cada vez más débil y su potencial para ejercer el poder que le otorga ser primera potencia va menguando. Desde que Obama amenazara al presidente sirio, Bashar al-Assad, de una intervención en Siria y luego no cumpliera con sus advertencias, el país estadounidense ha mostrado una pérdida de músculo en la comunidad internacional. Ese desvanecimiento progresivo se ha materializado este lunes con el número de países de la UE que han dejado de apoyar a Nicolás Maduro. Apenas llegan a la decena. De los 28 países que conforman la UE, que sólo haya menos de la mitad dando ese paso es para hacérselo mirar.
En 2003 había más países europeos respaldando la intervención militar en Irak que los que ahora respaldan a Juan Guaidó, lo cual es un ejemplo de la desunión y diferencia que impera en el seno de la UE. La falta de consenso ante una crisis política y humanitaria de inalcanzables proporciones es indicativo de que ese clima de desacuerdo no sólo es pasajero, sino que presagia una verdadera sacudida que removerá los cimientos comunitarios a partir de las elecciones europeas de mayo.
La desunión europea es la escenificación también de la batalla entre “globalistas” frente a “nacionalistas”. Los primeros, de los que hablaré en un próximo artículo, son la punta de lanza del establishment, de la vieja política y de la oligarquía económica dispuesta a repartir credenciales de buenos y malos para justificar intervenciones selectivas en según qué países. Ayer mismo, siguiendo el guión de la acción estadounidense en el exterior, el presidente Trump anunció que la militar es una opción en Venezuela, pero sin entrar en más detalles. En marzo de 2002, el entonces presidente George W. Bush decía que su gobierno no tenía planes para atacar a corto plazo a Irak en el contexto de su campaña contra el terrorismo. Un año después, la invasión militar era una realidad.
Frente a los “globalistas” están los “nacionalistas”, los que afirman que cada estado como entidad soberana es libre de hacer lo que le dé la gana sin admitir injerencias desde el exterior. Es el argumento que defienden los gobiernos de Italia, Hungría, Turquía, Rusia o China, principal acreedor de Venezuela. Precisamente es a un medio chino al que Guaidó ha concedido una de sus primeras entrevistas. Y todo para aclarar que las deudas del régimen de Maduro serán asumidas por él. Una verdadera declaración de intenciones para no incomodar a la primera potencia en ciernes o para alumbrarnos sus planes futuros. Es decir, vino para quedarse.