Heteropatriarcado talibán

Heteropatriarcado talibán

Dice la madre de los hijos de Pablo Iglesias y por ello, ministra de Igualdad, Irene Montero, que «a las mujeres se las asesina, se las viola» en España igual que en Afganistán, porque «la violencia machista, los asesinatos machistas en España o en Francia o en cualquier parte del mundo tienen como raíz fundamental el patriarcado y el machismo», igual aquí que en Afganistán. Por eso dice que ella cree que “reconocer que el patriarcado, que el machismo, que la dominación de la mujer por el hecho de ser mujer, es la base de esas vulneraciones de derechos, es precisamente el motivo por el que la lucha de las mujeres afganas nos interpela a todas las mujeres en todo el mundo; ese es el motivo por el que su lucha es también nuestra lucha, aunque nuestras condiciones materiales de existencia en los diferentes países puedan diferir”. La culpa no es del extremismo islamista sino del heteropatriarcado talibán, ¡chúpate esa!

Es cierto que “la pobre” Irene Montero en particular y todas las mujeres de Podemos y del resto de partidos de extrema izquierda en general, se han visto sometidas a lo largo de sus vidas a los comportamientos extremadamente machistas y violentos de sus compañeros de partidos. No hay más que recordar los chats descubiertos en exclusiva por OKDIARIO en los que Pablo Iglesias se auto proclamaba como el “macho alfa” del partido y confesaba que “azotaría hasta que sangre” a Mariló Montero. Igual que los talibanes azotan hasta la muerte a las mujeres afganas. O la acusación judicial por “maltrato” que pesa contra Íñigo Errejón, por meterle una violentísima patada en las tripas a un jubilado enfermo de cáncer de colon que le pidió hacerse una foto con él.

Pero el resto de hombres españoles que no son de extrema izquierda no son así de machistas y violentos como los que se relacionan con Irene Montero y eso se ve claramente en las estadísticas. Aunque la muerte de una sola mujer a manos de su pareja ya es una tragedia que hay que tratar de evitar, lo cierto es que, para que los números parezcan mayores, la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género -chiringuito que dirige la podemita Victoria Rosell a la que todos vimos en el aeropuerto de Las Palmas diciéndole ‘usted no sabe quién soy yo’ al guardia civil que se atrevió a pedirle la acreditación necesaria para dejarla acceder a la sala de autoridades de la instalación-, nos muestra las estadísticas acumuladas de las 1.111 mujeres asesinadas desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy, que son más de 18 años, y que arroja una media de 5 mujeres al mes, que siendo muchísimas, si lo comparamos con las 12 personas que murieron en accidentes de tráfico sólo en el puente del 15 de agosto, o con los 3.671 españoles que se suicidaron sólo en el año 2019, de los que 900 eran mujeres; igual tenemos otra perspectiva.

Con los talibanes las mujeres son obligadas a casarse con 10 años, no pueden vestir la ropa que deseen, sino que deben llevar burka, no las dejan salir solas de casa, no pueden estudiar ni mucho menos trabajar, no se les permite escuchar música, ni siquiera las dejan reírse en público, ni pintarse las uñas, ni hacer deporte, ni usar tacones, ni leer nada que los extremistas consideren que atenta contra la “sharía” en la interpretación más estricta de la ley islámica aplicada por ellos. Las condenas por incumplir estas normas se les aplican en público y consisten habitualmente en latigazos, cortarles las manos, lapidarlas o degollarlas. Como en España, dijo Irene Montero después de bajarse de un coche oficial con chófer que la ha llevado a su casoplón de Galapagar en el que una niñera que pagamos entre todos se encarga de cuidar a sus hijos y un jardinero le poda los parterres, mientras ella dedica el millonario presupuesto de su ministerio a colocar a todas sus amigas de universidad como asesoras, porque esas son las condiciones materiales de existencia de Irene Montero. Pero feminismo no es eso, feminismo es cuando una mujer se levanta a las 6 de la mañana para subir la persiana de un negocio que apenas puede pagar la factura de la luz con todas las pegas que lo pone el Gobierno social comunista de Irene Montero.

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