Juan Roure, el gran emprendedor

En un momento en el que la política y la economía de nuestro país están más bien agitadas da gusto comprobar que hay algunas cosas que funcionan, y que cuando la iniciativa privada actúa con libertad crea riqueza y contribuye al progreso de nuestra sociedad. Hace unos días se celebró en el IESE el acto conmemorativo del XX aniversario de la Red de Business Angels y Family Offices de esta escuela de negocios, una iniciativa emprendedora que ha marcado el paso en el sector de las startups y que ha sido imitada por otras muchas redes de inversores privados. El impacto de su acción en el ecosistema emprendedor ha sido, y es, muy importante, y empresas como Glovo, Privalia, BuyVIP – el antecedente de Amazon en España – o KliKin – el germen de Waylet de Repsol -, dieron sus primeros pasos gracias a la Red del IESE.
Esta iniciativa surgió de Juan Roure, profesor de esta escuela de negocios. Este maestro de emprendedores narra en el libro publicado sobre los veinte años de la Red qué le llevó a impulsar un proyecto que, entonces, era novedoso en España. Tras estudiar en Estados Unidos el éxito del modelo del Silicon Valley vio que las carencias en nuestro país eran ingentes. De entrada, sin inversores privados que apostaran por empresas innovadoras en las primeras etapas, no había posibilidad de que florecieran. Esos business angels que no había en nuestro país había que crearlos, y Roure y su equipo tuvieron la visión para convencer a la Generalitat que había que formar inversores para potenciar el crecimiento del ecosistema emprendedor. Y esta colaboración sirvió para que Barcelona fuera, durante muchos años, la meca de las startups en el sur de Europa.
Cuando inversores o emprendedores como Luis Martín Cabiedes, Lucas Carné, Oscar Pierre, Gustavo García Brusilovsky o Ignasi Botet, entre muchos, reconocen el magisterio de Juan Roure, lo hacen, en parte, por el prestigio del IESE. Pero, sobre todo, porque este profesor tuvo la visión para impulsar a todos los niveles el ecosistema emprendedor español, estableciendo alianzas a nivel europeo e internacional, trasladando a nuestro país iniciativas para reconocer socialmente la labor de los emprendedores y convenciendo a los grupos familiares para que incluyeran a las startups dentro de su portfolio de inversiones. Había mucho que hacer, y fueron muchos los que se pusieron manos a la obra para que España tuviera un tejido emprendedor digno de tal nombre. Y Roure fue clave, porque fue el que abrió el camino.
Cualquier sección de economía de cualquier medio de comunicación está llena de informaciones sobre inversiones multimillonarias en sectores tecnológicos, «unicornios» que han triunfado, o bancos y fondos de inversión que apuestan por las empresas innovadoras. Informar sobre las startups es tan habitual como publicar una entrevista con un directivo de una multinacional o un reportaje sobre la fusión de dos grandes empresas. Ese camino que se emprendió hace veinte años con la creación de esta red de business angels ha desembocado en la creación de una cantidad increíble de puestos de trabajo y en la modernización de nuestra economía. Bueno es reconocer el trabajo bien hecho, porque vivimos en un país que tiende a despreciar la labor de nuestros compatriotas y a ensalzar lo que nos viene de fuera.
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