Jugada maestra

Jugada maestra
Joan Guirado

Los dirigentes del independentismo han vuelto a faltar a la verdad y sus feligreses más devotos les han vuelto a aplaudir después de gastarse más de 500 euros y hacer diez horas de autobús para acompañar a Carles Puigdemont y Toni Comín a ningún sitio. “Lo tenemos todo controlado” decían hace unas semanas porque, según ellos, “la partida será en Europa”. Nada: mentira, más mentira y más mentira hasta crear una falsa verdad, asumida y defendida a ultranza por los que creen que la independencia de Cataluña está más cerca que nunca.

Desde el año 2012, es decir, desde que el independentismo ha vendido que la República se construiría en cuestión de meses, como si se tratase de un embarazo. Tres contiendas electorales en cuatro años, dos referéndums, una DUI, cárcel, reconocimientos internacionales inexistentes… pero de verdad que alguien aún cree que ‘¿el mon ens mira?’ ¿Qué gran jefe de Estado ha dado su apoyo a Cataluña? ¿Qué dirigente de las instituciones europeas ha recibido al President de la Generalitat? ¿Cuándo Merkel, Macron o Putin han pedido a España que recapacite? El mundo es algo más amplio que Perpiñán. Por cierto, para esa difusión internacional cobra un buen sueldo un alto cargo, Joan Maria Piqué, uno de los estrategas de cabecera de la supervivencia de la antigua Convergencia reducida ahora a continuar sobreviviendo unos pocos.

Cuando en 2013 unos pocos dijimos que las prisas no eran buenas consejeras, no lo decíamos porque sí. El primero fue el amigo Felip Puig, entonces conseller del Govern. Se le echaron los leones encima, hasta que poco después tuvo que abandonar la política. Suscribí todas sus palabras y un año más tarde, cuando el 9N, tildar aquella consulta de “botifarrada” me costó mi cargo como asesor de Convergencia, porque otros de los grandes vividores de la gran mentira separatista -Francesc Sánchez y Quico Homs- decidieron fulminarme ipso facto. Y se demostró que más que una “botifarrada” el 9N fue como un gran esparcimiento. De nada sirvió.

Y es que la noble causa de crear un nuevo Estado -así se ha ido construyendo el mundo actual en los últimos años- ha quedado diluida en eso, en un gran esparcimiento. En un negocio para dos o tres entidades y agencias de viajes que aprovechan la mínima manifestación para organizar fines de semana en Estrasburgo, Madrid o Bruselas, a sabiendas que no servirán de nada. Que la revolución que hace unos días pedía la diputada Montse Bassa al salir de la cárcel al visitar a su hermana Dolors, es otra cosa. Por cierto, abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez no se parece en nada a sublevarse.

Soy de los que cree que no debería haber ningún político procesado por rebelión ni en la cárcel. Que cometieron una desobediencia grave conscientes de lo que hacían, sí, aunque esa desobediencia fuese para cumplir con la demanda de más de la mitad de la ciudadanía. Y por ello deberían pagar, como cuando uno circula más rápido a sabiendas de lo que hace. Creo, pues, que de la misma forma que no deberían estar procesados por rebelión todos los políticos encarcelados, deberían poder ocupar los cargos por los que han sido elegidos democráticamente en las urnas. Al fin y al cabo, de eso se trata.

Pero de la misma forma creo que, si hay impedimentos legales para ocupar esos cargos y son conocidos para cualquier candidato, este no puede presentarse prometiendo desarrollar sus funciones, volviendo a casa para recoger su acta, defender en las instituciones sus ideales. Porque sabe que no va a ser posible, y está creando falsas esperanzas a la vez que defraudando a los electores -que le volverán a aplaudir y a culpar a otro de que no pueda cumplir sus promesas, que poderlas puede-.

¿Hasta cuando los catalanes independentistas seguirán creyendo únicamente todo lo que les prometen? ¿Qué necesitan para abrir los ojos, como hemos hecho algunos? Y sobre todo, ¿de verdad Cataluña se merece esto? Lo sé. Durante 24 horas me van a llamar de todo, por eso he puesto el Atlántico de por medio para evitar oír los insultos y la desconsideración de cuatro hiperventilados que se convirtieron en independentistas hace cinco años y que no se han jugado nada, absolutamente nada, por la causa. Es muy fácil gritar y dar lecciones cuando no tienes a amigos en prisión o cuando no has tenido que pagar 5.000€ de tu bolsillo -con poca ayuda entonces y ni la de Homs ni Artur Mas- por fotografiar a la Policía retirando esteladas. Como dijo la alcaldable del PSC en Santa Coloma hace unos días entre lágrimas cuando le enseñaban una foto de Bassa, “a mí lecciones ni una” de personas que no entienden de humanidad.

Igual deberíamos empezar todos a hacer autocrítica y a buscar soluciones a un conflicto político derivado en social que hemos creado entre todos. Igual debemos escuchar más a Felip Puig, a Joan Tardà, a Santi Vila y a Marta Pascal y menos a los estrategas de cabecera que ingresan 90.000 euros al año mientras van condenando a sus jefes a prisión. Igual estaría bien reconocer que nos hemos equivocado y que nos hemos auto engañado, para así encontrar una salida a todo este embrollo, que no necesariamente pasa por renunciar a la independencia. Sería de tontos renunciar a aspirar a construir un futuro posiblemente mejor. Pero sin duda la solución tampoco pasa por el ‘procesismo’ y la gran mentira. Una patada al culo a todos los vividores que se han cargado nuestras instituciones y nuestro presente y miremos al futuro. Eso sí sería una verdadera ‘jugada maestra’.

Lo último en Opinión

Últimas noticias