La “historia clínica” de Iglesias en el CNI

El general Sanz Roldán, un artillero de pro, se marchó de la Dirección del CNI sin revelar -eso le honra- ni un solo secreto de los que acumuló en sus muchos años en el puesto. Y entre ellos, un importante: el historial de los dinamiteros de Podemos en Venezuela. Y más concretamente de Pablo Iglesias. Puedo contar a este respecto un sucedido revelador. Hace algunos años, otoño de 2011, otro periodista y este cronista fuimos convocados por un empresario amigo y su hijo y heredero a una cena muy discreta en los confines de Gredos. Acudimos sin conocer expresamente el motivo de la reunión y, cuál sería nuestra sorpresa, cuando, llegados a la finca, nos encontramos, aparte de los dueños, a un personaje taciturno que, prácticamente sin saludarnos, nos exigió que depositáramos nuestros móviles en una especie de quesera colocada a la entrada de aquella casona campestre. Sin solución de continuidad pasamos al comedor y el anfitrión nos presentó al sujeto: “Es un veterano agente de la Seguridad del Estado que ha trabajado estos últimos años en Venezuela”.
Y sin más, el individuo, calvo, achaparrado, campanudo en sus expresiones, empezó a ofrecernos jugosos detalles de cómo un grupo de “profesorcillos” (así los denominó él) españoles, habían recibido prebendas sin cuento del Chaves, el dictador caribeño. Al tiempo nos contó que impartían clases de marxismo acelerado a personas escogidas por el régimen, preparaban documentos sobre la exportación de aquel comunismo singular a Europa y más en directo a España. Monedero que, en opinión de aquel personaje, era el más preparado y radical del grupo, Errejón y el hoy vicepresidente, Pablo Iglesias, cobraban sustanciosos honorarios por sus servicios (nos mostró a este respecto un “recibí” que no nos quiso entregar, sólo ver) y nos informó de que la relación política y económica de estos propagandistas con el Gobierno venezolano se había prolongado durante bastante tiempo. También exhibió el tipo en cuestión una especie de pasquines propagandísticos realizados por el grupo español y, además, una pléyade escrita de actividades que éstos habían desarrollados no sólo en Caracas, sino en algunas otras poblaciones del Estado.
Llegado este momento, el hombre que nos había advertido que sólo respondería a las preguntas “procedentes” (también este término era suyo) nos informó de que, con toda constancia y regularidad, había ido informando al “Centro”, el CNI, de todos estos pormenores que ahora nos revelaba y sobre los cuales, según nos advirtió, no podíamos escribir una palabra mientras él no nos lo autorizara expresamente. Dada la calidad de la información aceptamos el trato mientras él, a mayor abundamiento, nos comunicaba que el “Centro” no tenía ya el menor interés en comunicarse con él. “Parece -nos dijo- que se les ha tragado la tierra”.
Durante días por nuestra parte tratamos de contrastar lo dicho por el supuesto agente con nuestros contactos en el CNI. Fueron acercamientos infructuosos hasta que, esta vez sí, nos reunimos públicamente con una persona perfectamente identificada como miembro del CNI. Su relato se movió en la más absoluta de las ambigüedades, nos pidió la identidad del informante, nos aseguró, aún con mayor discreción, que el CNI trabajaba en “todos los escenarios complejos que nos pudiéramos imaginar” y no hubo más. El supuesto agente no sólo no volvió a comunicarse con nosotros, sino que, de pronto, y al decir de los empresarios, inmobiliarios por más señas, que nos habían invitado a la cena, tampoco ellos volvieron a saber de él. “Es más -nos aseguraron- hemos intentado hablar con su mujer que vive en Francia y tampoco ella sabe de él”.
En una ocasión, y en un almuerzo con Sanz Roldán y otros periodistas, este cronista intentó conocer la información que el CNI poseía sobre Venezuela. El aún director del Centro apenas nos ofreció dato alguno, menos todavía sobre el agente mencionado. Roldán no ha sido en su tiempo en el CNI, vocinglero como Alonso Manglano que lo dejaba todo por escrito; Roldán, ha sido siempre el colmo de la cautela y, al decir de los gobernantes que han trabajado con él, también de la lealtad. Su CNI creía que el régimen de Maduro convocaría elecciones legislativas, pero no presidenciales en este enero pasado. Y no ha habido tales comicios. El “Centro” no guardaba precisamente una buena opinión sobre Guaidó quien, al parecer, era poco menos que un empleado yanqui. Roldán y el CNI sí poseían abundante bibliografía sobre la trayectoria de Podemos, y de Iglesias en particular, en Venezuela y otros países satélites de Cuba. Durante aquel almuerzo recordé varias veces una expresión que nuestro contacto del CNI nos había transmitido: “Tenemos perfectamente identificada la historia clínica de Iglesias en Venezuela”. Es probable que ahora el vicepresidente Pablo Iglesias rescate esta historia de los archivos del Centro. Más que nada porque no vaya a ser que un día se escape del búnker de la Autopista de La Coruña.