Junqueras, el carlista que comulga

Junqueras, el carlista que comulga

Déjenme que les hable otra vez de la entrevista que le hicieron Claudi Pérez y Miquel Noguer a Oriol Junqueras en El País. Ya sé que no soy la primera después de cuatro días, pero es que todo lo que se diga, es poco.

No sé si comparten conmigo la estupefacción de ver cómo nuestro reo, después de semanas con una prensa y unos medios entregados a la empresa de hacernos ver la calidad humana y moral de un hombre de misa diaria que había sido víctima de un repente, sin que parezca que venga a cuento, da al traste con todo ello de la manera más estrepitosa.

Es que andaban echándole flores todos los socialistas, incluso los de la marca blanca botiflera de aquí. Era tan sugestivo el panorama que se abría ante sus ojos con una mesa de negociación pactada, un más que posible tripartito y tal riqueza de posibilidades que las lágrimas de agradecimiento les nublaron los ojos.

Y llegó la entrevista. Este señor tan católico, tan de derechos humanos y paz y concordia universal, lo primero que les dice es que volverían a intentar un golpe de estado como el del otoño del 2017 porque “estuvo bien hecho”. Y que España no es un país “normal”, pues da palizas a quienes votan, mete en prisión a inocentes y “cierra Parlamentos por poner urnas”.

Les escupe el equivalente de “era cierto, idiotas”. El único que lo creyó un sueño porque no le convenía aceptar la realidad, fue el sistema judicial español, ese sí de lirios y flores a María, y mucho fariseísmo

Ese Junqueras supuestamente culto, con una biblioteca como no la tenía Carod-Rovira -otro que presumía de lo mismo, pero sin las sagradas formas. Ese ser dialogante, con sus convicciones religiosas por encima de todo, el hombre que había que redescubrir, el estadista que se había dejado arrastrar por una pasión arrebatada (qué hombre con sentimientos humanos e ideales firmes no sucumbe alguna vez) por la que había aceptado cargar con la pena con valentía y sin huir (tal vez porque no existía un maletero de sus medidas), era la gran esperanza del progreísmo hispano.

Y llegó la entrevista. El gobierno al que ha apoyado sigue teniendo “marcados tics franquistas” y “van pasando generaciones” y el estado español sigue manifestándose como “digno heredero de la dictadura”. Una diputada de ECR dice que la gobernabilidad de España le importa un comino y lo justifica diciendo que tiene una hermana en la cárcel. Que se lo digan a todos los que ellos vetaron porque su opinión estaba afectada al haber sido víctimas de ETA (como Aznar).

Un tipo con buenos modales, educado, que no perdía el temple. Un tipo de consenso, sin una mala palabra. Y llega la entrevista. “¿Engañaron ustedes a los catalanes prometiendo una independencia imposible? Y responde: “Y una mierda. Y una puta mierda.” ¿Por qué Junqueras les ha dejado en pelotas después de ponérselo todo, como diría alguien más vulgar, “a huevo”?

En fin, si este hombre no ha perdido el juicio es que le han prometido ya su libertad inminente y se ha soltado. Ya no tiene que fingir ser un osito tranquilo y bonachón.

Indalecio Prieto, socialista detestable donde los haya, tuvo un buen día cuando calificó al carlista como “animal de cresta roja que vive en las montañas de Navarra y que, después de confesar y comulgar, ataca al hombre”.

Dice que va a ser un placer cruzarse con los socialistas catalanes y ver “si les aguantan las miradas”. A estos acomplejados les podrá acoquinar. Pero no a los catalanes libres de nacionalismo a quienes ese carlista fanático jamás pedirá perdón. Que pruebe.

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