¡Levantaos andaluces!

¡Levantaos andaluces!

Levantaos e id a votar. Parece que el Sol va a ser más dulce este domingo que ha vivido en Andalucía la resurreción majestuosa del Corpus, una fiesta que la izquierda barrenera ha pretendido volar. Las temperaturas van a descender unos grados, salvo en Granada y en menor medida en Huelva, y este dato debe ser también un acicate para llevar masivamente a las gentes a las urnas. ¡Claro que se juega mucho Andalucía en estas horas! ¡Claro que sí!, pero el desafío trasciende el paso, ahora decente, de Despeñaperros. Con seguridad -lo dicen los más reputados analistas internacionales- se está inaugurando una etapa tan trascendente como la posterior a las dos guerras mundiales del Siglo XX o, más domésticamente, con la estupenda, también agraviada en este momento, Transición española del 1978. Los analistas referidos están sobrecogidos por dos dramas separados pero, paradójicamente concluyentes: la crisis económica universal y el hacha de guerra que el totalitario Putin ha desenterrado en la mártir Ucrania. Y por cierto y a este respecto una mínima digresión: esta guerra SÍ es la de los malos contra los buenos, otra cosa es confundir a los enemigos contra los amigos.

Dejamos aparte esta apreciación absolutamente extendida por el mundo y de la que discrepan muy pocos personajes influyentes de la Humanidad como ahora el asombroso Papa Francisco, nos apartamos de esta conclusión, para el cronista muy fundada, y volvemos al espacio terrenal español con estas elecciones del domingo destinadas a marcar una nueva etapa para todo el país entero. Es cierto que durante casi cuatro años la morigerada gobernación de Moreno Bonilla ha sido como una experiencia in vitro de la experiencia que este próximo domingo se pueda inaugurar: un Gobierno con un frente amplio de centroderecha que clausure cuarenta años de clientilismo y corrupción, los cuarenta años que ha protagonizado el PSOE. Suele decir un periodista amigo del Sur que, comparados con los ladrones de los ERES, el cacique Romero Robledo, un comprador “modo padrecito” de voluntades ajenas, fue sólo un aprendiz, un visionario que, en todo caso, dejó en Andalucía un rastro no se si parangonable con el notario nacionalista, pelín perdido, Blas Infante.

La “excepción andaluza” se ha tomado durante cuarenta años en España como una sustancia pétrea incontrovertible; Andalucía era de izquierdas y ya está. No importaba y aún tampoco molesta mucho, que las prácticas políticas y administrativas de los diversos socialistas que en sus momentos “detentaron” ( y escribo a posta “detentaron”) el poder en aquella región fueran corruptas y deleznables. “La PSOE” era la fábrica, la industria de Andalucía y el que no quisiera someterse a sus dictados -diría Alfonso Guerra- no salía en la foto. Cientos de empresas han sucumbido estas décadas a la presión insoportable de San Telmo, la sede de la Presidencia regional que en su día hollaron los condenados Chaves y Griñán. Ambos, como toda la cohorte socialista de Madrid, presumían, encima, de ser propietarios de una superioridad cultural que, en puridad, estribaba en mantener en las ocho provincias que gobernaban el mayor nivel de analfabetismo de España. Traigo aquí a colación la confesión que en una ocasión marina (estábamos navegando) me realizó el destronado Rafael Escuredo, primer presidente andaluz. “Nosotros nos conformábamos con que nos votaran en masa las gentes menos ilustradas”. Perdón: con dos cojones.

Esta Andalucía representada por el socialismo voraz, pantagruélico y licencioso, es la que está a punto de saltar por los aires en pocas horas. La ocasión es tan gorda, tan histórica, que la ágrafa consejera de Sánchez, Adriana Lastra, ya ha amenazado con que si el pueblo andauz da su voto “a las Derechas”, “nosotros -dice la carbonaria- saldremos a la calle”. Así respetan estos individuos/as el acto más solemne de una democracia: el voto en las urnas. Ahora bien: por lo que sabemos y conversamos esa Andalucía que Lastra y algunos más (entre ellos, claro está, su patrón Sanchez Castejón) ya está más acabada que la Chelito, de eso ya sólo quedan los rescoldos en forma se juicios en mil tribunales y la pléyade de esbirros que fijan su última esperanza en la resistencia de Sánchez. Pero de eso tampoco quedará nada. El “cuatrienio incendiario” que está representando el “okupante” de la Moncloa, se está desmoronando a ojos vistas. Sólo unos fanáticos a sueldo de este pirata de la política, todavía siguen pregonando el estado arcangélico de la economía del país. Se prevé un cuarto trimestre catastrófico del que no nos puede salvar este  político mendaz; nos queda afortunadamente Europa que todos los días, y con un lenguaje más o menos nítido, nos advierte que circulamos en dirección equivocada, o mejor, dicho en la dirección prohibida por donde marchan conmilitones tipo Putin y sus arrabaleros gobernantes iberoamericanos.

El cambio de rumbo en Andalucía y en toda España está en el voto de los que apreciablemente están hasta la coronilla de asalariados del izquierdismo zarrapastroso. Verán que, si los resultados son los que han venido aventando las encuestas, Sánchez y su tropa saldrán a negar cualquier tipo de relación entre su hecatombe y la previsión de lo que puede suceder el año próximo, primero, en muchas regiones y en todos los ayuntamientos de España y, segundo, en las generales. Pretende disfrazar Sánchez el desastre con un año en el que se propone cambiar definitivamente los usos, las costumbres y los valores del país. A España, un año más atada a este tipo, la puede convertir definitivamente en una mala franquicia de Maduro, el asesino que está llenando de oro a  Moratinos y Zapatero. Por eso, repito el título: ¡Levantaos andaluces! Está en vuestras manos hacernos un favor histórico a todos nosotros, compatriotas españoles.

 

 

 

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