La izquierda vengativa que quiere matar a Trump

La izquierda vengativa que quiere matar a Trump

El próximo 20 de enero, pasado mañana, Joe Biden será declarado presidente de los Estados Unidos de América. Este acto inexorable, aunque precedido de enormes irregularidades, debería dar por zanjado el caso, pues los tribunales han sido incapaces de poner pegas de sustancia alguna al proceso electoral, a pesar de los colosales indicios contra la limpieza de las votaciones y del recuento de los sufragios por correo. Pero esto ya da igual. Esto es agua pasada excepto para la izquierda, para los demócratas americanos, para los progresistas de todo el mundo. Esta gentuza no está satisfecha. No descansa. Tiene el indeclinable propósito de liquidar a Trump, de sostener las acusaciones oportunas para que pueda ser perseguido y eventualmente encarcelado. Quieren que desaparezca del mapa. Quieren acabar con él, aspiran a su muerte civil.

La prensa conservadora española, habitualmente desorientada sobre lo que pasa en Estados Unidos, deliberadamente cómplice de la desinformación habitual sobre lo que sucede allí -porque sus corresponsales son enemigos declarados del modo de vida americano, muy diferente al de Nueva York, y todos cojean de la izquierda- defiende que hay que expulsar a Trump de la Casa Blanca porque la urgencia es máxima y el todavía presidente representa una amenaza palmaria, actual y futura. ¡Lo que hay que ver y leer!

La prensa conservadora española se hace eco y respalda las palabras de Nancy Pelosy, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, que, en esencia, es la persona sectaria de edad más provecta en un alto cargo de la que hay noticia, pero que acumula todavía plenas facultades para sembrar el mal y animar a la venganza. Es la persona que, con motivo de los actos criminales del movimiento de ‘Black Lives Matter’ -que tuvo al país en jaque durante una semana, con muchos muertos a sus espaldas- afirmó que a ella las estatuas de personajes históricos ilustres, muchos de ellos españoles, que habían violado los blancos racistas y estúpidos que impulsan esta clase de demostraciones impropias le importaban un pimiento.

Por otra parte, la prensa progresista española, siempre tan compasiva con los etarras y con los independentistas catalanes, tampoco quiere dar tregua a Trump. Aunque no tienen arte ni parte defienden que hay que inhabilitarlo, respaldan el segundo ‘impeachment’  -una circunstancia absolutamente insólita-, y lo hacen de igual manera que como se pronuncian sobre el Partido Popular en España, “con las mejores intenciones del mundo”, para rescatar al Partido Republicano, para enderezarlo por el camino plausible, por el bien del país y de la comunidad americana, es decir, para tener maniatada de por vida a la oposición, que es lo consustancial al pensamiento deletéreo y totalitario que albergan.

No quieren los Estados Unidos grandes y respetables que deseaba Trump a su discutible manera, sino otro a la medida de las élites hegemónicas y manipuladoras al frente de la dictadura de lo políticamente correcto y del consenso universal progresista. Espero que coincidan conmigo en que este escenario es literalmente aberrante.

¿Hay alguna explicación para esta persecución sin cuartel contra Trump, para la mayor caza de brujas nunca vista tiempo antes? Quizá. Como la izquierda mayoritariamente es agnóstica o atea es ajena a la práctica del perdón. También carece del sentido de la culpa y por eso promueve contra viento y marea la necesidad del fusilamiento. Para acabar con todo el rastro posible del enemigo. Desde el asalto infausto del Capitolio, en el que Trump tuvo una responsabilidad cierta, la acometida en su contra ha sido brutal. En un gesto realmente inédito e insólito las redes sociales han expulsado y silenciado al todavía presidente de los Estados Unidos en un ejercicio de represión infame que ha merecido por fortuna los reproches de la canciller Angela Merkel, que, al conocer los hechos, cuestionó la supresión de sus cuentas en las redes sociales.

Su portavoz, Steffen Siebert, subrayó que el derecho a la libertad de opinión es fundamental. “La censura, las prohibiciones solo pueden tener lugar según la ley y en el marco definido por el legislador, y no según la decisión de las plataformas digitales de medios sociales. La canciller Merkel considera muy problemático que las cuentas del presidente de Estados Unidos hayan sido bloqueadas permanentemente”. Yo también. ‘Chapeau’.

Toda la inquina contra Trump acumulada durante estos últimos cuatros años, en los que los medios de comunicación teóricamente más prestigiosos del mundo, sobre todo americanos, han vulnerado sus estándares de profesionalidad, de respetabilidad y han emprendido campañas infames sin pruebas firmes contra el presidente a cuenta de la trama rusa que supuestamente favoreció su elección, impulsando su primer ‘impeachment’, afortunadamente fallido, regresan ahora con renovado vigor para firmar la sentencia de muerte política a un Trump que parece desahuciado. Pero sólo están determinados a hacer leña del árbol caído porque en el fondo le temen.

Setenta y cuatro millones de americanos votaron a Trump, y muchos de estos sufraguistas no son tanto del Partido Republicano como suyos. Trump ganó la nominación a la Presidencia del país hace cuatro años contra todo pronóstico, con la oposición de las fuerzas vivas del partido. Su potencia de fuego sigue siendo inmensa y su capacidad de fascinación está prácticamente intacta después del empeño del ‘establishment’, de la izquierda progresista americana y de incluso algunos miembros de su formación política en convertirlo en un mártir o en la víctima propiciatoria de una nueva era ignota pero que aparenta ser más divisiva y peligrosa.

La batalla final contra Trump está íntimamente ligada con el que será el próximo presidente de la nación, Joe Biden, cuyo cerebro, como ya dije, es lo más parecido a un puré de guisantes. No hay nadie entre los suyos que confíe en sus aptitudes, y muchos los persuadidos de que será una marioneta en manos de la vicepresidenta Kamala Harris y del sector extremista de los demócratas. Las primeras manifestaciones de Biden en favor de unir al país y de acabar con la desconexión de la que acusan falsariamente a Trump han sido desmentidas por los hechos, por la determinación de la sectaria Pelosy y de sus huestes de propiciar un insólito segundo ‘impeachment’. Esto sólo profundizará la partición de la nación y la discordia civil.

De modo que, con la insistencia de la izquierda planetaria, de los medios de comunicación americanos, que con el vil silenciamiento de Trump en las redes sociales y con la persecución implacable del presidente por la mayoría de periodistas de todo el mundo no se ayuda a la cohesión y a la reconciliación que ‘los buenos’ aseguran perseguir sino a la profundización de la divergencia brutal entre los ciudadanos, cuya opinión individual, aunque disienta de la nuestra o no nos guste, merece respeto.

La persecución implacable contra Trump es contraria al entendimiento que predica retóricamente la izquierda, será una fuente de conflicto continuo en un país ya quebrado por las políticas cuestionables y a mi juicio equivocadas de Obama, y una apuesta fallida para la cohesión del estado que estos censores vengativos aseguran defender. Jamás podrá ser así conduciendo a Trump a la hoguera inquisitorial o, todavía menos, renegando de las sabias políticas impulsadas por él, que han revitalizado la economía americana, empujado al alza la renta de las clases más desfavorecidas, evitado por primera vez una guerra en el exterior, mejorado las relaciones diplomáticas en el convulso Oriente Medio, frenado a China -que es la amenaza más importante para la civilización occidental, como asumen incluso los demócratas-  y dejado claro que Estados Unidos, como establece su Constitución señera, no desea mayoritariamente convertirse en la Europa que anula y frena el ímpetu de los individuos por progresar y salir adelante en busca de la felicidad, ese derecho prodigioso anhelado por los padres fundadores.

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