La infame jibarización sanchista del Estado

En un reciente editorial nos preguntábamos cuánto Estado español quedaría cuando Pedro Sánchez abandonara el Gobierno. Era, obviamente, una pregunta retórica, porque la respuesta es clara: todo dependerá de cuánto más cederá ante el separatismo catalán y los nacionalismos. Sánchez le ha entregado a Cataluña una competencia exclusiva del Estado como es el control de las fronteras, algo que es potestad de los Estados y que, como ha afirmado Carles Puigdemont, coloca a Cataluña más cerca de sus objetivos soberanistas.
Por supuesto, la reacción del PNV no se ha hecho esperar y no descarta controlar también las fronteras, por lo que el proceso de dilución del Estado se verá acelerado. Parece evidente que Pedro Sánchez ha entregado el Estado a cambio de seguir en el Gobierno y que la única bandera roja que respeta el jefe del Ejecutivo es la que le aleja de la Moncloa. O sea, que entre el interés del Estado y su interés personal lo tiene claro: primero lo que convenga a él, aunque sea profundamente inconveniente para España. No es difícil imaginar hasta dónde puede llegar Sánchez en sus cesiones al separatismo, pero lo que parece evidente es que es capaz de romper las costuras constitucionales ahora que tiene un sastre, Cándido Conde- Pumpido, que le hace los trajes a medida de su ambición personal.
No se pueden ceder competencias exclusivas del Estado como el control de las fronteras, pero Sánchez y su Gobierno están vendiendo una interpretación fake consistente en que la Constitución ampara su plan. Es mentira, pero el nacionalismo vasco ha visto cómo Carles Puigdemont ha sido capaz de doblegar al presidente del Gobierno y va a exigir para el País Vasco lo mismo que Junts ha obtenido del jefe del Ejecutivo. No hemos llegado aún a la mitad de la legislatura, por lo que estremece pensar cuánto Estado español quedará en pie cuando Pedro Sánchez abandone la Moncloa.