Junqueras, el emperador

El colega de este diario, Sergio Fidalgo, ha tenido la buena idea de adentrarse en el humor. La única manera de combatir el procés.
Sergio —me van a permitir el tuteo porque hace años que le conozco— acaba de publicar La corte del emperador Junqueras. Una «pesadilla humorística», como él mismo la define, ambientada en la Cataluña de 2036.
Periodista y escritor, es el hombre-orquesta del periodismo autóctono. Alma del digital El Catalán y de Ediciones Hildy. Colabora además con OKDIARIO y otros medios: Periodista Digital o Distrito TV.
Por si fuera poco, es presidente del grupo de periodistas Pi i Margall, que siempre he sospechado que es Pi, Margall y él. Pero ahí está, para dar la vara al periodismo oficial y al discurso hegemónico.
No en balde, los periodistas catalanes se han agrupado tradicionalmente en tres sectores: progres, catalanistas e independentistas. Él, con su espíritu libre, no encaja en ninguno de ellos.
He de decir que yo tengo sus obras completas —o casi—, que ocupan una decena de volúmenes. Van desde su filosofía de la vida —no en vano su lema personal es «¡Salud y Bravas!»— como La vida es una tómbola (2007).
O sobre el club de sus amores, que este año parece que le dará una alegría porque se encamina hacia la salvación mientras el Girona cae en la tabla. Me refiero a El sorpasso perico (2008) o ¡Oh Espanyol, mi buen amigo! (2017).
Aunque mi Sergio preferido es el especialista en TV3 —más bien en los desmanes de la cadena autonómica— que empezó a denunciar en 2018 con 50 ‘hazañas’ de TV3. A la que siguieron: El tamborilero del Bruc del procés (2020) y Otra TV3 es posible (2023). Pese a que, sobre esta última afirmación, tengo serias dudas.
Su otra especialidad gastronómica es el procés, con Flipando con el procés (2024). Pero ha dedicado también tiempo, dinero y esfuerzos al rey Felipe VI, España o la escuela catalana.
En su última novedad, la comunidad autónoma se ha convertido finalmente en un estado. Para ello ha necesitado tres revoluciones: «la de las sonrisas», «la de los fuets» y, por último, «la de la coca de llardons». Un manjar habitual a la hora de los postres o de la merienda.
Sin embargo, hay que recordar que la primera acabó con sus encarcelados, condenados y… amnistiados. Además de centenares de contenedores quemados, cortes en el AVE y en las autopistas, ocupación de un aeropuerto, corte de una frontera internacional durante tres días, un concierto de Lluís Llach y un largo etcétera.
El momento cumbre es cuando las huestes capitaneadas por Oriol Junqueras toman el estadio del FC Barcelona, rebautizado como «Elon Musk Camp Nou». Ahí se nota la vena perica del autor.
Que conste que el nuevo emperador es recibido en la mismísima Casa Blanca. Pero los americanos empiezan a llenar la Cataluña independiente de bases militares. Y Junqueras traga. En fin, no les desvelo más detalles para que tengan el acicate de leerlo.
Aunque fíjense en el detalle de que Cataluña no se convierte en una república sino en un Imperio. Sin duda, reminiscencias de la Corona de Aragón, que tanto le gustan al líder de ERC. No en vano, de profesión, es historiador.
La obra, más que una novela, es una obra de teatro escrita porque, como destacó alguien en la presentación, hay una cincuentena de personajes. Pero, pese a semejante elenco, será difícil de representar encima de un escenario.
Están todos, desde luego, con algunos años más. Incluso José Luis Ábalos, nombrado presidente del nuevo Tribunal de Cuentas. Sin duda, de números entiende. O David, el hermano del aún presidente del Gobierno, que pasa de compositor de óperas a director del Centro Nacional de Inteligencia. Así acaba la cosa.
El resto son Joan BonaNit, que les deseaba buenas noches a los presos cada día en la cárcel de Lladoners; Laura Borràs; Jair Domínguez —especialista en el «Puta España»—; Justo Molinero o Miquel Sàmper, ahora consejero de Trabajo con Illa tras haberlo sido de Interior con Torra. Incluso Gabriel Rufián, que consigue vivir del cuento hasta 2033. O la gallina Caponata.
La presentación fue hace unos días en el Colegio de Periodistas y, como se pueden imaginar, no vino TV3. Éramos más o menos los de siempre. Entre los presentadores: Albert Soler, Ignacia de Pano, Pau Guix, el que suscribe esta columna, y el propio autor. Al menos nos echamos unas risas.
El humor ha sido, durante todos estos años, la única manera de combatir el procés. Y de llevar más llevadera la matraca. Nos acordamos incluso de los frikis que han poblado el movimiento. Como aquellos que se disfrazaban de gallina amarilla, el que se encerraba en una jaula o los que daban vueltas en plan Walking Dead.
Pero tampoco se obviaron algunas verdades. Ignacia de Pano afirmó que «yo no perdono» el daño causado. Yo, tampoco. Mientras que el exdiputado de Ciudadanos, Jordi Cañas, que subió al escenario como los toreros, dijo que «todos siguen colocados».
En efecto, Illa ha hibernado el procés, pero no ha tocado ni TV3 ni los altos cargos de Esquerra. Cañas, por cierto, acaba siendo juzgado en consejo de guerra. Ya saben que el procés, proclamaban, «iba de democracia».